¿Puede afirmarse, sin temor al automático desmentido, que Lucas Cepeda le salvó la cabeza a Ricardo Gareca? Sí, rotundamente.
Ante la moribunda campaña del técnico argentino en las eliminatorias, previo a los duelos con Perú y Venezuela, en Quilín ya se bosquejaban los criterios que debería cumplir el nuevo seleccionador: preferentemente de nacionalidad chilena y con un perfil profesional y personal que contribuya a un relanzamiento del producto Selección.
A este nuevo conductor de la Roja, que Pablo Milad ha socializado con distintos timoneles de clubes, se le ofrecería terminar este ciclo y que encabezara un plan de trabajo para el Mundial de 2030.
Pero atención: nadie ha descartado que este plan no se materialice. Aunque las matemáticas den aún para calcular un milagro, en la ANFP el ejercicio de realidad supera a la esperanza de estar en el Mundial de América del Norte 2026. La campaña de Chile en estas eliminatorias no dejan espacio para soñar. Las urgencias financieras y deportivas en la sede de la ANFP tampoco dan respiro como para la inacción, si es que en marzo próximo la Selección no vuelve, por lo menos, a adicionar 4 puntos ante Paraguay y Ecuador.
De no salvar esta meta de puntaje, la primera determinación es deshacerse contractualmente de Gareca, ojalá a través de una negociación que no desvirtúe los buenos términos por los que siempre se ha encaminado la relación con el vigente seleccionador. Los directivos tienen claridad que difícilmente el argentino vaya a renunciar, no sólo al cargo sino que a su cuantioso sueldo. El entrenador reveló su propósito a la prensa en la conferencia que dio minutos después de la histórica derrota en el Nacional ante Bolivia, el pasado 10 de septiembre.
Cuando el técnico explicitó que, pese al impensable traspié, su convicción era quedarse al mando de Chile y cumplir su contrato, incluso supeditado a comandar una suerte de nuevo proceso, en la dirigencia de la ANFP se encendieron las alarmas. Se sabía de antemano que Gareca no era del estilo de su compatriota Eduardo Berizzo, quien al dimitir ni siquiera insinuó negociar los términos de su finiquito.
Es cierto que nadie tampoco imaginó en Quilín -ni en el entorno del fútbol- que este trayecto con Gareca sería tan concisamente pobre en lo deportivo, que su prematura salida y el eventual desembolso económico se transformarían en un tema urgente. Pero acorde a la actual tabla de clasificación y a la estrechez de caja, el poco más de millón y medio de dólares que se le adeudarán al entrenador por el período abril-septiembre serán ensordecedores en el réquiem del camino al Mundial.
En la ANFP la prioridad será alcanzar un acuerdo lo menos dañino posible para la escuálida tesorería de Quilín. El anhelo de Pablo Milad para pactar un arreglo amistoso es apelar a la cordial relación que ha llevado con Gareca a lo largo de estos tristísimos meses, en los que la dirigencia le dio al argentino carta abierta para manejar sus tiempos de trabajo... y de descanso. Ni el más maquiavélico directivo quiere que Gareca experimente el mal ambiente que rodeó el último período de Berizzo, con una prensa en su mayoría intolerante y una hinchada con nunca empatizó con él, y que externalizó su descontento casi hasta el borde de la agresión.
El plan B sigue en pie
En el ínterin hasta la próxima fecha (20 de marzo, ante Paraguay en Asunción) se le darán a Gareca y su cuerpo técnico todas las garantías y recursos disponibles para que trabajen con tranquilidad y ejecuten su planificación. La gran novedad sería la realización de microciclos con jugadores locales, aunque la cantidad y calendarización de éstos dependerá de la anuencia del Consejo de Presidentes. Pero a nivel de directorio, el mandato es tener una presencia más activa y visible de lo que ha sido hasta ahora. ¿Mayor control? Se puede interpretar así, como también que Gareca no sienta que está solo subiendo la cuesta.
Desde Quilín remarcan que durante este período se le solicitará al entrenador que observe una relación menos distante con las selecciones menores -de hecho, acompañará parcialmente a la Sub 20 de Nicolás Córdova en su gira a Europa este mes- y disponga de una agenda más abierta para interactuar con el entorno del fútbol chileno, en el entendido, además, que la situación no está tan tensa como para arriesgar un incidente cuando asista a los estadios a ver el torneo local.
Si bien no hay un consenso cerrado, una mayoría de directivos con jinetas en la ANFP coincide que ha llegado la hora de terminar con la sucesión de seleccionadores extranjeros -Juan Pizzi, Reinaldo Rueda, Martín Lasarte, Berizzo, Gareca-, quienes más allá del prestigio, del currículum, del plan de trabajo y el estilo de liderazgo de cada uno, no pudieron clasificar a Mundiales después que Jorge Sampaoli le sacara brillo a la generación dorada.
Auto descartado Manuel Pellegrini, un candidato eterno a la Selección, el diseño que Milad ha compartido con otros personeros apunta a entregarle la responsabilidad a un técnico de la ‘nueva generación’ de entrenadores chilenos que no enfrenta las barreras de entrada propias de los foráneos: desconocimiento del real nivel del campeonato criollo, del perfil del futbolista local, de la exitista idiosincrasia del hincha nacional, de la zigzagueante dinámica directiva de los clubes, del ánimo siempre fluctuante de la prensa deportiva y de las carencias de una industria golpeada.
El candidato entrante tiene que ser, a juicio directivo, una figura capaz de darle un giro radical al pesimismo reinante, que tuvo apenas una caricia superficial con el triunfo frente a Venezuela. Afrontar con firmeza lo que resta de eliminatorias en 2025, con dos desafíos superiores en Santiago: el campeón del mundo y Uruguay. Este nuevo seleccionador debe posicionarse como el líder del ciclo para el Mundial 2030, y legitimarse con un plan que explote los limitados recursos con miras a las competiciones continentales a partir de 2027.
El objetivo, indiscutiblemente, tiene sustento, si es que en marzo se sepulta el destino de Chile. Hay que adelantar el proceso mundialista para fines de esta década y relanzarlo durante las cuatro fechas que restarán de las eliminatorias para el Mundial 2026. ¿Cómo? Diseñando un modelo que alinee el factor deportivo con la necesidad de resignificar comercialmente el producto Selección y así evitar una fuerte corrida de sponsors. Más que resultados, la meta es volver a reencantar a los que perdieron el compromiso tras la debacle.
El candidato número 1
Es en aquel diagnóstico donde el nombre de Miguel Ramírez (54) encabeza, y por una razonable distancia, la nómina de candidatos a la Selección. Nicolás Córdova (45), otro miembro de la lista analizada en Quilín, tiene como tarea prioritaria la responsabilidad de dirigir a Chile en el Mundial Sub 20 que se jugará en nuestro país en 2025. Y más atrás, con bastante menos apoyo, aparece Mario Salas (57), a quien se le reconocen méritos plausibles en la arista motivacional del siempre frágil futbolista chileno en el aspecto de mentalidad ganadora.
Pero Ramírez se lleva las preferencias no solo por la reciente campaña en Deportes Iquique, con la que clasificó para la fase inicial de la Copa Libertadores en apenas un año luego del ascenso del club a Primera División, sino que por el escalamiento que exhibe durante su trayectoria en la banca. El ex Colo Colo y Universidad Católica ha ido cumpliendo paso a paso un rutero irreprochable en cuanto a progresión técnica, desde ser asistente en las selecciones juveniles en 2011 y 2012, hasta asumir la conducción en San Luis, y luego en Wanderers, O’Higgins, U de Concepción y Deportes Iquique.
Aun cuando Ramírez registra rendimientos intermitentes -ascendió a Wanderers en 2019, renunció a mitad de torneo en San Luis por la mala campaña, salvó a la U de Concepción de una casi seguro descenso a tercera división, por ejemplo-, el ex jugador de la Real Sociedad y Monterrey ha construido una identidad futbolística como entrenador de equipos con clara impronta ofensiva, cuya base de juego es el equilibrio de las líneas y una intensidad física por sobre el promedio de los elencos de la competencia local.
Si bien nunca ha dirigido a uno de los tres grandes, factor que hace que un sector del directorio no respalde la idea de Milad, Ramírez descolló como jugador tanto en la Selección como en Colo Colo y la UC. La dinámica, presión y exigencias de estar semana a semana en la primera línea no le es desconocida.
Sin embargo, por sobre el dato de la “inexperiencia”, una serie de atributos hace que Ramírez sume preferencias: hay consenso que es un profesional serio y actualizado; es respetado y querido en el entorno del fútbol nacional, y casi no genera anticuerpos a nivel directivo ni de medios de comunicación, donde también tuvo un período como comentarista en el ex CDF.
Habrá entonces que seguir con atención estos meses estivales el vía crucis de la Selección hasta marzo, cuando Gareca vuelva a asomar su nariz al desfiladero y veamos si tras el atisbo deviene otro ciclo de cambio. Una transición que ya parece recurrentemente familiar, aunque la diferencia, esta vez, será que el candidato número uno a la banca no será un afuerino.