El Huddersfield Town es uno de los clubes con mayor orgullo histórico en Inglaterra. Fundado en 1908, el debate por el color de sus camisetas demoró ocho años hasta llegar al azul y blanco en listones verticales que acompañó al equipo al celebrar el primer tricampeonato consecutivo en la Liga, entre 1923 y 1925. Obtuvo, además, la Copa FA y la Charity -conocida hoy como Community Shield-, cerrando una década espectacular. La Segunda Guerra Mundial, para desgracia de todos, haría estragos en la pequeña ciudad dependiente de la industria textil.
Sus casi 120 mil habitantes siguen al equipo, que ahora milita en la League One (tercera división en Inglaterra). Ellos no olvidan que en su estadio, el John Smith, comenzó una de las revoluciones más profundas del fútbol moderno. Y es que en 1996 los dueños del club, cansados de reparar la cancha compartida por el equipo de fútbol y el rugby, tomaron una decisión radical: instalarían pasto híbrido.
A finales de siglo pasado nacían las canchas sintéticas, ciento por ciento artificiales e ideales para climas lluviosos y exigencias al límite. Pero estaban prohibidas en el Reino Unido, siempre tan apegado a las tradiciones. Fue por eso que contactaron a Desso, una empresa neerlandesa creada en los años 30 para fabricar alfombras y que a fines de siglo XX ya tenía la capacidad de inyectar fibras artificiales en la superficie del campo natural. La experiencia había sido satisfactoria en ‘s-Hertogenbosch, en Países Bajos, donde se había ensayado en campos de entrenamiento sometidos a duras condiciones climáticas.
El terreno híbrido fue rápidamente un éxito. La empresa GrassMaster lo instaló apoyada en la Ley Thatcher, promulgada para mejorar la infraestructura de los estadios y así expulsar a los hooligans. Al año siguiente, en 1997, el Queens Park Rangers, el West Ham United y el Aston Villa siguieron el ejemplo que, en breve plazo, se extendió por toda Europa. Hoy los principales campos de fútbol del mundo son híbridos, incluyendo varios que sirvieron de sede para los Mundiales de las últimas dos décadas.
En Santiago y Valparaíso
Chile se sumará a la tendencia con dos estadios en el 2025. El Nacional y el Elías Figueroa en Valparaíso, que serán sedes del Mundial Juvenil Sub 20. La FIFA solicita el pasto híbrido pues, en su opinión, aumenta la calidad del juego, impacta en la condición física de los jugadores y mejora la estética de las canchas.
En el comparativo con el artificial -que Universidad Católica decidió instalar en San Carlos de Apoquindo-, el híbrido tiene mejor tracción, rebote y deslizamiento de los jugadores y del balón; ofrece mejor drenaje y tiene un impacto medioambiental más positivo. Por cierto, es más complicado de mantener, requiere de agua y, pese a su capacidad de autorreparación, se deteriora más rápidamente, aunque los grandes estadios como Wembley, el Santiago Bernabéu o el Mâs Monumental de River saben que un adecuado cuidado lo hace más rentable que el césped ciento por ciento natural.
La clave en lo específico es acertar en el porcentaje de pasto sintético por metro cuadrado del natural, en un rango que va entre el 4 y el 10 por ciento, dependiendo del uso que se le otorgará a las zonas específicas. El Maracaná tiene el 10 por ciento; River, un 5 por ciento.
Los recintos en Chile quedarán habilitados para el fútbol y conciertos, una vez terminada su instalación y utilización en la Copa del Mundo Juvenil.