El bien más preciado en el fútbol es el gol. Encontrar delanteros capaces de resolver en los metros finales, de elegir un vertical, de gambetear al arquero, de picar al primer palo o hacer la pausa cuando un compañero desborda, en un anhelo de todos los entrenadores. El fútbol chileno disfrutó en los años 90 de un grupo de atacantes de enorme jerarquía, que resaltaron en el plano interno, pero también en la Copa Libertadores y algunos en la selección nacional.
En esos campeonatos, en que los presupuestos se incrementaron de manera exponencial, gracias al crecimiento que vivió la economía local, con el ingreso de grandes auspiciadores, estadios repletos, más el impacto de los contratos de televisión (57,5 millones de dólares el de 1997), nuestra competencia tuvo acceso a jugadores de Primera División del fútbol argentino, captó promesas uruguayas o paraguayas e internacionales de otros países sudamericanos.
Eran los tiempos en que existía hegemonía del uso de los dos delanteros. Los punteros estaban en extinción, aunque el Ajax de Louis van Gaal estableció en su corona de la Champions League 94-95 que los wines seguían con vida. Se usaban dos puntas y Daniel Passarella, en su gran ciclo en River Plate, que lo llevó a la selección argentina, planteaba “uno por fuera y otro por adentro”. El por fuera tenía la misión de desequilibrar por los costados, meter diagonales y dejar en posición de remate al que iba por dentro. En la Copa América de Chile 91 observamos a Claudio Caniggia y Gabriel Batistuta en una brillante selección argentina. El mundial de Estados Unidos 94 dejó como referencia a Bebeto y Romario en el Brasil campeón del mundo. Un asistidor -con gol- y un definidor.
El formato no era un dogma. Las puntas podían ser una dupla de centrodelanteros, como ocurría en el Colo Colo de Gustavo Benítez, donde Ivo Basay compartía con Fernando Vergara o el incipiente Héctor Tapia. En la Universidad Católica que dirigió Manuel Pellegrini el eje era el argentino Alberto Acosta, acompañado por Luka Tudor o Rodrigo Barrera. El primero era un 9 clásico y el zurdo se movía por todo el frente y resaltaba por su velocidad y buena técnica. Como toda norma posee su excepción, Mirko Jozic se proclamó campeón con los albos en la Libertadores 91 recurriendo a tres delanteros cuando actuaba como local. Un sistema que sorprendió a los rivales en Sudamérica, en especial por el uso de líbero y stopper, en la etapa en que brillaba el Milan de Arrigo Sacchi y el marcaje zonal con cuatro en el fondo.
De manera cronológica, Rubén Martínez (trigoleador 89, 90 y 91), Aníbal González y Marco Antonio Figueroa fueron las figuras que venían de los 80. El zurdo formado en Cobresal y triunfador en el Cacique destacaba por su frialdad. Resolvía con fineza, capturaba los rebotes, cabeceaba bien, aunque sin participar mucho en el juego. El Tunga despuntó en O’Higgins, no tuvo suerte en Cobreloa, pero sí se impuso en Colo Colo. También respondió en Palestino. El Fantasma surgió en Unión La Calera, pasó a Everton y se fue al Morelia de México. Triunfó y el América lo fichó. Cobreloa lo trajo en 1991 convirtiéndose en un referente. Usaba las dos piernas, se enganchaba y remataba de media distancia. A juicio de Fernando Carvallo, ex entrenador de la UC, Unión Española y Palestino, Figueroa tenía un juego aéreo notable.
Sergio Vargas, símbolo en el arco de Universidad de Chile, recuerda las condiciones del Tunga González. “Fue uno de los delanteros que más lo sufríamos, porque nos incomodaba. A pesar de ser bajo de estatura se manejaba muy bien de espalda y cabeceaba. Era peligroso, oportunista y costaba quitarle el balón. Siempre estaba ante cualquier fallo de un defensor, intuía muy bien dónde podía caer el balón. Un gran goleador”, recuerda Superman. Uno de los que lo sufrió fue Marcelo Zunino, ex zaguero de Audax Italiano. “Era muy difícil de tomar, porque te obligaba a bajar mucho el centro de gravedad cuando lo marcabas. Uno tenía que usar más los brazos, estar en puntas de pie porque era muy rápido, al igual que Mario Vener, que era un tanque, potente, rápido. Te sacaban ventaja cuando giraban. Uno tenía que usar más los brazos, tratar de empujarlo, porque se te ‘metían’ en el cuerpo y te sacaban”, explica el exdefensor que también actuó en Unión Española, Deportes Concepción, Antofagasta, Coquimbo y Osorno.
Las estrellas
Las temporadas 94 y 95 no solo estuvieron marcadas por la lucha fecha a fecha de las universidades de Chile y Católica. Los cruzados golpearon el mercado con la llegada de Alberto Acosta y en la U irrumpió Marcelo Salas. El Beto fue un suceso y se proclamó goleador del torneo con 33 tantos. Ronald Fuentes enfrentó en esas campañas al ídolo de San Lorenzo de Almagro e internacional argentino. “Jugaba muy bien de espaldas, con marca sabía girar, muy potente, de excelente técnica y rápido. Junto al Tunga y el Heidi (Pedro González) te hacían la diferencia. Si los ibas a marcar encima, giraban contigo y te dejaban atrás. Ni hablar de la definición, extraordinarios”, recuerda el mundialista de Francia 98. “El Beto, con espacios y lanzado, era imparable”, acota Zunino.
Sergio Vargas y Ronald Fuentes vivieron la explosión de Marcelo Salas. El ex portero rememora el comienzo del temuquense: “Tenía una voracidad de gol impresionante. Eso sorprendía, sobre todo a nosotros cuando empezó en los primeros entrenamientos. Peleaba todas las pelotas, muy bueno técnicamente, sabía jugar de espalda, de frente, cuando se enganchaba era un buen habilitador, muy oportunista, sabía donde podía caer el balón, anticipaba, tenía movilidad. Un goleador de estirpe”. El actual entrenador ratifica la opinión del golero: “El más completo de todos los que actuaron en esos años. Era fuerte, inteligente, ambidiestro, buen juego aéreo. Por algo triunfó donde triunfó”.
En 1995, Ivo Basay retorna el fútbol chileno. Después de triunfar en el Necaxa de México, con una corta estada en Boca Juniors, el Hueso vino al Cacique en la segunda rueda. A los 29 años tuvo una actuación sobresaliente en un equipo sólido, que no brillaba desde lo estético, pero sí por su solidez. Zunino comenta que “era un delantero muy fuerte, a pesar de ser delgado lo chocabas y te dolía todo. Conocía el puesto, le dabas un centímetro y te comía. Era rápido, con buen brinco, mucho carácter y vivo en el mano a mano”.
Los años 90 muestran la presencia de Pedro González. El valdiviano surgió del club de su ciudad y se dio a conocer en el Mundial Sub 20 de 1987, el mismo torneo en el que Luka Tudor encabezó el ataque del cuadro que dirigía Luis Ibarra y se ubicó en el cuarto lugar. El zurdo no caminó en Unión Española y revivió en Coquimbo Unido, en una campaña histórica en 1991. Ese cuadro de José Sulantay llegó a la Copa Libertadores. Contragolpeador excepcional, buen ejecutante de tiros libres, Cobreloa lo sumó en 1993. Le costó al principio, pero después fue determinante. Un proceso similar al que vivió en la U en el segundo semestre de 1997, cuando ancló en el Chuncho. Una característica del Heidi era su capacidad para jugar contra defensas pobladas. Su conducción veloz, pegada al botín y disparo a la carrera generaban daño.
Zunino recuerda a Flavio Maestri y Juan Carreño, dos nueve de envergadura, y a Alejandro Glaría, con recorrido en Wanderers, la UC, Coquimbo y Cobreloa. “Maestri era un jugador de selección, rápido, potente, cabeceador, hacía valer su presencia. Me tocó sufrirlo en un partido por Audax, cuando me ganó por dos centímetros y perdimos 1-0. El Candonga cabeceaba muy bien, fuerte, te guapeaba todos los balones, te metía el cuerpo, pero muy leal. El Hueso Glaría era dinámico, rápido, te apretaba al salir, incansable, picaba siempre, no te permitían descansar. No me olvido del pelao De Luca (Carlos Gustavo), tremendo juego aéreo y fuerte en el área. Otro era Marcelo Corrales, incombustible. Le gustaba el gol, estaba cerca del arco, te metía las manos, la cadera, te agarraba la camiseta, trataba de sacarte del partido, era rebotero. Se movía mucho. Si no lo anticipabas se te complicaba, porque le sobraba barrio”, cuenta el excapitán audino.
Los siete goles de Luka Tudor a Marco Cornez, en el 8-3 del torneo de 1993, forman parte de la escenografía de esos años. El actual comentarista de radio ADN y ESPN imponía su frialdad. En el mano era letal y quizás de los mejores definidores con gambeta larga. La UC disfrutó del maravilloso 1996 de Sebastián Rozental. Pocas veces un atacante fue tan decisivo. Por algo lo vendieron al Glasgow Rangers de Escocia. No valorado fue Rodrigo Barrera, una debilidad de Mirko Jozic en Colo Colo, de decisivas actuaciones en Universidad Católica y Universidad de Chile.
¿Son distintos los atacantes de los 90 con relación a los actuales? Ronald Fuentes entrega un juicio técnico: “Todos los delanteros que se recuerda de los 90 erna goleadores. Si les dejabas un espacio te marcaban diferencias. Si a De Luca lo dejabas cabecear con tranquilidad, te hacía el gol. Mario Vener, si le dabas espacio, te desequilibraba. El Tunga, si giraba, te jugaba individual y te hacía el gol. Basay en el mano a mano, si lo dejabas, chao. Eran tipos que iban a buscar el arco, que a veces se enganchaban, pero casi siempre jugaban cerca del área. Eran goleadores de raza, no como ahora, donde los delanteros tienen la tendencia a retroceder mucho, juegan más lejos del área. Muchos tenían un gran biotipo, otros eran muy rápidos y los bajos poseían mucha velocidad”.
El abanico es amplio, con nombres que permanecen en el imaginario de los hinchas. En Temuco no olvidan al boliviano Álvaro Peña y al uruguayo Carlos María Morales, de buenas campañas en Unión Española. El zurdo Cristián Montecinos dejó huella en Concepción y Santa Laura, mientras en Antofagasta rememoran a los charrúas Daniel Fascioli, Sergio Vásquez y el argentino Gabriel Caballero (era volante), máximo artillero del 95 junto al Tunga González. Rubén Vallejos mostró su fuerza en los Pumas y Puerto Montt, tal comoel generoso Fernando Vergara en Fernández Vial, Antofagasta y Colo Colo. El paraguayo Hugo Brizuela, incómodo para los zagueros rivales, fue ídolo en Audax Italiano.
No es bueno opinar desde la nostalgia, pero estos delanteros, en la actualidad, con seguridad serían titulares en el grueso de los conjuntos de Primera y algunos y otorgarían mayores opciones en la Copa Libertadores.