El anuncio de Aníbal Mosa, sobre la remodelación del estadio Monumental, sorprendió. Más aún cuando cerca de la junta de accionista de abril, el principal controlador de Colo Colo cuestionó el proyecto de su antecesor Alfredo Stöhwing. El anuncio de Harold Mayne-Nicholls como gestor de la iniciativa aportó mayores condimentos a la iniciativa que se enmarca en la celebración del centenario del Cacique.
No hay duda de que los albos necesitan con urgencia un nuevo estadio o bien una refacción profunda, que responda a las necesidades institucionales del club más popular del país. El actual campo de Macul cumplió un ciclo y ya no es adecuado para los hinchas del elenco popular. Mosa habla de 100 millones de dólares, pero la inflación que sufrió la construcción en los últimos años y el desarrollo tecnológico hace pensar que el presupuesto rondaría los 150 millones de dólares, de acuerdo con las estimaciones de especialistas en la materia.
Mayne-Nicholls explicó que el modelo de River Plate es una alternativa a observar. El camino apunta a avanzar por etapas y cerrar el estadio sólo cuando sea necesario, para no perder la localía. El momento actual del Estadio Nacional, en que el fútbol comparte con la industria de los conciertos, hace inviable pensar en coliseo de Ñuñoa como alternativa para ser local.
La UC y su nuevo San Carlos de Apoquindo
Lo relevante es que Colo Colo asume el problema y retoma el plan de un Monumental acorde al Siglo XXI. Universidad Católica fue la pionera y espera inaugurar el nuevo San Carlos de Apoquindo a finales de este año, y si no se puede, a principios del 2025. Se demoró más de lo expuesto por la dirigencia, porque la contingencia supera las expectativas.
Resulta innegable que la clausura de San Carlos tuvo consecuencias deportivas y económicas. La UC se hace fuerte en la precordillera y ahí comentó buena parte del tetracampeonato. Al profundizar, se observa que, de los 16 títulos nacionales obtenidos por los cruzados, 10 fueron en la cancha de Las Condes
En el plano económico, arrendar Santa Laura, El Teniente de Rancagua y el Ester Roa de Concepción, por mencionar tres recintos, mermó la capacidad competitiva del club. A esto se suma el mayor gasto operacional y las molestias para los hinchas, que debieron trasladar su fervor semana a semana.
Problemas más o menos, lo concreto es que Colo Colo y Universidad Católica emprendieron el reto y en la medida de sus posibilidades, van por un estadio nuevo. Un escenario que obliga a Universidad de Chile a pensar en serio la edificación de un coliseo propio. Las vicisitudes para asegurar el arriendo del Nacional otorgan inestabilidad a la calendarización y complican a la liga.
El estadio de la U es un tema sensible. En varias ocasiones los hinchas se ilusionaron, pero la frustración se instaló porque hubo errores políticos a la hora de plantear la iniciativa. El mínimo rumor levanta de inmediato protestas de los vecinos al sector aledaño al campo elegido. La violencia de un sector de la barra siempre se esgrimió como razón para impedir que el estadio azul fuera una realidad.
Si en algún instante se mencionó que la inestabilidad deportiva impedía pensar en un estadio, la fuerza de los hechos determina que Azul Azul apure la elaboración del proyecto que permita a la U jugar en su casa. Existirán argumentos variados para plantear que de pronto no están las condiciones para afrontar un desafío de esa envergadura. El tema es que los fieles seguidores del Chuncho miran a sus dos rivales clásicos y observan que ambos darán un paso gigantesco.
Mientras la Copa América y la selección chilena se lleva las miradas, acá encontramos un tema de fondo que con seguridad marcará la agenda futbolera.