Allá por comienzos de la década de los 70 nos juntamos en la Universidad de Chile un grupo de adolescentes que estábamos convencidos que quienes habían escrito la Biblia eran los periodistas de El Gráfico. Porque todos habíamos entrado a estudiar Periodismo inspirados en Ardizzone, Juvenal, Onesime, Irusta o Robinson.
Dicho en otras palabras, el Flaco Bruna, el Negro Escárate, el Polaco Ochoa, Luis Urrutia y yo, en lo que a fútbol se refiere, éramos argentinófilos hasta la médula. Y, por ende, hinchas de River (El Más Grande) o Boca.
Salvo una excepción: Igor Ochoa. Que no sé porqué era fanático de Huracán.
Y a él fue a quien le escuché por primera vez hablar de un entrenador que estaba rompiendo los moldes con el equipo de El Globito: un tal César Luis Menotti.
Después, con la campaña de ese Huracán del 73 y su posterior llegada a la selección argentina que levantó la Copa del Mundo en 1978, no hubo vuelta atrás: ese Flaco se transformó en ídolo del grupo en cuestión, sin ninguna objeción posible.
En lo particular, reconozco que mi admiración hacia el personaje era superior a la devoción por el entrenador. Compartía plenamente su gusto por el fútbol bien jugado, por la tenencia, por los jugadores talentosos, por la pelota al pie, por su valentía para decir a quien lo quisiera escuchar en Argentina que Pelé fue mejor que Maradona y Messi.
Y sin embargo no compartía del todo su lirismo táctico. Su apego exclusivo y total al espectáculo por sobre el resultado. Me costaba entenderlo y aceptarlo. Como me cuesta entender y aceptar un cuadro de Picasso o un libro de Kundera. Tal vez porque ellos eran verdaderos genios y yo estoy muy lejos de serlo.
Volviendo a Menotti. Como jugaban sus equipos de medio campo hacia el arco contrario lo calificaba con nota “7″ y más si se pudiera. No así de medio campo hacia su propio arco.
Por ejemplo, tácticamente nunca entendí su empecinamiento en defender en línea, dejando muchas veces expuesto a su arquero a enfrentar mano a mano al delantero que entraba solo. Como lo hizo el Pato Fillol en aquella famosa atajada al holandés Rensenbrink y que fue clave para que Argentina ganara su primer título mundial.
Tampoco su rechazo total a la marcación al hombre (“eso es faltarle el respeto a un futbolista, es condenarlo a no jugar para que tampoco pueda jugar el otro”), en lo que se diferenciaba a ultranza, por ejemplo, de Mirko Jozic, que cimentó la base del Colo Colo 91 en el trabajo defensivo que se fortalecía en un líbero (el Chano Garrido) y dos stopper (Javier Margas y Miguel Ramírez).
No sé si el Cheíto lo habrá dicho alguna vez públicamente, pero él pensaba como Menotti y aunque cumplía obedientemente lo que le pedía Mirko, nunca se sintió satisfecho. Por el contrario, estaba convencido que, al mandarlo a marcar a Latorre, por ejemplo, estaban limitando sus capacidades futbolísticas.
Podría estar escribiendo de César Luis Menotti horas y horas, pero lo mejor (para poder terminar esta columna) es una selección de sus 10 frases o reflexiones que más me impactaron:
- “Empecé a fumar a los 16 años cuando murió mi papá, para hacerme el hombre. Fumaba cuando salíamos, a escondidas de mi vieja, y también de los entrenadores. Sí le daba un poco más los domingos. Si ganaba porque ganaba, si perdía porque perdía o para festejar o para ahogar angustias. Pero fumaba poquito, uno después de comer, y a partir del jueves ya no fumaba. Hasta que agarré la selección argentina. En el Mundial del 78 me fumaba como mínimo dos cajetillas diarias. Una barbaridad. Para ser entrenador de una selección en un país donde todos opinan de fútbol hay que ser masoquista”
- “El clásico rosarino es el más caliente del mundo, sin dudas. Cuando era entrenador de Central, fuimos a jugar a la cancha de Newell’s; hacía como 23 años que Central no ganaba ahí, les ganamos y cuando salimos del estadio, vi a mucha gente arrodillarse delante del micro, llorando, una cosa de locos. Me acuerdo y todavía no lo creo”.
- “El mejor equipo que dirigí fue la selección que ganó el Mundial juvenil del 79 con Ramón Diaz y Diego como estandartes. Con ellos, laburé mucho desde chiquitos. Les decía que eran Pelé y Coutinho. El Pelado era 10 y lo puse de 9 para que pudiera jugar con Maradona. Ese equipo era especial, deleitaba hasta en los entrenamientos; Simón y Rossi eran dos centrales del carajo: salían jugando desde el área chica”.
- “Correr mucho en el fútbol no significa disputar, chocar, dar patadas. Todos hablan de correr cuando la pelota la tienen los contrarios, pero cuando la tenemos nosotros hay dos o tres corriendo y los demás miran. Y eso es imperdonable. No podés tener un equipo de pelotudos que corren para dar patadas y para quitar la pelota y cuando la recuperan se la pasan a un delantero y se quedan esperando a ver si hace el gol. ¡No, viejo, mové el culo, corré, mostrate, acompáñalo!”
- “Siempre tuve mucho respeto por Bielsa como persona, más allá de cualquier diferencia que tenga con su manera de ver el fútbol, es un tipo que dignifica el laburo, un tipo serio, que habla de fútbol de verdad y no dice boludeces. Muchos alaban como juegan sus equipos, pero a mi no me gusta el fútbol tan mecanizado. Prefiero los entrenadores como Guardiola que le dan libertad a sus jugadores en la cancha”
- “El mejor de todos los tiempos fue Pelé, sin dudas. Cuando se habla de fútbol, a Pelé lo saco, porque es un extraterrestre, de otro planeta. Fui su compañero en Santos, lo enfrenté varias veces también, y era una cosa de locos. Saltaba a cabecear y Rattín, que es muy alto, le llegaba a los huevos”.
- “Para mí, el fútbol tiene cuatro acciones: defensa, recuperación, gestación y definición. Cuatro acciones. Dos de esas acciones tienen mucha dependencia individual. O sea: los goleadores y los defensores de área chica, que hay muy pocos de ambos. Pero, ojo, que para que esas cuatro acciones resulten la clave es tener siempre la pelota. La tenencia de la pelota no es ninguna estrategia, es una necesidad, porque la pelota es la que no te deja perder, la que te hace ganar”.
- “¡Qué raro! Un hombre tan culto que habla todo el tiempo de fútbol. Fue lo que me dijo Jorge Luis Borges, al despedirse, cuando nos juntaron para hacer una nota en su casa. Y al saludarme, cuando llegué me señaló: “Usted debe ser famoso. Cuando dije que venía para acá, esta casa se revolucionó. La empleada me dijo que no se podía ir sin darle un autógrafo. Y le reproché que a mí jamás me habían pedido uno”.
- “Sigo sin aceptar que se ponga en duda aquella victoria por 6-0 ante Perú en el Mundial del 78. Hay que ser muy hijo de puta para decir que algún jugador peruano se dejó ganar. Es como poner en dudas que Carlos Monzón fue campeón del mundo porque era el mejor boxeador en su momento. O Guillermo Vilas en el tenis. Inventaron todas las cosas imaginables y hasta atribuyeron nuestra victoria a la dictadura que había en Argentina. Fueron campeones gracias a Videla, decían. Y era exactamente al revés: fuimos campeones a pesar de que gobernaba Videla”
- “La cantidad de pelotudeces que dijeron en Argentina luego de esa final por penales con Chile por la Copa América. No perdería ni un minuto en escucharlas. La final se perdió contra una gran selección como la que tenía Chile. Si saco a Messi y pongo a los diez argentinos contra los diez chilenos, no tenemos mejores jugadores que los que tenían ellos. Chile logró ese funcionamiento a lo largo de los años, con un proyecto serio y además tenía un muy buen entrenador como Sampaoli. No perdimos contra Irak o una selección de mierda. Perdimos con la que debe ser la mejor selección chilena de todos los tiempos”.
Por Gerardo Ayala.