Antes del gris mediodía santiaguino, el departamento de comunicaciones de la ANFP informó que, por motivos personales, Carlos Palacios era liberado de la concentración de la selección nacional.
Una decisión que el volante de Colo Colo toma justo cuando la Roja termina última en la primera rueda de las eliminatorias a la Copa del Mundo 2026. “Motivos personales” es casi tan amplio como una querella “contra todos quienes resulten responsables”, ese eufemismo que escuchamos de manera recurrente y que sirve para salir del paso.
En este caso hay un antecedente que genera dudas sobre la verosimilitud de la determinación de Palacios. Sus declaraciones después del partido frente a Universidad Católica, cuando confesó dudar sobre su concurrencia a Juan Pinto Durán, debido a los partidos pendientes que afrontaría Colo Colo, vitales en la lucha por el título con Universidad de Chile.
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La única manera de que le creamos a Palacios es que no sea citado al cotejo del miércoles frente a Unión La Calera.
Difícil, muy difícil.
Esta historia la conocimos en los caminos a Japón-Corea 2002 y Alemania 2006, cuando muchos futbolistas, ante el gris escenario, encontraban variados subterfugios para no venir a la selección chilena. Tal como en esas ocasiones, el principio no puede alterarse. Ser parte de la Roja es el mayor honor y reconocimiento que un jugador puede recibir.
El desplante de Palacios, salvo que “los motivos personales” sean muy atendibles, tiene que alejarlo de manera definitiva de las convocatorias. A la Roja, sea cual fuera el momento, se le respeta siempre. En las buenas y en las malas. Chile no es moneda de cambio, no es un trampolín que utilizo cuando me conviene.
En la determinación de Palacios se aprecian los graves problemas de formación y educación que tienen muchos de nuestros jóvenes, en especial los que forman parte del fútbol profesional. De todas formas, a los 24 años, es un adulto responsable, consciente de sus decisiones.
¿Pierde mucho Chile sin su presencia? Poco. Palacios es un jugador normal, un buen asistidor, de buena técnica, pero con escasa aceleración para la competencia internacional. El ritmo de juego a nivel de selecciones lo supera.
De pronto, la escasez de futbolistas creativos nos lleva a sobrevalorar a jugadores que en otros tiempos sólo hubieran pasado por Pinto Durán en una micro… Carlos Palacios es un jugador correcto, que por ejemplo en los Colo Colo 79 y 81 no hubiera jugado. En el del 91 no estaría entre los citados y en el ciclo de Borghi tendría que pelear fecha a fecha por conseguir el cupo en los convocados.
Lo anterior se amplifica en la selección nacional, donde quizás en la catástrofe de las eliminatorias de 2002 su nombre hubiera sido relevante. Jugadores de la envergadura de Luis Jiménez y Jaime Valdés, en el mejor momento de sus carreras, con experiencia en Europa, no lograron asentarse en la Roja porque estar entre los 24 era muy duro.
Viene el duelo frente a Colombia. Se enfermó Esteban Pavez, se citó de urgencia a César Pérez, mientras Erick Pulgar y Paulo Díaz están en condiciones de jugar. Hubo un alza sustantiva frente a Brasil, más allá de la derrota.
Hay que seguir en la batalla, con la frente en alto y los soldados que estén dispuestos para ir al combate.