Adiós al Flaco Menotti

En 1993, en la revista Don Balón entrevistamos a César Luis Menotti. Una charla que se dio en el viejo hotel Carrera. Esta entrevista quedó registrada luego en el libro “Los Grandes, diálogos con hombres de fútbol”. Pasaron más de 30 años y no pierde vigencia.

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La tarde del 25 de junio de 1978, mientras todos celebraban el campeonato del mundo, César Luis Menotti tuvo una frase que retrató su filosofía futbolística:

–Este es un homenaje al viejo y querido fútbol argentino.

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Desde esa fría jornada pasaron muchas cosas en la historia del Flaco. Sin embargo, su discurso se mantuvo inalterable, fiel a su ideario del fútbol sin trampas.

Menotti inicia un dialogo provocador. No existe espacio para eludir ningún tema. Coherente en su argumentación y sin caer en absolutismos. Cuesta rebatirle.

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–El fútbol es una excusa para ser felices y por eso ningún técnico tiene derecho a condenar al futbolista a no jugar, a mandarlo a una cancha y no dejarlo jugar. Por eso el punto de partida para cualquier técnico y equipo es el respeto. Primero, por uno mismo y la actividad que realiza; luego por el reconocimiento que los rivales tienen de uno. Eso va ligado con la intención de una idea futbolística que apunta a jugar el juego. Para eso es necesario un proyecto que requiere un tiempo de maduración, un tránsito natural para lograr cosas importantes. Son cosas obvias, si revisamos los libros, porque todos los grandes equipos de la historia necesitaron un tiempo. Claro, esto lo cuestionan los resultadistas, los mercenarios del punto, los que por miedo e incapacidad piensan que lo único es ganar, a cualquier precio, haciéndonos creer que la eficacia no puede ir acompañada de la belleza. Eso es falso. El fútbol es belleza, pero implica eficacia.

Está más canoso, Menotti. También con menos pelo. Pero igual de enjuto. Igual de incisivo. Con la película clara.

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–Cuando algunos dicen que en el fútbol lo único es ganar, yo les contesto con el siguiente ejemplo: en el estadio lleno, se preparan River y Boca. De pronto se dice por los altavoces que se declaró ganador a Boca. ¿Los hinchas de Boca se irán contentos de la cancha? Nunca. Es lógico que nadie quiera perder, porque es algo obvio, pero tampoco se puede ganar de cualquier manera.

Menotti, rosarino, hace una pausa. Enciende otro cigarrillo. Aquí viene de nuevo.

–Es cierto que en el fútbol se necesita esfuerzo, porque éste muchas veces emociona, pero siempre será determinante el talento porque sensibiliza. Hay algunos que les gusta ir a ver a un gran stopper. A mí me gusta el fútbol y prefiero a Roberto Baggio porque crea.

–...

–Este tema me gusta ejemplificarlo con la NBA. No existe en el mundo un espectáculo –un deporte– más eficaz que el básquetbol que juegan Jordan, Johnson o Barkley. Pero tampoco existe otro deporte más bello que ese en la actualidad, porque lo que hacen esos monstruos es algo que da la posibilidad del recuerdo. Si uno revisa el boxeo, es cierto que Rocky Marciano fue un gran campeón, pero los Leonard, los Clay, los Joe Louis son los tipos que provocan una emoción distinta y por eso trascienden.

–¿Se siente reconfortado cuando ve que los principales equipos del mundo, léase Barcelona, Sao Paulo,

Parma, Milan y Colombia, por nombrar a algunos, utilizan una defensa zonal? Usted la pregonó hace más de una década.

–En Sudamérica no tanto, porque fue algo que se practicó siempre. En el mundo del fútbol europeo lo de hoy es una revolución, sobre todo cuando uno recuerda que después del Mundial de España todos hablaban del líbero y del stopper. En ese momento yo dije que Italia, el campeón, jugó muy mal y recibí muchísimas críticas. Lo dije porque pensaba que en Italia se podía jugar mejor y hoy la gente reconoce al Parma, al Milan y al Foggia como equipos a imitar, que llevan gente al estadio. Vuelvo a decirlo: un director técnico no tiene derecho a condenar a un futbolista a no jugar y eso ocurre cuando se hacen las cosas de la otra manera. Yo digo que en el mundo hay un fútbol de ultra izquierda y otro de ultra derecha. Yo me incluyo en el primero, porque los hombres de izquierda son amantes de la libertad, de la creatividad y la prudencia; en cambio, la derecha apunta al egoísmo, al ser individualista, que transforma al hombre en un objeto de consumo y, en cierta medida, en algo utilitarista, donde no disfruta porque es una pieza más.

Otro cigarrillo, otra pausa. El piano del salón sigue allí. Menotti suelta el freno:

–El 90 por ciento de los periodistas italianos hoy está en contra del catenaccio. Cuando se decía que jugando en zona no se ganaba, en Italia, donde son los reyes del líbero y el stopper, el Milan, el Parma y el Foggia demuestran que se sí puede ganar. Y en eso hubo un análisis cobarde: los que salían a criticar cuando un equipo que achicaba, hacía zona y perdía, luego no decían nada cuando ganaba. Esos mismos no decían que los equipos que hacen marca al hombre se van al descenso. La Fiorentina, jugando así, se fue al descenso. Pero claro, ahí no salieron los críticos de la zona. Esto no quiere decir que jugando de esta manera se tiene asegurado el éxito, porque decir eso sería una imbecilidad. Solo sirve para constatar que en el fútbol, como en la vida, nada garantiza la invulnerabilidad.

–Pareciera que en Sudamérica asistimos a un fenómeno similar. En la última Copa Libertadores el campeón fue Sao Paulo, le siguió Universidad Católica. América de Cali llegó a semifinales.

–Sí, son equipos que primero salen a dar espectáculo. A mí me gustaría rescatar lo de Católica, que estuvo a punto de ganar la copa y que, a pesar de no conseguirlo, marcó un camino, un estilo y una coherencia. Es cierto que en Sao Paulo se comió un 5-1, pero hizo un buen partido, salió a jugar y en los primeros 25 minutos tuvo tres o cuatro ocasiones. Si las concreta no sé qué hubiera pasado. En cambio Newell’s Old Boys fue a jugar con el mismo rival, no pegó un tiro al arco en el primer tiempo y al final perdió cuatro a cero. Eso está diciendo que es preferible intentar, atreverse a dar el salto.

–¿Cómo ve al fútbol chileno?

–No puedo opinar de algo de lo que no estoy al tanto, pero no es una novedad que Chile siempre tuvo buenos jugadores, aunque con la selección muchas veces no se reflejaba. Es algo similar a lo que ocurría en Inglaterra, donde con una competencia apasionante, con partidos en que la pelota pasaba 20 veces por cada área, a nivel de selecciones las cosas no marchaban de la misma forma. El primer paso es lograr el respeto y el reconocimiento, que los rivales digan: “Ah, cuidado, jugamos con Chile”.

–¿Qué jugadores nacionales le llaman la atención?

–Está Iván Zamorano, que llegó a donde llegó porque se sacrificó y trabajó, venciendo enormes dificultades como jugar en Suiza, un país absolutamente distinto a los nuestros. Pero también está Ivo Basay, en mi opinión el mejor extranjero del fútbol mexicano; un jugador que mientras estuve allá lo vi actuar al nivel Maradona en 1986. Anda realmente extraordinario.

Guste o no, Menotti es un referente del fútbol mundial. Por eso su opinión sobre el juego que se está desarrollando hoy tiene importancia.

–Me gustan el Parma, el Tenerife, el Foggia, el Milan, el Ajax de la última temporada, aunque ahora le vendieron a muchos jugadores. En general, me atrae el fútbol holandés porque es generoso en su sentido colectivo. El fútbol inglés, porque siempre emociona, más allá de los errores tácticos. Aunque aquí lo fundamental son los músicos. Los jugadores son los músicos y vos como técnico tenés que adaptarte. Sin músicos no podés hacer una orquesta. Lo grave es que con buenos músicos hagas una bandita. Estos equipos me gustan porque son protagonistas, tiene respeto por la gente y colaboran con el espectáculo. Nombro siempre al Foggia, porque sin estrellas está en la mitad de la tabla. En cambio, cuadros como la Juventus de Trappatoni ganan, pero no emocionan.

–Por lo que comenta, su discurso no aró en el desierto.

–No sé, lo que tengo claro es que, si uno no lucha, es mejor que se mate. Yo siento la satisfacción de la gente que me rodea. Al fútbol lo viví y lo vivo de acuerdo a como siento debe ser mi conducta. Uno es uno, integra una sociedad, tiene obligaciones. Tiene caminos para elegir. Por ejemplo, como periodista, tenés la opción de ser amarillo y obsecuente. En el caso de algunos técnicos, ellos son tramposos y egoístas, hablan de que el rival es un enemigo al que hay que matarlo, pero en la cancha. Después, fuera del trabajo dicen ser otra cosa. Yo no entiendo esa dualidad. Uno es como es todo el día y no una persona de dos a cinco y otra de ocho a doce.

Los cigarrillos no se acaban. Menotti apaga uno y enciende otro. Toca ahora dos temas a los que recurre con frecuencia: la identidad futbolística y el talento.

–El fútbol es un hecho cultural, un lugar de expresión, al igual que la paella que cocina tu vieja. De esa misma manera, el futbolista se expresa de acuerdo a su paisaje. No es lo mismo un jugador chileno que uno alemán, porque tienen características distintas. Sin embargo, existen casos que rompen con estas reglas y son los universales, los Neruda, los Serrat, los De Lucía. El futbolista es un artista, un tipo sensible, que tiene un talento especial, pero que debe trabajar para mejorarlo. Te pongo el caso de García Márquez. Un día le preguntaron cómo había escrito Cien años de soledad. Y él contestó: “Con el culo”. Claro: él tiene talento, pero debió pasarse dos años y ocho días, o no sé cuantos más para escribir un libro de esa jerarquía. Con esto quiero decir que el talento está, pero siempre íntimamente ligado al trabajo y a la claridad que se tenga.

–¿Colombia es el ejemplo del trabajo y la coherencia?

–Sí, porque han mantenido, con enormes presiones, pero con mucha coherencia, una línea. Ellos, a favor de modificar una idea, que alquilaron y que algunos les intentaron vender y que hoy se ufanan de sus éxitos, se ganaron el respeto. Consiguieron el punto de partida.

–México es otro de los que sube. Allí estuvo usted, donde fue atacado, pero los jugadores siempre lo recuerdan como gestor de una base importante de los éxitos.

–Lo que pasa es que algunos, en aras de un nacionalismo y chauvinismo, no saben qué decirte y te llaman “extranjero”. Sin embargo, usan la penicilina. No los entiendo. Los futbolistas son los únicos capaces de hacer un juicio porque trabajaron contigo. El tema es que cuando te vas, pasa el tiempo y dicen algo positivo. Yo sólo busqué marcar un camino, definir una manera de jugar. Hacerles entender que el fútbol no es joda, que es serio, y basta con correr, gambetearte a dos y saltar. Es como una partida de póker: el buen jugador sabe qué hacer si no tiene los cuatro ases, pero el que no sabe jugar, ¿cómo hace el día que no puede ligar los cuatro ases? Yo luché porque entendieran que se puede jugar mejor e intenté trasladar lo que sé.

Se acaba el tiempo, pero surgen dos temas inevitables. Uno es de siempre, su antinomia con Carlos Bilardo. El otro es coyuntural: las reacciones en Argentina, luego de ser eliminados por Colombia el 5 de septiembre de 1993 en el Monumental, generaron posturas variadas. Para ir al Mundial de Estados Unidos debían afrontar un repechaje con Australia. El nombre de Diego Maradona apareció en ese equipo que dirigía Alfio Basile.

Menotti no titubea:

–El fútbol es evolutivo y dinámico, como toda actividad creativa. Aquí no sirve matar al abuelo para decir que lo de ahora es mejor que lo de antes. El talento no se discute. ¿O acaso Chopin no podría tocar ahora porque no es un músico moderno? ¿Qué quiere decir moderno? Porque en nombre del modernismo se hace cualquier cosa. Algún imbécil puso el inodoro arriba de la mesa y por eso se calificó de moderno. Hoy algunos califican a un técnico de bueno o malo porque ve o no ve videos y no miran el trabajo en la cancha. Ver el fútbol por videos es como ver el cine por televisión. Basta de engrupir. A Hugo Gatti, por decir que como amante del fútbol había disfrutado con la forma en que Colombia ganó a Argentina, y con el dolor que uno siente porque a su país le fue mal, se le atacó con un sentimentalismo y patriotismo imbécil. Uno dijo que no pudo dormir por la derrota. ¡Es una mentira! Y si es cierto, no se dice, porque está tratando de hacerse el bueno con una situación dolorosa. Es grave y triste que se diga que si el equipo no va a un Mundial los jugadores se van a tener que disfrazar de árabes y arrancar del país. Esto es un juego hermoso.

Menotti hace una pausa. Otro cigarrillo.

–Para mí el que dijo eso lo hizo para hacerse el importante o bien para darse importancia. Yo digo que dormí bien y rescaté la goleada como mensaje, porque como decía Etcheverry: de la historia debemos sacar conclusiones para el futuro. Argentina ganaba y jugaba mal, pero igual salían y tiraban bombas. Yo creo que hubo sectores del periodismo que armaron todo este drama de la eliminatoria porque les preocupaba que no viajaban al Mundial. Esos son los obsecuentes. El otro día escuché al director de Le Monde decir que estamos viviendo la censura de la democracia. Y es cierto, porque se le aplica censura a los que disienten del oficialismo, y los que tienen la palabra son los obsecuentes, los que se alistan con los del poder de turno.

–Como sucede en los partidos del Nacional B argentino, donde uno ve patadas y tipos corriendo, y sin embargo el comentarista encuentra eso fantástico.

–Claro, porque ese periodista, en su sumisión obligada, encuentra interesante un partido que fue una porquería. En su mediocridad, ese tipo no entiende que el dueño del canal no le va a decir nada si dice que el juego fue malo, porque así él está defendiendo su integridad profesional.

–Dígame algo de sus diferencias con Bilardo.

–Sólo digo que a él le gusta Julio Iglesias y a mí, Serrat; que él disfruta con un best seller y yo con Benedetti; él dice que el tango y el folclore son antiguos, pero yo escucho al gordo Aníbal Troilo.

Por Danilo Díaz. 1993

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