- “Yo miro mucho fútbol todas las semanas y veo que los porteros chilenos de hoy no saben cortar centros, no saben salir al punto penal, no eligen bien sus perfiles. Tienen falencias básicas”, opina el ex seleccionado Óscar Wirth.
- ““Hay poco alcance de las extremidades y un nivel bajo de explosividad, pensando en la velocidad de la alta competencia. Ahí debemos enfocarnos cuando formamos arqueros”, advierte Tomás González, preparador de la U. de Chile.
- “Hoy, un portero que quiere llegar a un mercado más exigente que el nuestro debe medir, al menos, un metro 88”, afirma José Ovalle, ex preparador en la Selección Chilena.
Es difícil y hasta anecdótico hoy -y por eso se resalta- que un club chileno de Primera División tenga como portero titular a un arquero nacido en el país. Menos común aún es que tenga menos de 25 años.
Hay excepciones, por cierto.
En Audax Italiano, el año pasado terminó jugando Tomás Ahumada, uno de los porteros de mayor proyección en el fútbol chileno, pero luego de salir de una lesión, sólo agarró camiseta titular cuando rescindió su contrato en forma anticipada el veterano (38 años) portero argentino Óscar Ustari.
Otro caso singular fue Universidad Católica que, tras la larga permanencia del argentino nacionalizado Matías Dituro, empezó 2024 apostando por el joven Thomas Gillier (20 años) y luego asentó al también portero nacional Sebastián Pérez, pero que tiene 34 años.
Curiosamente, y como no ha pasado habitualmente en los últimos años, en Colo Colo, el iquiqueño Brayan Cortés fue titular y en Universidad de Chile también hubo presencia nacional con el porteño Gabriel Castellón. Pero ambos ya están en su etapa de madurez competitiva. Cortés tiene 29 años y Castellón, 31.
Igual llamó la atención porque ambos clubes, cada vez que buscan arqueros, miran primero al otro lado de la cordillera.
Con la Selección Nacional, ha pasado algo que también es digno de analizar.
Tras la larga y exitosa historia de Claudio Bravo en la Roja, no ha habido un reemplazante obvio en la titularidad (primero fue Gabriel Arias, hoy es Cortés). Y tampoco existe certeza (sólo gustos personales) de parte de los seleccionadores en torno a los jóvenes de proyección (Ricardo Gareca ha elegido a Lawrence Vigouroux y a Vicente Reyes en ese casillero).
¿Para atajar o para jugar?
¿No hay arqueros calificados en Chile? ¿No existe recambio? Y de ser así, ¿cuál es la razón de ello? ¿Mala formación? ¿Biotipo? ¿Falta de oportunidades al llegar a los primeros equipos? Especialistas en el tema creen que es una suma de todos esos elementos.
Óscar Wirth (69), ex arquero seleccionado chileno y preparador de porteros, abre los fuegos y su crítica es dura. No duda al señalar que “hay que preguntarse si en verdad en Chile hoy hay buenos arqueros desde el punto de vista técnico. Y mi respuesta es que no, no los hay. Yo miro mucho fútbol todas las semanas y veo que los porteros chilenos de hoy no saben cortar centros, no saben salir al punto penal, no eligen bien sus perfiles. Tienen falencias básicas. Eso es grave y por eso hoy es tan difícil encontrar un arquero para la Selección. Brayan Cortés, quien hoy es titular, fue ahora campeón con Colo Colo y todos lo dejan como de lo mejor del torneo y se olvidan que tuvo varios partidos malos, que se comió goles. Cortés es bueno, pero no tiene un nivel para destacar más que en Chile o en alguna liga un poco mejor. Y viendo cada caso, es difícil hoy pensar que exista otro que pueda tener esa calidad”.
Wirth derechamente siente que hay una grave falencia hoy a nivel formativo. “Acá existe una creencia casi unánime que a los chicos que son arqueros hay que enseñarles a jugar con los pies porque así lo impone en fútbol moderno. Eso es falso porque es Pep Guardiola y el barcelonismo el que siente que el portero debe ser casi un líbero. Pero ese fútbol no es el de los chilenos, y no podemos copiarlo porque no somos como los europeos. Aquí hay que volver a dejar establecido que lo importante de un arquero es atajar, usar las manos, enseñar a poner el cuerpo. A eso después se le puede agregar lo otro, dentro de las posibilidades y necesidades. Pero falta un proceso de adecuación en nuestra enseñanza, en el proceso formativo. Ahí debemos empezar a poner el acento, porque ahí estamos al debe”.
Exceso de preparadores, no todos calificados
El proceso de formación a nivel de divisiones menores al cual alude Wirth es un tema recurrente, pero poco explorado. Y el debate parece necesario, tal como dice el preparador de porteros José Ovalle, quien hoy trabaja en Santiago Morning y fue miembro del staff técnico del DT Juan Antonio Pizzi en ese mismo club y luego en la UC y en la Selección Chilena.
“Los preparadores de arqueros chilenos, en general, tienen la inquietud de especializarse, de certificarse y de hacer cursos de actualización”, dice Ovalle. “El problema es que esto se ha mercantilizado. Hoy en Chile creo que hay 700 preparadores de arqueros. En el INAF egresan cada año 50 nuevos preparadores de arqueros y claro, el filtro casi no existe. Por eso el gremio se resiente”.
Ovalle pone el acento en la inexistencia de un plan transversal para la formación de los arqueros chilenos. “Cada cual trabaja de acuerdo a lo que piensa y a lo que requiere el entrenador del primer equipo. Está bien que sea así, cada uno tiene sus ideas propias. Pero deberían establecerse ciertos acuerdos básicos en Chile para tener un tipo de arquero chileno. Una matriz, al menos. Por eso es tan necesaria una Dirección Técnica Nacional”.
El preparador de Santiago Morning pone como primer objetivo la búsqueda de jóvenes con el biotipo que se requiere para destacar a nivel internacional. “Hoy, un portero que quiere llegar a un mercado más exigente que el nuestro debe medir, al menos, un metro 88”, afirma Ovalle.
Tomás González, preparador de arqueros del primer equipo de Universidad de Chile, coincide. “Esa es la talla que se requiere internacionalmente. El problema es que encontrar acá jóvenes que lleguen al metro 90 es casi como buscar al Hombre de las Nieves. La población en Chile está por debajo del metro 80-85. Pero es indudable que en el proceso de captación los clubes deben buscar a ese Hombre de las Nieves”, dice González.
Conformismo, limitaciones y el salto al primer equipo
El tema se profundiza y hay un aspecto en que José Ovalle coincide con el duro análisis de Óscar Wirth: el arquero nacional es limitado técnicamente.
“Concuerdo que en el proceso formativo está imperando la obsesión porque lo arqueros sepan jugar más con el pie que con las manos. Hay poco acento en el trabajo bajo los tubos. Y a ello sumo que, en general, a los arqueros chilenos les faltan ganas de aprender más del puesto. Son súper conformistas, más aún cuando ya han tenido cierto recorrido. Creen que si cortan bien un par de centros ya lo saben todo. En eso hay una diferencia con el portero extranjero que trabaja diaria e intensamente, aun siendo veterano. Y no hablo sólo de los argentinos, que son los más. Yo estuve en Unión Española hace un par de años y era impresionante la diferencia de calidad y tiempo de entrenamiento del panameño Luis Mejía con el resto de los porteros chilenos. Hablo de trabajo en el arco puro y duro”.
Tomás González, en tanto, detecta falencias específicas en muchos arqueros chilenos, lo que les resta opciones de llegar al máximo nivel competitivo. “Hay poco alcance de las extremidades y un nivel bajo de explosividad, pensando en la velocidad con la cual se está jugando en la alta competencia. Ahí debemos enfocarnos cuando formamos arqueros”.
González asegura que también es importante “hacer un trabajo en lo mental. Cada vez me convenzo más que eso es lo que marca la diferencia entre arqueros que, incluso, pueden tener un nivel parejo. Es un tema que debe estar presente en la discusión y por cierto, en el proceso formativo”.
Al hablar sobre si los arqueros jóvenes chilenos que son subidos a los primeros equipos están capacitados realmente para disputar y quedarse con el puesto de titular, hay matices en las opiniones. Óscar Wirth dice que muy pocos están listos y por eso los entrenadores prefieren arqueros argentinos, veteranos o casi sin historia que a uno formado en casa, mientras que Tomás González señala que “el proceso formativo de un arquero no termina cuando lo suben al primer equipo; ahí continúa, porque el joven se encuentra con una realidad distinta porque existe la presión, se juega a otra velocidad, se enfrenta a jugadores de mayor nivel y eso el arquero no lo vivió en las inferiores”.
José Ovalle sostiene que los casos son diferentes, de acuerdo a las personalidades de cada uno. “Claudio Bravo debutó en Colo Colo en la época de la quiebra. O sea, por una necesidad del club y respondió de inmediato, pese a ser menor de 20 años. Thomas Gillier es un caso parecido porque debutó en la UC con 18 años y ha respondido. En ambos casos, aparte de sus cualidades técnicas y sus mentalidades, hubo otro factor importante: fueron respaldados por sus entrenadores, que entendieron que un portero no se hace jugando cinco partidos, sino que en un par de campañas. Eso no lo comprenden muchos DT”.
El emblemático caso del arquero Julio Fierro
Daniel Morón (65), ex arquero y actual Director Deportivo de Colo Colo, concuerda en esto, pero cree que hay un grado importante de culpa propia en varios arqueros jóvenes que no logran desarrollarse como corresponde “por dejación propia”.
“El proceso formativo de los arqueros hoy en Colo Colo es súper profesional. Martín Gutiérrez, quien es el jefe de departamento de arqueros, es un chico muy preparado y entrega diversas herramientas, no se caza con una sola forma de enseñanza. Estamos muy preocupados del tema del biotipo y eso lo demuestra que hoy tenemos dos chicos por sobre el metro 88: Villanueva (1.89) y Maureira (1.93). ¿Cuál es la razón de que muchos no tienen oportunidades en el primer equipo? Hay varias, pero una creo que es fundamental: no luchan como se debe para ganarse las opciones”, dice el ex portero de los albos.
Morón no generaliza. Más bien, personaliza. Y cuenta lo que ha pasado con el gran proyecto que ha tenido Colo Colo en los últimos años: Julio Fierro.
“Técnicamente, él tiene todas las condiciones para jugar en buen nivel, pero tiene un problema que le ha costado superar: la tendencia a engordar. Eso lo notamos cuando pasó al primer equipo. Pensamos que se debía a un tema motivacional, ya que no le llegaba a oportunidad de jugar y que eso lo hacía ser más ansioso. Decidimos por eso mandarlo a préstamo a San Antonio Unido pensando que allá jugaría y se motivaría. Pero no jugó mucho y volvió con un peso de 113 kilos... Lo tomamos de nuevo, y en octubre pasado pesaba 90 kilos. Incluso Jorge Almirón lo felicitó. Ahora lo mandamos a Copiapó, con 22 años. Esperamos que dé el salto. Pero ya no está en nuestras manos. Depende de él…”