- “Mi técnico se acercó a preguntarme por qué lloraba, si era floja con mi asistencia a los entrenamientos. Me dijo que tenía talento y condiciones. Ahí, ‘a moco tendido’ me comprometí con él”, recuerda Valentina Toro su comienzo en el karate.
- Nicolás Ambiado corrió por primera vez en un karting cuando tenía 5 años, en un prototipo que le habían regalado a su hermana mayor. Después de un par de giros, preparadores y participantes se dieron cuenta de sus grandes aptitudes cuando encaraba las curvas.
La medallista de oro Francisca Crovetto bromeaba que tuvo que llegar a lo más alto del podio en los Juegos Olímpicos de París 2024 para llevarse el mayor de los honores de la cita, el Cóndor de bronce, con que reconoce el Círculo de Periodistas Deportivos al Mejor de los Mejores de la temporada.
La premiación de Mejores Deportistas reconoce el rendimiento anual al máximo nivel, pero, por lo general, el galardón no es consecuencia sólo de los logros recientes, sino que el resultado de un largo y sinuoso camino que ha llevado a los atletas a convertirse en figuras. Una ruta cuyo tránsito suele ser desconocido, silencioso y, en algunos casos, no exento de frustraciones y sufrimientos.
Por eso, vale la pena repasar las historias muchas veces ignoradas de algunos notables deportistas que han paseado el nombre de Chile por el mundo.
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Valentina Toro, una karateca-ingeniera que brilla
La mejor del karate también repitió honores. Tras un 2023 notable, 2024 se presentó aún mejor. Pese a que su deporte salió del programa olímpico y se quedó sin poder competir en París, Valentina Toro tuvo una temporada brillante, ganando la Premier League de su categoría, la de 55 kilos.
Sin embargo, Toro tiene una historia muy particular. Y no sólo porque a sus 24 años es licenciada en Ciencias de la Ingeniería Civil Industrial en la Universidad de Santiago, restándole menos de un año para completar la carrera y ser la primera con un título académico de su familia.
Hija de Paola y Patricio, una almacenera y un mozo “de una picada”, según dice con una sonrisa la deportista, Toro es nacida y criada en el barrio Franklin, y llegó al karate que hoy la tiene convertida en una de las mejores del mundo por el gusto de su padre por las artes marciales.
“A mi papá, le hacían bullying en el colegio. Por eso, siempre quiso aprender a defenderse. Mi abuelo hacía kung fu y le enseñó algunos movimientos. Le encantaron las artes marciales, pero no tenía tiempo para practicarlo. Y, cuando yo tenía 7 años, nos cambiamos de casa, y quedamos con un dojo cerca. Ahí mi papá me propuso que hiciéramos karate juntos. Como soy muy regalona de él, le dije que sí. Empezamos juntos desde cinturón blanco. Él estaba encantado. Pese a que le gustaba que aprendiera a defenderme entre otras cosas, yo no estaba tan convencida, porque igual encontraba que era un deporte muy masculino y también me molestaban un poco en el colegio por lo mismo. Prefería bailar, actuar o hacer cheerleading, hasta que con el tiempo, llegamos a la escuela formativa del Centro de Entrenamiento Olímpico, donde aún practico, y ahí había una mujer a cargo, y las clases eran muy dinámicas y deportivas”, cuenta la exalumna del María Auxiliadora ubicado en Avenida Matta.
El Dojo Matta quedó atrás y ya en el CEO, empezó a codearse con medallistas sudamericanos y panamericanos, y un técnico más exigente, como César Tolorza. Fue así como llegó a competir en un torneo regional, aunque los resultados no fueron buenos, y se quedó fuera de la selección que iría al Nacional. Aquel revés prendería el fuego sagrado.
“Lloraba mucho, y mi técnico se acercó a preguntarme por qué estaba triste, si era floja e intermitente con mi asistencia a los entrenamientos. Me dijo que tenía talento y condiciones, pero que no las aprovechaba. Me instó a ser como los que sí habían clasificado. Ahí, ‘a moco tendido’ me comprometí con él, porque quería todo. Con 11 o 12 años, empecé a ser súper disciplinada y a no fallar nunca a una práctica…”, repasa Toro, quien asegura que “me costó clasificar al regional. El segundo año entré porque una niña no pudo viajar y corrió la lista”. Claro que pronto llegarían los triunfos, los podios y las medallas.
Sin embargo, el camino a la cima no ha sido fácil. Por asuntos académicos, como el desafío de sacar una carrera como Ingeniería.
“Lo más complicado de eso es que se trata de una carrera dura en una universidad exigente. Los primeros años de plan común son un colador. Una vez tuve que elevar solicitud para que no me echaran, porque había reprobado Cálculo 2 por segunda vez. Lo pasé a la tercera y fue un estrés gigante. Lo más difícil es combinar las horas de sueño, porque a veces siento que las puedo hacer todas, y tomo más ramos de los que debería o los mismos que el resto de mis compañeros de generación, como si yo no fuera deportista de alto rendimiento. Más de una vez me fui a entrenar con dos o tres horas de sueño, lo que aumenta los riesgos de lesión, sin considerar que aumenta el margen de accidentes. Una vez, cuando empezó la pandemia y teníamos clases on line, estaba en un concentrado en Jordania, con seis horas más que en Chile, tuvimos una prueba que empezó a las 7 de la tarde para mis compañeros, pero para mí arrancó a la 1 de la madrugada. Acá podían entregarla a medianoche, y eso significaba que yo podía entregarla hasta como a las 6 de la mañana. Pero estaba tan difícil que se alargó el plazo de entrega. Y cuando digo que hice la prueba en nueve horas, es que estuve todo ese tiempo escribiendo. Como era telemático, los profesores asumían que los alumnos nos colaborábamos y nos decían ‘el test es en grupo de siete personas y tienen siete horas para entregarla’. Imagina lo difícil que era para tener que hacerla entre muchos en tanto tiempo”, recuerda la deportista que también tiene una faceta como influencer en redes sociales. “Igual me ha ido bien en la universidad”, remata: “Me he sacado sietes, como también he sido la del rojo feo. He tenido de todo”, confiesa.
Otro aspecto desconocido y desafiante tiene que ver con ciertas habilidades del ámbito deportivo. “Tengo súper mal control motor. Horrible. Cuando me muestran un ejercicio por primera vez, me cuesta muchísimo agarrarlo. Mi entrenador se enoja, porque a veces hay que sacar las cosas rápido y me cuesta coordinar, hago las cosas para el otro lado. Una vez que lo logro, soy perfeccionista y las mejoro. Cuando con el equipo hacemos juegos, peor. Más si es con pelotas, como fútbol o balonmano, porque no las agarro, me tropiezo. Soy como un fideo torpe. Todo el equipo no cree que sea buena en el karate con lo que me cuestan todos los otros deportes. Hasta correr me cuesta un mundo. Es como si hubiese estado moldeada sólo para hacer karate, a diferencia de mis compañeros, que tienen muchas más habilidades, que no entiendo cómo lo hacen”, se sincera Toro, quien además le gustaría desarrollar una veta en comunicaciones, sobre todo inspirada luego de que fuera animadora de la Gala Olímpica hace algunas semanas.
Claro que la descoordinación para otros deportes va en retirada. O, por lo menos, eso cree. “Hace dos años que los sábados calentamos jugando balonmano. Y he mejorado bastante. Ya no soy tan mala de tanta práctica. Al principio, sólo corría entre medio de todos, sin tocar la pelota. Pero ahora ya logro atraparla”, confiesa, llena de orgullo, la karateca.
Nicolás Ambiado, la gran promesa al volante
El automovilismo chileno carece de grandes figuras. A la poca oferta de escenarios para desarrollar las especialidades de pista, se suma el sistemático encarecimiento del rally, que desde principios de siglo domina la escena, teniendo incluso al Bío Bío como sede de una fecha del Campeonato Mundial de la especialidad.
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Sin embargo, los nombres que más suenan entre los pilotos son el de Nicolás Pino y el de Benjamín Hites, que prueban suerte en diferentes categorías de carrozados en diferentes latitudes. El mejor de este deporte, en todo caso, fue el novel Nicolás Ambiado, quien ya suma algunos puntos para aspirar a la Súperlicencia, documento sin el cual no se puede ni pensar en aproximarse a un Fórmula Uno, la meta final y real -aunque no necesariamente realista- de cualquier piloto.
Para los conocedores de la materia, el nombre no es nada de desconocido. Múltiples títulos en karting lo avalan.
Con 17 años, Ambiado llama la atención y suma resultados positivos desde que se subió a un karting, siendo aún un niño. Claro que si fuera por la genética, el actual piloto de la Fórmula Regional Américas probablemente debería haberse dedicado a la música, que era el elemento que rodeaba a su familia hasta que las tuercas se cruzaron en su camino.
Confiesan los Ambiado que en su familia hay músicos, directores de orquestas, educadores de la materia. Hasta Marco, el padre y “jefe de equipo” del proyecto de “Nico” eran de ese mundo artístico. Si bien al progenitor le llamaban la atención los autos, no había mayor vínculo con las tuercas de ningún pariente.
El mayor vínculo de los Ambiado era con el fútbol. Pero tampoco era una actividad que despertara grandes pasiones. Aunque ya más adulto, el gusto por los coches de Marco se tradujo en una incursión en categorías carrozadas del panorama local. Fue una forma de sacarse el gusto de competir y canalizar ese gusto.
Sin embargo, la pasión en ciernes en el padre intentó canalizarla a través de su hija, un par de años mayor que Nicolás. Por eso, le regaló un karting a la pequeña para una Navidad, pero no tuvo los efectos deseados: al echar a andar el pequeño auto, el ruido del motor y el olor de la mezcla de bencina y aceite no generaron más que disgusto en la receptora original del obsequio. Quien sí se sintió inmediatamente atraído fue su hermano menor, que miraba con unos ojos enormes la máquina, sin poder creer lo que tenía enfrente. Pronto, el padre se interiorizó del mundo del karting, descubriendo que en San Antonio tenía una pista donde podía practicar. Fue entonces que, automáticamente, preparadores y participantes del entorno de las cuatro ruedas se dieron cuenta que “Nico”, de apenas 5 años, tenía aptitudes particulares cuando se ponía al volante y encaraba las curvas. Ese don especial para ir a fondo lo catapultaría hacia una nueva dimensión, que lo tiene hoy soñando con las grandes ligas.
Pero el adolescente tiene una vida más normal de lo que se podría especular.
El talagantino viaja constantemente a Estados Unidos, donde tiene su sede deportiva. Sin embargo, sigue avecindado en su ciudad natal, en la que las obligaciones escolares no dejan de ser parte de su rutina. Su secundaria le da las facilidades para complementar su vida deportiva con los viajes a correr a Norteamérica. Incluso, una vez que terminó la temporada que acaba de concluir, luego de retornar a Chile y cumplir con algunos compromisos de promoción de su carrera, lo llevaron a su ciudad natal, donde abordó un bus que lo esperaba con sus compañeros de curso, para volver a Santiago, pero al aeropuerto, y abordar el vuelo que lo llevó de Viaje de Estudios a Brasil. Es la intensa vida de un adolescente que buscar hacerse un nombre en el complejo “Mundo FIA” que conduce a la F1.
Mariana Zúñiga
Ya en los Juegos de Santiago 2023, Mariana Zúñiga llamó la atención. Fue la única deportista local que participó tanto en los Panamericanos como en los Parapanamericanos. Su especialidad, el tiro con arco, le permite competir en ambos eventos. Y, el año pasado, lució con el Team Para Chile en los Paralímpicos de París 2024. Eso le valió volver a ser reconocida por el CPD como la mejor de la especialidad adaptada.
Estudiante de psicología en la Universidad Católica, con sólo 22 años, suma ya dos participaciones paralímpicas. De hecho, en Tokio 2020 consiguió la medalla de plata en arco compuesto.
Fue una película, Valiente, de Disney y Pixar, la que la inspiró a comenzar en la práctica deportiva. Tenía solo 10 años cuando el cine ofició de musa para una niña que, hasta entonces, era muy ordenada y planificada, pero que no tenía en el deporte algo que la atrajera. Pese a su juventud, rápidamente llamó la atención de los especialistas del Comité Paralímpico de Chile, porque Zúñiga claramente tenía una habilidad especial para la disciplina. Su capacidad de concentración y la frialdad para enfrentar los momentos de presión demuestran que, casi por casualidad, llegó a la especialidad adecuada.
Alumna destacada de su casa de estudios, la virtud que tiene a la hora de competir hizo que, por ejemplo, en París, se abstrajera de las condiciones climáticas adversas y del numeroso público que estaba presente, un escenario bastante diferente al que afronta habitualmente, demostrado la capacidad que tiene para desenvolverse en la alta competencia.
Sin embargo, para llegar a las más altas instancias, el camino no ha resultado sencillo. Zúñiga nació con mielomeningocele, conocida también como espina bífida, una malformación congénita. Por ello, utiliza silla de ruedas. Y, por eso también, al clasificar a los Juegos de Tokio, su madre quería acompañarla a Japón. “Tuvimos que trabajar en convencer a la mamá, ocupando todos los recursos que teníamos a mano para intentar persuadirla. Sólo a pocos días de partir accedió a que fuera a competir sin que ella la acompañara”, recuerda Cristián León, de Copachi.
“Pese a que estábamos preocupados por la potencia de la figura materna, su rendimiento no mermó en Tokio. Creció emocionalmente y se dio cuenta del potencial que tenía para desplegar. Ya en los días previos de preparación que tuvimos, demostró la evolución que estaba viviendo, volando en todos los sentidos en esos Juegos, de los que volvió con medalla”, repasa el gerente de comunicaciones.
Desde ahí, la joven estudiante de psicología ha seguido explotando, demostrando la gran proyección que tiene en los diversos campos y que la tienen convertida en una deportista ejemplar.
Óscar Ulloa, el jockey que corre para batir todos los récords
Por segundo año consecutivo, el jinete fue condecorado como el mejor de la hípica. Y los méritos le sobran: ha ganado dos años consecutivos la Triple Corona del surf nacional, que implica que se quedó con El Ensayo, el Saint Leger y El Derby. Lo hizo con Fortino y Key Army, en 2023 y 2024, respectivamente. Además, lleva cuatro triunfos consecutivos en la primera de esas carreras, que se disputa en el Club Hípico de Santiago, un logro inédito entre sus pares.
Sin embargo, para llegar a tanta gloria, el camino de Ulloa no fue simple.
Es de los menores de una familia numerosa, donde Gonzalo, Hernán, Mauricio y Eduardo incursionaron como jockeys. De hecho, los dos primeros destacaron con las riendas y las fustas en los lomos de muchos caballos. Conocedores del rubro, todos le recomendaban a Óscar que se dedicara a estudiar, pero que no perdiera tiempo y energía en la hípica, porque no llegaría a las alturas que le permitirían ser reconocido y vivir de la actividad.
Sin embargo, porfiado, buscó su camino.
Y Óscar partió a Concepción, donde empezó a forjar una carrera y un nombre. Mejoró su técnica, pulió detalles y, gracias al orden e inteligencia que todos destacan en él, “empezó a tomar vuelo, sorprendiendo a todos, y ha terminado siendo, incluso, mejor que sus hermanos”, dice el periodista especializado en hípica Felipe Ogrodnik.
Tal fue su búsqueda del éxito en la hípica que, en 2018, partió a Estados Unidos a probar suerte en las pistas de Miami. “Hace algunos meses, conocí a unos seguidores de la hípica en Florida, y me preguntaron qué era de la vida de Óscar, porque ellos jugaban siempre a los caballos que corría, pues pagaban buenos dividendos y siempre se metía en la pelea. Pero el circuito norteamericano es muy difícil, hay que estar varios años antes de lograr hacerse un nombre”, analiza Ogrodnik.
De vuelta en Chile, el menor del clan Ulloa selló su impronta.
Su lugar en la historia de los jinetes nacionales aún no está del todo clara, pero tiene algunos logros difíciles de hallar entre sus pares, como la doble Triple Corona y el tetracampeonato en El Ensayo. Curiosamente, ni con Fortino ni con Key Army, ni con el último ganador del clásico mayor del Club Hípico, Doña Clota, era el jockey titular. Pero a todos terminó montándolos por diversas eventualidades. Y los tres animales mejoraron con él en la montura.
Con El Ensayo, además, Óscar Ulloa tenía una relación especial. Era la carrera que más quería ganar. Y, durante una década, se le negó. Hasta por fallos fotográficos la perdió. “Era un sueño ganarlo… Todo lo que me costó ganar uno y ahora llevo cuatro al hilo”, rememoraba emocionado tras ganar el año pasado con Doña Clota en el recinto de Blanco Encalada.
Daniela Asenjo Garrido, del violín a los guantes de boxeo
Este año, en la premiación del CPD, dos Daniela Asenjo fueron premiadas. Por eso, hubo que diferenciarlas por el segundo apellido. Aunque, claro, ambas se dedican a deportes diferentes.
Por un lado, estaba Daniela Asenjo Thomson, galardonada como Promesa Deportiva, por sus actuaciones en el arco de la selección chilena de balonmano y en su club, Italiano de Villa Alemana.
En la otra esquina, literalmente, estaba Daniela Asenjo Garrido, la mejor del boxeo profesional femenino.
“La Leona” coronó un 2024 que, en realidad, empezó a forjar con fuerza en 2018, cuando tuvo su primera oportunidad para hacerse de un título mundial. En Villaguay, Entre Ríos, Argentina, la valdiviana iba a enfrentar a la local Débora Dionicius. Sin embargo, una lesión cervical de Asenjo impidió que la chilena disputara el cetro de la Federación Internacional de Boxeo (FIB). Pero tendría su revancha, aunque no ante la misma rival. A esas alturas, ya no tenía dudas respecto de la decisión de dejar sus labores como psicopedagoga en el colegio Hampton College, de su ciudad natal.
Practicó ballet durante sus años de infancia, y también alcanzó un buen nivel de ejecución del violín, con el que llegó a ser monitor en la enseñanza del instrumento. Sin embargo, su vocación estaba finalmente en el cuadrilátero de boxeo.
Los primeros coqueteos con la gloria de Asenjo llegaron apenas cuatro meses después de la cancelada pelea con Dionicius. De local en la Arena del Casino Monticello, “La Leona” consiguió el título de campeona latinoamericana de la Asociación Mundial de Boxeo, al derrotar a la panameña Carlota Santos por nocaut técnico en el tercer asalto. Al año siguiente, en Punta Arenas, sumaría otra diadema latina. Aunque pasarían un tiempo antes del asalto a los cinturones más importantes.
En junio de 2022 obtuvo el campeonato mundial super mosca de la Organización Internacional de Boxeo (OIB), tras derrotar por decisión unánime a la estadounidense Casey Morton, en un combate desarrollado en París. Y, en octubre del año siguiente, se quedó con el cetro del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), al superar a la kazaja Angelina Lukas, en Estambul.
Durante 2024, defendió con éxito su título de campeona Silver del Consejo en la categoría Gallo, y enfrentó a la campeona mundial Mosca FIB Gabriela Fundora.
Sin embargo, más allá de triunfos o derrotas, Asenjo trabaja por el boxeo no sólo en el gimnasio o sobre el ring. Junto a su pareja y entrenador, Alejandro Concha, han desarrollado un modelo de promoción de su deporte. Con otro socio, tienen una empresa -Benbru Promotions-, que se encarga de organizar veladas pugilísticas. Con la licencia de promotor profesional que se requiere para esas instancias, si bien “La Leona” no figura en los papeles por ser deportista activa, se preocupa de que su actividad se mantenga viva. Ya durante el año que acaba de terminar participó en veladas no sólo en Valdivia, sino también en las vecinas ciudades de Lanco, La Unión, Tomé y hasta en el mismo Santiago. El emprendimiento goza de buena salud y ya se aproxima al lustro de vida.
Asenjo, por estos días, se prepara para ser protagonista en el Coliseo Antonio Azurmendy de Valdivia, de un nuevo combate. Allí, el próximo 22 de febrero, la campeona mundial IBO Supermosca, monarca Gallo Silver WBCy retadora en la categoría Mosca del WBC, tendrá una nueva ocasión de lucir los dotes que la han catapultado como estrella del boxeo internacional, además de seguir demostrando, con 33 años, el cambio de la música o la psicopedagogía valió la pena.