La selección chilena masculina de básquetbol acaba de ganar el premio a la “Actuación Relevante” en la elección de los mejores atletas del año que, desde 1951, entrega el Círculo de Periodistas Deportivos. En un año de Juegos Olímpicos, con medallas conseguidas por los representantes nacionales, la designación de la crítica no deja de llamar la atención.
Sin embargo, al repasar el pasado reciente de la “Roja Sin Mangas”, el reconocimiento se explica solo.
Hace un mes, en la segunda ventana de partidos clasificatorios a la Americup del próximo año, el quinteto adiestrado por Juan Manuel Córdoba le ganó a Venezuela, un triunfo inédito en 45 años. Antes, el año del equipo comenzó dándole inesperada pelea a Argentina al otro lado de los Andes, coronando esa Fecha Fiba con un notable triunfo ante una selección albiceleste plagada de estrellas, partiendo por los exNBA Facundo Campazzo y Gabriel Deck, hoy figuras del Real Madrid. Esa victoria significó cortar 69 años de derrotas ante una de las potencias continentales y mundiales.
Pocos meses antes de esa hazaña de febrero en Valdivia, Chile, en su condición de local, pudo participar por primera vez en unos Juegos Panamericanos, un torneo que reúne apenas a ocho selecciones, y donde el anfitrión debió cruzarse con equipos que habían sido mundialistas en la cita ecuménica de Filipinas, Indonesia y China, disputada apenas un puñado de semanas antes.
En ese escenario, Chile demostró que estaba a la altura de desafíos mayores. Santiago 2023 era la primera competencia internacional relevante que el combinado nacional afrontaba en un largo tiempo, y si bien clasificó directamente por ser organizador, se obtuvieron triunfos, pese a la ausencia de sus principales nombres, quienes no pudieron asistir a la cita, pues no se trataba de un torneo que implicara la obligación de los clubes a ceder a sus jugadores.
Aún así, con un plantel casi íntegramente conformado por basquetbolistas que se desempeñan en la liga interna, hizo honor a una rica historia en este deporte, que cuenta dos medallas de bronce en las Copa del Mundo a nivel adulto masculino. Claro que dichos logros fueron conseguidos en 1950 y 1959 y, entre aquellos podios y hoy, ha habido una larga sequía de triunfos, tal como lo demuestran las extensas rachas que recién este año se cortaron ante Argentina y Venezuela que, en el eterno paréntesis, parecían alejarse definitivamente del alcance del quinteto nacional.
Si bien los logros recientes no son más que en algunos partidos clasificatorios para un torneo importante, y no se comparan con los hitos mundialistas, la actual generación de seleccionados merece estar considerada la mejor de la historia. Y, haciendo un repaso de dónde se desempeñan las principales figuras de la selección, bien dan para pensar de que se trata de una camada sin par hasta ahora.
La otra generación dorada
Hagamos un repaso para contextualizar los méritos individuales.
Sebastián Herrera, el líder del quinteto, partió aún adolescente a Alemania. Hizo una carrera brillante que coronó con la Basketball Champions League, lo que le ayudó a dar su salto a París. Con el equipo de la capital francesa ganó la Eurocup la temporada pasada y acceder a la Euroliga. Se convirtió así en el primer chileno en disputar la máxima competencia europea, en la que los galos se han convertido en inesperados protagonistas en su primera participación.
Nicolás Carvacho, “Big Chile”, hijo de un chileno avecindado en Estados Unidos. Desarrolló una carrera en el baloncesto universitario norteamericano, destacando por su capacidad reboteadora, donde estableció el récord de la NCAA. Hoy, el pívot sobresale en el Benfica, campeón portugués, al que llegó luego ganar con el MKS Dąbrowa Górnicza de Polonia la Alpe Adria Cup.
El osornino Felipe Haase, en tanto, disfruta un gran presente en la G-League norteamericana, la competencia satélite y de desarrollo de la NBA. Con Capitanes de Ciudad de México, el interno pone a Chile un poco más cerca de la estelar liga.
Completan el cuadro el base Ignacio Varela, quien también suma largas temporadas en España, donde defiende actualmente al Obradoiro en el ascenso; Manuel Suárez acaba de ser Jugador Más Valioso en el título conseguido por Nacional de Montevideo en la Liga Sudamericana y, antes, había sido campeón de la Liga de Estonia junto al BC Kalev/Cramo. Y Aitor Pickett va para su tercera temporada como baluarte del Kirchheim Knights del ascenso alemán.
Comparaciones ‘odiosas’
Por este presente, es tentador hablar de la mejor generación en la historia. Sin embargo, el análisis requiere ponderar varias aristas.
“Son épocas diferentes, sistemas de competencias distintos, pero sin lugar a dudas ésta es una de las grandes generaciones que ha tenido el básquetbol chileno. Ser medallista en un Mundial no tiene parangón, pero antes -para entrar a esos torneos- se llegaba de otra manera. Hoy es muy difícil conseguir un boleto por el sistema de clasificación. Son realidades diferentes. Pero la gran virtud que ha tenido esta generación es que ellos han partido a jugar al extranjero y eso los hace ser muy competitivos. Sería injusto decir que la de 1950 o ésta es mejor que la otra”, analiza Miguel Ureta, histórico técnico de Universidad Católica y exseleccionador nacional en distintas oportunidades, la última de ellas para los Juegos Suramericanos de Santiago 2014.
Una opinión diferente tiene Gerardo Isla, hasta hace poco capitán de Chile. “Sin dudas, ésta es la mejor generación que hemos tenido, por los resultados colectivos que se han ido consiguiendo el último año y medio y, también, por la cantidad de jugadores compitiendo en el extranjero en ligas de nivel y el gran presente que tienen en este momento en sus equipos”, dice el valdiviano.
La visión de Isla coincide con la que aporta Pickett desde Alemania. “Estamos en la mejor generación de nuestra selección. Los logros de ganarle a Argentina y Venezuela después de tantos años son prueba de que es así, también la cantidad de jugadores que hay actuando en el extranjero”.
Aunque el técnico Córdoba, con la experiencia de los años, pondera de manera diferente la opinión de sus pupilos.
“Decir que es la mejor selección, es difícil”, arranca diciendo. Advierte -igual que Ureta- que las comparaciones son odiosas. Pero profundiza: “Depende de la perspectiva de análisis. No creo que sea relevante si este equipo es el mejor o no, sino que tenemos una selección joven, que ha ganado diez partidos internacionales en menos de un año y medio, que ha conseguido algunos triunfos que pueden ser tildados de históricos, y que tiene la ambición y las ganas de seguir consiguiendo logros”.
Un juego más físico
El germen de esta generación tuvo su primera muestra en una especie de “mundialito” que se hace cada año en Alemania. El torneo Albert Schweitzer, que se disputa en Mannheim, tuvo a un Chile protagonista en 2014, con el mismo técnico en la banca, y en cancha a Herrera, Carvacho y Hasse, así como otros nombres que son parte de los procesos actualmente, como Carlos Lauler o Nicolás Aguirre. Ahí, los juveniles le ganaron a rivales de fuste, como Francia, y llamaron la atención. De hecho, la actuación del actual alero del París Basketball fue de tal nivel que, al poco tiempo, lo reclutaron desde un club teutón.
A dicho plantel lo entrenaba físicamente Michel Dallez, profesional de Universidad Católica y que hoy también es parte del cuerpo técnico de Chile. Desde su área de trabajo, cree que “comparar una selección con otra es difícil, porque son épocas diferentes y también, un básquetbol distinto, con los cambios de reglas. Hoy se juega mucho más físico, y hay muchos jugadores militando fuera del país jugando a gran nivel. En la década de 1950, no los había”, analiza.
Dallez, eso sí, destaca que “esta selección, esta generación, desde joven, ha querido ir por la gloria. Tienen la ilusión de ir a torneos importantes. Quieren dejar la bandera lo más alto posible, con sueños personales que están alineados con el objetivo colectivo, pensando en llevar a Chile al siguiente nivel. Quienes juegan afuera tienen un lema: ‘De Chile p’al mundo’, lo que refleja cómo son ellos”, releva el PF.
Para Dallez, el avance del quinteto nacional es evidente. Desde su disciplina, entiende que “lo que nos falta es un poco de genética, que no es tan atlética como la de otros países o que nos favorezca particularmente para este deporte, pero la desventaja es un aliciente para mejorar en ese aspecto”, redondea.
Isla, por su parte, siente que “se han ido derribando muros, cumpliendo desafíos y metas que, hasta hace unos años, parecían muy difíciles”. “Se ha avanzado mucho. Para mí, el primer desafío es acceder a la Americup. Después, lograr un cupo para los próximos Panamericanos y, con el nuevo formato del próximo Mundial, buscar una clasificación. Siento que los muchachos pueden y están en una edad óptima”, se explaya el valdiviano, quien ha compartido buena parte del proceso con el plantel. Por eso, se atreve a decir que la clave de este salto de calidad está dado por “la madurez y la mentalidad ganadora que traen desde las categorías de formación”.
El excapitán no escatima en elogios. “He sido un privilegiado de compartir con estos muchachos, así como lo fue compartir con la gran generación de 1979-1980, que es la generación donde están todos mis ídolos. Pero no teníamos esa experiencia de competir con los cuatro grandes de Sudamérica, y menos de ganarles. Pude compartir con ‘Seba’ Herrera y Felipe Haase cuando jugamos en Osorno, y esa confianza, determinación y madurez para decidir tomar el camino de dejar la casa muy jóvenes, teniendo el talento y las habilidades, creo que hace que tengamos la mejor generación de la historia”.
Para Pickett, el desafío es “mantenerse firme con el trabajo que se ha realizado. En realidad, no es mantenerlo, sino seguir mejorándolo... Es una selección joven y que le queda mucho por crecer aún. Ojalá que se pueda contar con todos los jugadores que juegan afuera siempre, pero ya se sabe que para fechas que no son Fiba eso es casi imposible, como fue el caso de los Panamericanos el año pasado”.
Claro, porque en el básquetbol, ni siquiera las Fechas Fiba son totalmente mandatorias. Menos, entonces, las que no están en el calendario internacional.
“Hay equipo, hay una idea y cada jugador entiende su rol. Esto último es lo más difícil de conseguir en el deporte colectivo, sobre todo en el profesionalismo. Los jugadores que están en el exterior son claves. Y todos los que actualmente se han desarrollado en la Liga Nacional, han hecho un camino muy importante para exigirse y estar al nivel que se requiere para un equipo de la competencia internacional: Franco Morales siempre ha sido un jugador especial, pero el crecimiento de ‘Seba’ Carrasco, Darrol Jones o Ignacio Carrión le ha dado la oportunidad a Manuel Córdoba de tener distintas formaciones y propuestas de juego en un equipo largo, algo que se requiere sí o sí en competencias de selección”, comenta el experimentado Isla.
Americup, el primer objetivo
El técnico Córdoba coincide con buena parte de los desafíos. “Tenemos que consolidarnos y lograr cosas. Tenemos varios objetivos en el camino. El más cercano y que vemos más a mano es clasificar a la Americup. Pero es un proceso que lleva poco tiempo y la ilusión de la mayoría de los jugadores está en conseguir cosas, con el anhelo de clasificar a una competencia mayor, un Mundial o la clasificatoria a unos Juegos Olímpicos”, dice el argentino avecindado hace más de una década en Chile, y que ya el año pasado fue elegido como uno de los dos mejores técnicos del año del deporte nacional por la prensa deportiva, junto al español Bienvenido Font, entrenador de las remeras Melita y Antonia Abraham.
Pero tener la mejor generación de la historia, eventualmente, puede no redundar, necesariamente, en grandes logros. Es un riesgo inherente al deporte en general. Más en el básquetbol, donde hasta hace poco había una distancia sideral entre las potencias y la Selección Chilena.
Por eso, las metas a corto plazo son clave.
“Clasificar a la Americup es el primer objetivo. Es completamente accesible y depende de nosotros. Luego, en la Americup, ir a competir. Y, en las clasificatorias al Mundial, pasar la primera fase, ya que van dos procesos seguidos en que Chile no lo ha logrado... Y, en unos años más y si el nivel sigue creciendo como ha sido últimamente, me parece que también sería posible pensar en clasificar a un Mundial o pelear por unos Juegos Olímpicos”, enfatiza Pickett, formado en el club Estudiantes, desde donde saltó a Castro, la Universidad Católica y Puerto Varas, antes de partir hace tres temporadas a Alemania.
Sin embargo, tener a la base de la selección jugando en Europa y establecer comparaciones históricas, hace que la exigencia de conseguir objetivos inéditos sea el paso siguiente. Por ahora, se acumulan victorias. Pero eso no siempre es suficiente. Aunque pareciera que el fracaso no es una palabra que se maneje en el diccionario de esta generación cestera.
“No conseguir un logro siempre será una posibilidad... Es deporte. Pero ya el cambio es muy grande. El respeto y el orgullo por la selección es evidente. Desde el equipo mismo y lo que se proyecta a los fanáticos de nuestro básquet. Antes, las renuncias a la selección eran muy recurrentes e injustificadas. Eso ya no existe. Y es un gran cambio, porque quiere decir que el compromiso con el país es lo primero”, confidencia Isla.
Para Manu Córdoba, en tanto, hacer un análisis más frío es fundamental. “Es difícil predecir para qué está esta selección y esta generación. Sí puedo decir que las ambiciones que tiene la selección son -seguro- seguir ganando partidos internacionales. Ser competitivos. Enfocarnos en el próximo partido. Y así, sucesivamente, para ir alcanzando cosas. No sabemos cuál es el techo, y el tiempo dirá para qué está esta selección”.
La generación dorada del básquet, la “Roja Sin Mangas”, está en plena etapa de crecimiento. Con la madurez en ciernes, los jugadores no están dispuestos a desperdiciar su talento y, sobre todo, quedarse sin entregarle a los fanáticos una alegría que los ponga en el lugar que parece pertenecerles. Van por todo.
“Por suerte va a quedar registro”, dice Isla entre risas, antes de rematar con una apuesta fuerte: “Creo que esta generación nos puede llevar a un Mundial”.