No tengo acciones de Blanco y Negro ni soy socio del Club Social y Deportivo Colo Colo. No tengo vela en este entierro y entiendo, por viejo e informado, que son elecciones cerradas -como las de la ANFP- en las que un grupo reducido de personas vota en función del beneficio propio y no del bien común. Por ende, lo que pueda pensarse o argüirse no tiene validez a la hora de la verdad, donde los que deciden tienen intereses creados.
Pero, como espectador informado y comprometido con el futuro del fútbol chileno, tengo opinión al respecto. Y me quedó claro que lo que ocurrirá el lunes en la testera alba estará marcado por el devenir reciente más que por la lucha que se ha librado en la última década con brutal alternancia en el poder entre Aníbal Mosa, el grupo de Leónidas Vial y el Club Social.
Esta semana hubo una lección rotunda sobre los tres grupos, a propósito del Centenario y la remodelación del estadio Monumental. Mosa, asediado por la violencia de la Garra Blanca y por la trascendencia histórica, anunció el proyecto de remodelación con una linda maqueta y un discurso que dejaba en el aire muchas interrogantes que plantea. Lo hace en el afán de modernizar el recinto, de acercarlo a las exigencias del siglo XXI y de consolidar el liderazgo de la institución frente a la arremetida de Universidad Católica. Populismo, le retrucan, porque es una idea de más de 150 millones de dólares que no tiene ni permiso ni financiamiento.
En la vereda contraria, Alfredo Stohwing desacredita el proyecto y advierte que el costo es demasiado alto para el fútbol chileno “y los años que le quedan a la concesionaria”. El mismo argumento utilizado para la contratación de Arturo Vidal, la potenciación del plantel o cualquiera de las inversiones del club de cara al Centenario. Fue, por lo demás, el histórico reproche al mandato de Mosa: el déficit en las arcas y el perjuicio para los accionistas a los que representan.
Para decirlo en simple, Aníbal encarna al dirigente con la camiseta puesta, hincha furibundo pero irresponsable en el manejo de la caja fuerte. “Lo que llevó al fútbol a la quiebra”, dirán desde el frente, donde Leónidas, frío como un banquero y sin fanatismo en su gestión, priorizará siempre la tesorería por sobre el anhelo del “pueblo albo”. Si votaran los hinchas, esta elección no generaría dudas. Pero los hinchas no votan.
El tercer eslabón es Edmundo Valladares, clave para inclinar la balanza o, sencillamente, para convertirse en su báscula, un rol que ya ejerció para detener a Mosa, pero que le significa aliarse con las fuerzas financieras que buscan el beneficio de sus propias billeteras, porque ese es el rol del lucro de las sociedades anónimas deportivas. El presidente del Club Social y Deportivo vivenció estos días el mayor crimen contra los colores que lo apasionan, cuando la Garra Blanca fue incapaz de defender el Centenario, la Copa Libertadores, la tesorería y la presencia de los buenos hinchas en el estadio, reaccionando con estremecedora pasividad a los actos criminales y vandálicos de un puñado de delincuentes que subieron al Cacique al cadalso.
Así las cosas, lo que veremos en las próximas horas es un duelo repetido y cansador, y que refleja de modo irrefutable las formas de gobernar al fútbol. Aníbal con camiseta, Leónidas con calculadora. Votan en una pieza cerrada, donde ya hubo golpes y amenazas. Donde, otra vez, se pondrá en juego el interés de varios millones de voces que no pueden expresarse, en uno de los momentos más críticos e importantes de su historia.