No cabe ninguna duda que Carlo Ancelotti es uno de los mejores entrenadores de la historia. Tampoco cabe duda que en el Real Madrid se exige una excelencia constante y que la alta vara del club no le perdona una mala temporada a nadie, ni siquiera a los más grandes.
Este 2025, el último campeón de Europa se transformó en un mal equipo de fútbol.
Ha sido un viaje lleno de turbulencias en una temporada tremendamente inestable, que tuvo problemas incluso ante equipos muy menores de la liga española.
En los cuartos de final de la Champions, tuvo actitud y corazón ante el Arsenal, pero sólo lo emocional no alcanza para ganar batallas. El equipo inglés no tuvo miedo de propinarle uno y otro golpe a la bestia de la competición, sin temor a despertarla. El Madrid no pudo salir del pozo y tampoco encontró respuesta futbolística.
La remontada fue sólo una utopía. En el fútbol, la épica llega como el plus de un equipo que empuja con su calidad. El carácter y la grandeza aparecen en la medida en la que el funcionamiento del equipo lo sostiene, pero este es un Real Madrid diferente.
Una clara muestra de la confusión merengue es que intentó 33 centros ante los Gunners, cifra que no se veía en la Casa Blanca desde 2020. Lo grave es que lo hizo sin tener especialistas en el juego aéreo. En resumidas cuentas, lo hizo sin tener claro por qué lo hacía.
Para los grandes equipos europeos, abril es el mes determinante en el calendario: la fecha roja donde se define la suerte de todas las competiciones. El Real Madrid llegó al gran momento de la temporada, sin identificar qué tipo de equipo es.
Obviamente que en esta temporada hay errores compartidos. A diferencia de años anteriores, Ancelotti no logró darle al equipo merengue una estructura colectiva que permita una sana relación entre sus estrellas. El fútbol es un juego que se nutre de las interacciones entre sus futbolistas y que durante esta temporada nunca fluyeron.
En el club se ha perdido la brújula que los llevó a ganar. La plantilla se desequilibró en el intento por fichar a una estrella como el francés Kylian Mbappé, pero sin percibir el enorme daño que generaría la salida del alma del equipo: Toni Kroos. La partida del alemán le quitó al Madrid la capacidad de controlar los partidos.
Las lesiones fueron derritiendo aún más la escasa consistencia que tenía el Real Madrid. Curiosamente, no buscaron en el mercado futbolistas funcionales para la temporada, lo que en varios momentos extrañó. Ancelotti no tuvo la capacidad de convencer a Florentino Pérez y las temporadas también se construyen en las oficinas.
De esta manera, el equipo se descompuso. Claramente, hay culpas compartidas, pero en estos casos -aunque sea injusto- siempre el apuntado es el entrenador. “El día que termine aquí, solo puedo hacer una cosa: agradecer a este club. Puede ser mañana, en diez días, en un mes, en un año... Lo único que voy a hacer es darle las gracias. Si mi contrato se acaba o no, a mí me da exactamente igual”, fue la sentencia del italiano, evidenciando, de alguna manera que el fin está cerca.
Este epílogo responde a los ocho meses anteriores y no exclusivamente a esta llave con el Arsenal o al sprint final en LaLiga, donde el Barcelona está en la pole position. Pese a ser un profesional excepcional, que supo gobernar por años la exigencia más alta del mundo y ganar 15 títulos con el Madrid, su ciclo parece agotado con un mensaje que no penetra en los jugadores.
Son las consecuencias del amargo período de un club que exige ganar todos los días con letras mayúsculas. Se acerca el final de la era Ancelotti, porque la Casa Blanca no perdona las malas temporadas a nadie, ni siquiera a uno de los mejores entrenadores de toda su historia.