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Álvarez encontró el Unicornio Azul

En Universidad de Chile cohabita la vergüenza directiva con la jerarquía de jugadores que sí entienden el peso de la insignia universitaria. En ese terreno inestable aparece la figura de un técnico que ha conducido con eficacia a su plantel y asumido, sin que fuera su misión, la vocería institucional.

Gustavo Álvarez Entrenador del plantel azul, vocero casi obligado del club universitario. (DRAGOMIR YANKOVIC/PHOTOSPORT/DRAGOMIR YANKOVIC/PHOTOSPORT)

La Universidad de Chile se sintió profundamente perjudicada esta semana y no hubo nadie dispuesto a defenderla. Salvo Gustavo Álvarez.

Los azules no querían postergar el clásico y tenían recursos reglamentarios para obligar a jugarlo, pero nuevamente acataron una medida que va en contra de sus intereses deportivos. Y pocas horas antes de su duelo con La Serena les cambiaron el horario del pleito, por culpas que no eran propias, y nadie fue capaz de alzar la voz, salvo Gustavo Álvarez.

Sumida en una de las peores crisis directivas de su historia, indagada por la Comisión del Mercado Financiero, embaucada en las mentiras y martingalas inventadas para que Sartor tomara el control y luego lo mantuviera, sosteniendo un impresentable misterio sobre la propiedad de las acciones y totalmente ausente del debate institucional del fútbol chileno, pocas veces antes en su historia el club tuvo menos voz en el Consejo de Presidentes y menos moral para participar en la discusión del momento.

La situación se agrava porque, a diferencia de Colo Colo, la raíz histórica de la institución no se escucha. La Casa de Estudios, que le da en soporte moral y la tradición, también eligió el silencio y la desatención para lo que está ocurriendo. Michael Clark, su presidente y aparentemente su dueño -aunque en eso hay razonables y permanentes dudas- enfrenta cuestionamientos judiciales y éticos en los organismos de fiscalización, que lo acusan de delitos que en cualquier otro momento lo habrían inhabilitado para ejercer el cargo. Enfrentado a querellas en Tribunales, los prestigiosos académicos que ocuparon el cargo anteriormente estarían rojos de vergüenza.

La U afrontó momentos críticos en su pasado, sobre todo en la cuestionable administración de Rolando Molina y Ambrosio Rodríguez, que entregaron graciosamente el patrimonio donde se construiría el estadio a los rectores delegados de la dictadura, en la pérdida más dolorosa en la historia del club. Ni cuando perdieron la categoría, en la gestión de Waldo Greene, olvidaron tanto la dignidad. El fallecido dirigente pretendió seguir con su proyecto deportivo a cargo de Manuel Pellegrini cuando los académicos le pidieron amablemente que dejara el cargo.

La mayor ventaja de la U hoy es que, en medio de la desvergüenza directiva, cumple su mejor campaña en años. Inició espectacularmente su participación en Copa Libertadores, marcha sólida en el torneo, tiene ídolos sensatos e impregnados de mística en el plantel y un técnico que infunde tranquilidad y confianza en estos momentos ingratos. Tanto que se ha convertido en el vocero del momento institucional.

La U es hoy una entelequia extraña. No se sabe a quién pertenece ni a quién representa. Huérfana de referentes directivos, extraviada la ilusión del estadio propio, sólo los hermanos Shapira luchan por reconquistar los territorios perdidos en manos de cuestionados mercaderes. El viejo espíritu de los románticos viajeros es como un unicornio azul vagando en praderas lejanas, que aparece, afortunadamente, cada vez que Álvarez decide invocarlo.

section logoSobre el autor

Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2001, comentarista de TNT Sports Chile y Chilevisión. Conductor en ADN Radio.