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Negligencia y barbarie, el cóctel perfecto

No fue solo la tragedia del Monumental. Pudimos tener más víctimas fatales en Sausalito, con hinchas asaltados en un partido de la Sudamericana; en el Nacional, cuando la U ganó a Botafogo y se rompieron puertas de acceso, y de nuevo en el coliseo de Ñuñoa, con barristas de Católica dándose de puñaladas. La muerte ronda para quienes van al estadio.

Barra de Universidad Católica en el Nacional Lucha de poderes, cuchillos en mano. Entre los barristas de la UC podría estar la próxima víctima fatal de los delincuentes que van al estadio. (PHOTOSPORT/PHOTOSPORT)

Apenas suman 30 años los dos jóvenes muertos en la zona aledaña al estadio Monumental antes del partido entre Colo Colo y Fortaleza por el grupo E de la Copa Libertadores. Un drama que destruye a dos familias, en un episodio más de la vorágine violentista en la que ingresó el fútbol chileno hace casi cuatro décadas.

Un motivo suficiente para que los energúmenos y delincuentes que nos tienen acorralados donde se juega fútbol profesional, en especial cuando actúan los clubes grandes, irrumpieran en la cancha de Macul para suspender el 0-0 que protagonizaban albos y brasileños.

Son pelafustanes, el grueso menores de edad, que actúan sobre seguro. Hasta ahora saben que no les pasa nada. El Estado muestra un enorme fracaso en esta materia, porque en rigor siempre observó de soslayo un problema que se profundizó en la medida que el narcotráfico se instaló en el mundo popular y utilizó a estos jóvenes como punta de lanza. El fútbol, atractivo por definición, es el espacio donde se “descontrolan” y de paso arruinan una fiesta que hace rato se convirtió en tierra de nadie.

Es cierto que el actuar de carabineros en el fútbol profesional nunca ha sido muy prolijo. Casi siempre reactivo, pocas veces proactivo, luego del estallido social, el mando policial apostó por informes negativos cada vez que hay un partido relevante. Los estadios vacíos de la pandemia fueron una ‘maravilla’ para sus funcionarios, que al volver el fútbol tuvieron que lidiar, una vez más, con los barristas.

Ya no eran esos grupos homogéneos, que respondían a un par de líderes con los que parlamentaban o incluso jugaban baby fútbol, en una relación perniciosa e inaceptable. En la última década, sin darnos cuenta, nos encontramos frente a los denominados “piños”: células constituidas en su mayoría por adolescentes que buscan escalar en la consideración de los narcotraficantes que ejercen su dominio en los suburbios de las grandes ciudades.

La carencia de inteligencia de los organismos de seguridad es palmaria, sobre todo cuando nos enteramos, a través de las redes sociales, de los planes y conducta de estos delincuentes.

Hoy el panorama es oscurísimo. Por eso resultó alentador que, en la misma noche de la tragedia, el ministro de Seguridad, Luis Cordero, saliera a exponer el punto de vista del gobierno. Minutos antes, la ANFP emitió un comunicado que el secretario de Estado calificó de oportunista. Se quedó corto. Fue frívolo. No extraña en una gestión que a esta altura solo apunta a sostener el cargo y las regalías de la Conmebol.

En la oscuridad del jueves por la noche, el ministro Cordero dijo algo que nunca escuchamos. A partir de hora, la violencia en el fútbol y los estadios será tratada como el accionar de asociaciones ilícitas. Esa intervención la recordaremos cada vez que ocurran incidentes. El Ministerio Público, además, recibe un mensaje potente: actúe; lo vamos a respaldar. El castigo inicial de la Conmebol a Colo Colo es fuerte: disputar sin público los pleitos ante Racing y Bucaramanga es un golpe en el plano deportivo y económico. Pudo ser peor.

Veremos cómo se desarrolla el expediente abierto por la Conmebol, aunque todo apunta a que será lapidario. En la rutina de la violencia en nuestras canchas y sus alrededores, es necesario mencionar lo ocurrido al finalizar el cotejo entre Unión Española y Once Caldas por la Copa Sudamericana en el estadio Sausalito. La gente que dejó sus autos en la zona de “Cantera”, rodeando la laguna, observó como un grupo de peatones fue asaltado y golpeado por unos delincuentes que “dejaron pasar” a los atónitos automovilistas.

El control de la barra de Universidad Católica también es un tema. En el duelo entre Unión Española y la UC, en el Estadio Nacional, hubo tres heridos. Testigos cuentan cómo a un barrista lo patearon entre al menos seis sujetos sin que nadie actuara. Quienes conocen la interna, entre el grupo de Renca -hoy luce el poder- y los “Kaos”, de La Florida, sostienen que a nadie le extrañe si lamentamos un muerto en las próximas jornadas.

Las puertas abiertas en el Estadio Nacional, en el sector de Tribuna Andes, y el reventón de avenida Grecia durante el partido con Botafogo, resultaron minimizados por el triunfo de Universidad de Chile sobre los brasileños. Se rozó la tragedia. El fútbol chileno, sin duda, en su hora más dramática.

section logoSobre el autor

Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2009, jurado del Balón de Oro de France Football y el The Best de la FIFA. En ambos es el único votante de Chile. Comentarista de Los Tenores de radio ADN, columnista de El Mercurio, director de la revista Tribuna Andes y comentarista de TNT Sports.