El club de la pelea

La riña entre Aníbal Mosa y Carlos Cortés es lamentable por donde se la vea. Pero si se van a seguir tratando así, al menos que lo hagan afuera, para poder divertirnos con el espectáculo.

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Aníbal MosaUno de los púgiles de la velada en el directorio de Colo Colo. Se salvó del knockout técnico, pero terminó igual en la clínica.
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Colo Colo está a pocos días de celebrar el centenario de la pelea más trascendente en la historia del fútbol chileno. Fue en el bar “Quitapenas”, enfrentó a dos generaciones, no llegaron a las manos de milagro y todo culminó al grito de “Vámonos Quiñones! Que jueguen los viejos”. Se escindía así de Magallanes un grupo de profesores que formarían la institución más popular del país. Que nació, no hay dudas, de una pelea.

A Colo Colo lo intervinieron cinco veces (1932, ’68, ’76, ’78 y ’80). Quebró (2002) y lo administró un síndico. Fue regido por el grupo económico BHC (denominados Los Pirañas), mucho antes que saliera a la Bolsa tras la promulgación de la ley de Sociedades Anónimas Deportivas. Fue escenario de luchas políticas durante la dictadura para evitar que Tucapel Jiménez se convirtiera en dirigente y acogió, generosamente, a los inversionistas que llegaron con planes de grandeza y evidentes ansias de figuración social y política en este siglo.

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Hubo luchas electorales despiadadas, como las que enfrentaron a Héctor “Aladino” Gálvez con Antonio Labán; o a Peter Dragicevic con Eduardo Menichetti, en sus años dorados. Pero nunca se vio una disputa tan ordinaria y violenta como la vivida en la última década, que, según sus propios protagonistas, ha llegado al menos cuatro veces a las agresiones físicas.

La imborrable escena de Aníbal Mosa y su “Kenitazo”, saliendo en silla de ruedas y con cuello ortopédico tras una reunión de directorio, y el impúdico ejercicio de sacar los trapos sucios al sol que ofreció el dirigente Alfredo Stöhwing esta semana, podrían ser recordados como los capítulos más vergonzosos de la centenaria historia, a no ser porque nada garantiza que surjan episodios nuevos de aquí a la gran fiesta del aniversario.

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Lo divulgado deberá ser complementado con los registros de audio y video que más temprano que tarde filtrará un diligente funcionario del Ministerio Público. Lo que sabemos es que por enésima vez el enfrentamiento entre los bandos de Mosa y Leonidas Vial culminó en agresiones verbales y acusaciones mutuas, hasta que el actual presidente y el abogado Carlos Cortés quedaron frente a frente. “Se abalanzó sobre mí”; “recibió al menos un combo”, “quería arrancar y se tropezó con unos cables” y otras versiones del por qué el timonel quedó en el piso, bajo la mesa y humillado, se conocieron después del incidente.

Acto lamentable por varias razones. Primero, porque la pelea es entre dos veteranos, que ya no están para estas lides. Segundo, porque había varios testigos presentes, que poco hicieron para evitar que la sangre llegara al río. Tercero, porque la sesión tenía directivos presentes y otros telemáticos, lo que corrobora que hubo transmisión en directo y una segura grabación de los hechos, que comprobará si alguien dijo “piojento”, si el golpe fue magnificado o si las heridas fueron auto infringidas. El VAR más esperado de toda la temporada.

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La magnitud de la tragedia debería motivar la participación de Leonidas Vial en la disputa, al menos como aval y protector del director que lo representaba. Es lo que todo propietario decente haría, si no fuera porque el prominente corredor de Bolsa flota sobre la alcantarilla alba como si nada de lo acontecido lo rozara.

El tema se zanjará en tribunales -los penales y los del fútbol, entendemos- lo que no garantiza que algún día conozcamos la verdad. Se vienen las fiestas, una comida multitudinaria, la ostentosa ceremonia para mostrar la maqueta del nuevo estadio que aún no tiene financiamiento y algún partido amistoso que requerirán de una fuerza de seguridad consistente. Y capaz que el Delegado Presidencial de la Región Metropolitana baje el aforo de la cena para garantizar la paz.

Para hacer un poco de historia, el Cacique Colo Colo fue un bravío luchador mapuche en su juventud, pero al envejecer se convirtió en orador y a la muerte de Lautaro y Caupolicán, firmó el primer tratado de paz con los españoles, que desconoció poco tiempo después para lanzarse otra vez a la batalla. Indómito dice la historia. Rosquero, odioso, catete y camorrero en la cultura popular.

No se puede pedir que dos bandos irreconciliables pacten una tregua antes del centenario, pero si se van a seguir tratando a ‘cornetes’ (en la expresión de Mosa), al menos que se escuchen a sí mismos y lo hagan afuera. Para evitar los tropezones, las malas interpretaciones y las versiones contrapuestas. Y para que podamos divertirnos con el espectáculo, claro.

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