De cara a su peor pesadilla -quedar eliminada por tercera vez consecutiva de los torneos internacionales- la Universidad Católica vivió momentos tensos. Juan Tagle lamentó que “la permisología” les impidiera programarse adecuadamente mientras esperan la inauguración del nuevo San Carlos; José María Buljubasich hacía tratativas urgentes para cambiar deuda por un arquero brasileño del Gremio y Tiago Nunes acusaba persecución xenofóbica de los árbitros.
Pese a la renuencia para definir la situación como una crisis, es obvio que los cruzados atraviesan por un momento financiero y deportivo crítico. Pero, por sobre todo, y después de disfrutar de una década prodigiosa en títulos y prestigio, la realidad los ha devuelto a un discreto plano secundario. Liderazgos que fueron sólidos, como el del presidente y del Tati, se desvanecieron. El de Tagle por asumir una inexplicable y cerrada defensa de Pablo Milad y del Consejo de Presidentes, pese a tener todos los requisitos para marcar un liderazgo distinto y alternativo; el del gerente técnico por las pésimas decisiones deportivas de los últimos años, que contrastan con el impecable registro del tetracampeonato.
Así las cosas, los cruzados se enfrentan a la disyuntiva de respaldar a un técnico desorientado, ofuscado y paranoico o salir a buscar, nuevamente, una alternativa de mercado barata y disponible. Tiago, que comenzó su gestión con un mensaje inteligente, propositivo y optimista, fue mutando aceleradamente, influido quizás por los fantasmas que permanentemente sobrevuelan la precordillera. Hoy su discurso está contaminado y en un par de episodios ha dejado ver una suerte de desprecio ético por los códigos (el caso Astaburuaga y la suspensión de este año).
Desde el primer título de la UC, conseguido en 1949 de la mano de Alberto Buccicardi -abogado y periodista formado en sus aulas-, el club buscó en sus raíces la identidad que más éxitos le tributó. Miguel Mocciola y Luis Vidal en la década de los ’60, y Jorge Luco rescatándolos de los potreros el ’75, abrieron el camino para la “escuela francesa” que encabezaría la transformación del club. Ignacio Prieto, Alberto Fouillioux, Fernando Carvallo, Juvenal Olmos y Jorge Pellicer son los nombres más emblemáticos de la consolidación institucional de una idea.
Mario Salas -egresado de la UC porteña- y José María Buljubasich -campeón y récord histórico con los cruzados- aportaron con los últimos seis títulos, con un mérito extra para el ex arquero: pareció haber encontrado un método de gestión incontrarrestable, eficiente y que estaba por sobre los nombres que se sentaban en el banco, amenazando seriamente el liderazgo de Colo Colo y Universidad de Chile, que coincidentemente afrontaban enormes crisis. Pero cuando se perdieron los papeles de la fórmula y primó más el interés de los empresarios que la evaluación técnica, el esquema se derrumbó.
Ofuscada por su propia realidad, la UC se aferra al impresionante nuevo estadio como elemento de unión y futuro. Un recinto que se estrenará sin competencia internacional ni demasiadas expectativas de título, pero que debería propiciar un nuevo orden que al menos busque, en sus propias raíces, la luz que hasta hace poco los hizo brillar.