Cada cierto tiempo se abre la caja de pandora sobre el más grande jugador de todos los tiempos. Los nombres casi siempre son los mismos: Pelé, Maradona, Messi, Cruyff, Di Stéfano hasta Cristiano. Esta vez, el que abrió el debate fue el portugués.
En una entrevista con su amigo español Edu Aguirre, CR7 se postuló con mucha convicción y vanidad como el mejor jugador de todos los tiempos. “Yo creo que soy el jugador más completo que ha existido. Es mi opinión. Una cosa es un gusto, yo creo que soy yo. Hago todo en el fútbol: juego bien de cabeza, tiro bien las faltas, tiro bien de pie izquierdo, soy rápido, soy fuerte, salto”.
Cristiano mira al espejo y lo paradójico, es que lo que podríamos criticar de esta declaración, es precisamente lo que lo convirtió en uno de los más grandes jugadores de todos los tiempos: mentalidad única y exuberante confianza en sí mismo.
Dentro de sus principales virtudes están su capacidad innata para llegar al gol, su estado atlético -que lo ha convertido en una máquina futbolística- y su cabeza inalterable con un gen competitivo que no sabe de adversidades. Todo esto lo transformó en un futbolista que constantemente subió el listón de su exigencia.
Su palmarés es amplio: máximo anotador en la historia de la Champions, máximo anotador de la historia de Portugal, máximo anotador de la historia a nivel de Selecciones, 4 veces Balón de Oro y 924 goles y contando. Además, en su paso por el Real Madrid, increíblemente, tiene más goles que partidos (450 tantos en 438 duelos).
Es una realidad que “El Bicho” tiene argumentos para sentarse en la mesa de los más grandes, pese al dolor generado por la imagen de ver a Messi con la Copa del Mundo en el Mundial de Qatar 2022, algo que a Cristiano a diferencia del resto, le falta.
Para elegir al más grande de todos los tiempos, también hay que considerar la brecha generacional. No es lo mismo lo que vi a lo que me contaron. No es lo mismo disfrutar en el estadio que en Youtube. No es lo mismo ser contemporáneo al crack que sólo ver los recortes de los diarios.
Mi caso quizás es atípico, porque si bien me emocioné con los grandes futbolistas de los que he sido contemporáneo, el impacto de lo que me contaron, incide en mi elección.
Mi padre me heredó su fanatismo por Pelé. Alberto Fouillioux no titubeaba en considerar a Pelé como el verdadero Rey del Fútbol. “La gente no se hace la idea de lo bravo que era. Un goleador tremendo, con talento pero con una capacidad atlética demoledora. Además era fuerte y vivo. Cuando había que pegar, pegaba”. Así describía mi padre a O´Rey.
Pese a sólo emocionarme con la figura de Pelé a través de videos y de lo que me contaron, yo tampoco tengo dudas, para mí es el más grande de todos los tiempos, y los argumentos sobran. Porque hay un pequeño detalle que olvidó Cristiano en su recuento. Las tres Copas del Mundo del brasileño, que lo ponen como el futbolista más ganador de Mundiales hasta ahora.
De todas formas, cuando hablamos de quién es más grande, se intenta medir el fútbol desde un punto de vista puramente estadístico: goles, títulos, asistencias, entre otros datos, porque es lo único que tenemos para intentar comparar. Pero resulta un ejercicio complejo, porque el fútbol es un deporte colectivo donde las premiaciones individuales tienen contextos dispares. Además, lo que le da vida al fútbol, es el componente emocional.
Los ídolos tienen que ver con la manera en la que uno se vincula emocionalmente y cómo se siente representado en la cancha. Hablar del mejor, no es sólo hablar de quién ganó más, sino de quién más nos emocionó.
Lo de Cristiano, parece mucho más un ejercicio de adulación personal, de mirarse al espejo para vanagloriarse. La historia lo juzgará, pero lo hará en un plano en el que nunca nos pondremos de acuerdo, porque los ídolos son personales, y las emociones no responden a un criterio estadístico.