No era una fecha FIFA, se podía elegir poco. Tal vez algo más, pero cayó Panamá, sin varios titulares. Con dos goles a favor en los primeros 5 minutos de juego, si el partido podía prometer algún grado de antagonismo, algo de competencia, la incógnita se resolvió demasiado temprano.
Quien revistiera a este partido impostado de la Selección como una instancia de preparación para las fechas eliminatorias de marzo, asumía una cuota de cinismo estival propio de la intención de no calentarse el mate durante las vacaciones. Nadie quería este compromiso por una utilidad concreta, salvo Pablo Milad, que vio la posibilidad de reunir algo de dinero que por estos días escasea en la Federación. Las justificaciones oficiosas que esbozó el presidente del fútbol chileno acerca de cumplir con los microciclos, verlos entrenar juntos o darle nuevas alternativas a futuro a Ricardo Gareca, no se las compra ninguno que entienda algo de lo que sucede en la tesorería de Quilín.
Del origen espurio que tuvo este duelo, porque contadísimas veces en nuestra historia se programó un amistoso de la Selección adulta con propósitos exclusivamente financieros, sus derivadas no podían ser consistentes con un proceso lógico. La nómina de jugadores que convocó el seleccionador, tampoco ocultó esa condición inorgánica con que se fue estructurando lo que siempre tuvo un tufillo de entrenamiento pagado y televisado.
La mezcla de nominados resultó ser un amasijo sin un núcleo que le diera identidad o propósito a este combinado nacional, como se decía antes, cuando el colectivo no daba la talla como para subir a la categoría de Selección. Nombres de prolongada trayectoria que Gareca no había citado -Marcelo Díaz, Charles Aránguiz-, otros de esa generación que ya habían estado -Vidal e Isla-, aparición de futbolistas locales que tuvieron regularidad en la temporada pasada -Pablo Aránguiz, Castellón, Cepeda, Pizarro, Ampuero, Uribe, Gutiérrez, Pino, Wiemberg- y más de una sorpresa por el global de lo hecho en el torneo 2024 -Tapia, Canales, Guillier, Matus-. Varios casi no alcanzaron a compartir con el grupo por razones médicas y fueron liberados sin pisar el césped de entrenamiento.
Todo el ambiente que se generó en los días previos al partido, tampoco ayudó a posicionar el trabajo de Gareca. El entrenador, fiel a su estilo, respondió diez consultas sobre esta convocatoria con una retórica que aburre por su exacerbado relativismo y falta de definición. La exasperante costumbre que tiene el argentino de no aportar una certeza, de iluminar con un concepto, de aclarar qué fórmula está buscando, se instaló a tal nivel que hasta las interrogantes se han automatizado y ya ningún reportero contrapregunta, por último para que el técnico salga de su perorata.
En junio de 2023, República Dominicana y Cuba visitaron al equipo del entonces seleccionador Eduardo Berizzo, para que la Roja ganara en confianza. Se fueron con cinco y tres goles, respectivamente. Panamá, que en el papel tenía bastante más galones que las otras dos selecciones, ha servido para que los chilenos confraternicen y varios conozcan las dependencias de Pinto Durán, porque la gran mayoría de ellos no volverá a Macul por un buen tiempo. No es que vayan a ser desechados, pero hasta ellos saben que hay otros que hoy son mejores.
Y si algún desprevenido se durmió el sábado soñando que la goleada tiene un valor superior a encajarle seis goles a un rival liviano, ingenuo y limitado, que siga a los estadísticos que en sus Excel no discriminan entre malos, regulares y buenos, mientras todo tenga un carácter oficial. Para ellos, los números son los que mandan. Para los que esperan algo más, Gareca aún no muestra ni dice con qué.