Huelga decir que la zona penquista se merecía hace rato otro club en el fútbol verdaderamente profesional, además de Huachipato. Por constituir un polo vital de desarrollo del país, porque las altas concentraciones demográficas necesitan estar representadas en el deporte más popular, por el interés de una población históricamente futbolizada, pero fundamentalmente, por ese puñado de hinchas que se fueron multiplicando mientras se combatía por no desaparecer, incluso cuando la institución había dejado de respirar.
La historia reciente de Deportes Concepción en el fútbol profesional está llena de sucesos lamentables. Hechos nefastos que tienen responsables con nombre y apellido, sujetos que se andan paseando libres, cuando debieran estar en la cárcel. Ladrones, oportunistas, delincuentes, muchos de ellos, la mayoría, de cuello y corbata. Representantes tránsfugas, dirigentes corruptos, empresarios sinvergüenzas, varios allegados a la región del Bío Bío que vieron dónde dar el tarascón. Otros tantos, nativos de la zona, que mintieron y se aprovecharon de socios e hinchas que pecaron de ingenuos o que se cegaron con la pasión lila.
Tal vez no valga la pena detenerse en tipos miserables, porque da toda la impresión que ya zafaron de una justicia laxa y de persecutores que prefirieron dedicarse a salvar lo poco que dejaron del club: su nombre y el arraigo social. Ya se robaron lo que pudieron, y como en la historia del fútbol chileno hay varios que siguen pululando con el prontuario en la mano, lo que cabe ahora es no perder la memoria y mirar hacia adelante.
No será fácil mantenerse en la categoría. Deportes Concepción requiere de una gestión profesional y más robusta de la que pudo tener en su paso por esa liga que llaman Segunda División. El torneo de Primera B es brutalmente competitivo, más allá de las limitantes estructurales de quienes hoy participan y de la falta de consideración que le han dado casi todas las últimas directivas de la ANFP a esta serie.
La competencia en la B es compleja, los traslados suelen ser extenuantes y la conformación de planteles exige una lógica de distribución de fuerzas donde el espíritu y el esfuerzo pueden llegar a pesar bastante más que el talento o la técnica. La tardía confirmación para integrarse a la división, debería estar compensada con un plazo más amplio para estructurar un equipo que compita.
Pero Deportes Concepción tiene una gran ventaja: es un sobreviviente. Esa multitud que acompañó al equipo mientras se debatía en el amateurismo, mientras recogía las sobras que los saqueadores desecharon, será la misma que hará del Ester Roa un recinto único para la B. Si el equipo lila logra sostener una campaña sólida en Collao, tendrá más de la mitad de la tarea cumplida.
Lo demás será reforzar los nuevos cimientos de un club resiliente que merece estar bien gestionado, porque puede marcar una diferencia en esta época en que muchos otros que terminaron creyendo en las Sociedades Anónimas Deportivas, hoy se desviven por rescatar el tejido social que los constituyó cuando fueron fundados. Ese mismo que Concepción nunca perdió, porque nadie pudo robárselo.