El fútbol, como todo el deporte, es una actividad de alta connotación social, que tiene impacto en valiosas dimensiones de la vida ciudadana. Y a pesar de ser una herramienta muy valiosa, lamentablemente las autoridades no han considerado a la actividad física y recreación como alternativa para combatir la obesidad y la depresión; la educación en habilidades sociales; la mejora de la infraestructura urbana; la prevención del delito y el empleo laboral de los jóvenes en el caso del deporte profesionalizado. Hay una potencialidad tremenda en el deporte, y para ejecutar las iniciativas hay valiosos colaboradores como son los profesores de educación física y ex deportistas, a lo largo y ancho del país.
El deporte es un estilo de vida y una herramienta para muchos de los problemas que hoy nos agobian. Cuando se habla de polarización y división social, la lealtad y el trabajo en equipo que enseña el juego nos hace ciudadanos más tolerantes; para prevenir la deserción escolar, el deporte es importante para atraer a un chico a la escuela y que en ella haya un programa y un líder deportivo que lo cautive.
En seguridad se habla de ocupar el territorio para que las plazas y multicanchas sean el lugar de encuentro de la vecindad y no guaridas delictivas, ¿qué tal si ese espacio está administrado por un gestor deportivo que se obligue a copar ese recinto con actividad para el grupo humano que vive en el entorno y que hoy está prácticamente recluido en su hogar?
Por eso, siempre he creído que el deporte debe tener rango de derecho constitucional. Y si bien es cierto es un derecho de carácter socioeconómico, cuyo ejercicio queda supeditado a los recursos del Estado, su sola consagración deja en evidencia la obligación que tiene al respecto el Estado. De paso, queda instalado en el disco duro de las personas que tienen que diseñar y ejecutar las políticas públicas, que el deporte puede ser una herramienta mucho más relevante de lo que imaginan. No podemos reducir al deporte a la mera transpiración.
“Un club es deportivo por el deporte y no por la forma de organizarse”
Estuve en los dos procesos constituyentes ocupando las instancias de participación ciudadana junto a destacados deportistas y líderes sociales. Independiente de los resultados de los procesos, agradezco a los constituyentes que recogieron en los dos textos la consagración del deporte en la Constitución. En el primero, fue consagrado ampliamente como un deber del Estado; y en el segundo, fue consagrado como una herramienta dentro del derecho a la salud, tal como está en la Constitución española de 1978. Hoy se está tramitando una reforma constitucional en el Congreso respecto del derecho constitucional al deporte que espero tenga éxito.
Sin perjuicio que el Estado está obligado a fomentar el deporte, en todo el mundo y durante todas las épocas, la actividad deportiva ha sido realizada por el sector privado: el Comité Olímpico, las Federaciones, las Asociaciones y los Clubes son entidades privadas e independientes del Estado y los gobiernos de turno.
En el deporte, al final, lo que es clave es una institución, que es el club deportivo que lo desarrolle. El sociólogo francés Maurice Hauriou habla que las instituciones tienen dos elementos: el estructural, que sería el edificio, el estatuto, etc; y el intelectual, que sería la ideología, la representación colectiva que genera la entidad.
Para citar como ejemplo está el caso de Deportes Concepción, uno de los equipos que más arraigo popular registró este año. Como institución estaba prácticamente desaparecida en su elemento estructural, pero estaba viva en su espíritu. Bastó una chispa para que prendiera. Hay muchos otros ejemplos. En España, el Málaga FC. Desaparecido en acción, y ahí está de nuevo. En suma, lo que hace a una institución es su idea, su espíritu y no sus recursos materiales. Lo que hace que un club sea deportivo es el deporte y no la forma de organizarse.
Digo esto porque no nos podemos confundir. En un club deportivo, la forma de organizarse es sólo un elemento material, accidental. Lo esencial, lo que va a permitir que la institución deportiva siga vigente en el tiempo es su objetivo deportivo. Hay clubes deportivos vigentes y con distintas formas de organización: sociedades anónimas, corporaciones, fundaciones. Personalmente, considero irrelevante la forma que adopten. Lo que es trascendental es que el deporte sea la razón de ser y existir del club.
“El fútbol en Chile estaba condenado a desaparecer”
¿Cómo nacen las sociedades anónimas deportivas? Curiosamente, nacen como una respuesta para mantener vivos los clubes que practican futbol profesional. Se buscaba la sostenibilidad financiera, que es la principal de las sostenibilidades de cualquier institución. Podemos aspirar a desarrollar los principios ESG que buscan que la institución sea un ejemplo en cuidado del medioambiente, inclusión social y gobernanza, pero si la institución no tiene viabilidad económica desaparece y esos loables principios serán letra muerta.
En aquel momento (principios de los años ’90), la industria del fútbol chileno no cumplía con sus principales grupos de interés: los futbolistas, los trabajadores, el fisco, los proveedores del fútbol. La actividad estaba condenada a desaparecer y había que buscar una herramienta de salvataje. Y ésa fue la Sociedad Anónima Deportiva (SAD), que se consideró traería recursos financieros desde el mundo de la empresa privada y por ende mejor gestión, más responsabilidad, mayor control y seguridad para sus trabajadores y proveedores, y sin cambiar la naturaleza deportiva de la organización.
Pero como toda institución, ninguna es perfecta. Si las SAD fueran una institución infalible, con dicha reforma se habrían acabado todos los problemas del fútbol y no es así. Como en toda una empresa, hay oportunidades de mejora en la gestión, en las prioridades, la infraestructura y hasta en el personal que la gestiona.
Mantener un club deportivo es muy complicado. Y aunque hay deficiencias, y siempre las ha habido y las habrá, creo que hay que respetar a los actuales propietarios porque los clubes están vigentes, y me consta que para mantenerlos se hacen esfuerzos muchas veces en solitario, con recursos propios y soportando una gran presión pública.
Cuando se crean las SAD, curiosamente la institución deportiva mejor gestionada no era ni siquiera una corporación, era la Fundación Universidad Católica. Y como sabemos, las fundaciones son entidades con fines mucho más filantrópicos que cualquier corporación sin fines de lucro. Entonces, insisto, el tema no es la naturaleza jurídica del club. Es la relevancia que en la institución tiene la finalidad deportiva y calidad de gestión para desarrollarla.
Y ahí es que yo pregunto: ¿Ser una SAD es contradictorio con cumplir con los fines deportivos y los fines sociales que deseamos que tenga un club deportivo? Para mí no lo es. Lo que es relevante es asegurar que dicha SAD cumpla con dichos fines y en especial el deportivo. Y acá detecto una aparente debilidad.
“El club puede pasar a ser un disfraz para otro negocio”
Hoy día la principal y casi exclusiva regulación que tienen la SAD apuntan en la misma dirección que tenían cuando nacieron: asegurar la sostenibilidad financiera, la transparencia y la buena gestión.
Todos los puntos que hoy se discuten en la modificación a las SAD en Chile a mi juicio pueden ser importantes y legítimos, pero no son, y lo digo con todo respeto, esenciales al problema deportivo que tenemos.
Nuestro problema es que al no tener objetivos deportivos robustos, obligatorios y regulados, el club corre el riesgo de pasar a ser un disfraz para buscar cualquier otro objetivo o negocio.
En lo personal, soy dirigente de Unión Española desde fines de los 80 y siempre, hasta el día de hoy, he sido un director ad honorem. Lo he sido por mi ascendencia hispana y el rol social de la institución con los jóvenes que militan en nuestras divisiones inferiores, y también porque es una gran difusión de la hispanidad en Chile. Y si algo me mantiene cercano a la actual Unión Española SAD fue apoyar a sus propietarios, porque aseguraron la existencia y viabilidad del club y han demostrado un objetivo deportivo claro. Si nosotros no hubiéramos transformado a la Unión en una SAD y no hubiera llegado el grupo SEK a su propiedad, no existiríamos. Y si el estadio Santa Laura no habría recibido la remodelación que tuvo, hoy estaría condenado a ser un estadio San Eugenio II: un monumento de interés cultural, un recinto de patrimonio ciudadano lleno de historias, pero abandonado, tal como está actualmente el ex estadio de Ferroviarios. Hoy Unión es una institución solvente, con claros fines deportivos y con hechos concretos que avalan esta afirmación.
La pregunta entonces es: ¿para qué un inversionista es propietario de un club y qué desea hacer con el club?
He participado por muchos años en el mundo del fútbol. En la ANFP he integrado comisiones como la de reforma de estatutos y del código de ética; he sido miembro del Tribunal de Honor y también miembro del Directorio. Bajo la presidencia de Ricardo Abumohor, para Francia ’98, dirigí la comisión de Fútbol Joven de dicho directorio. He compartido con distintas personalidades, con pensamientos diferentes, pero todos con una clara pasión por el fútbol. Por eso, hay que crear espacios para que el fútbol y quienes tienen vocación por su desarrollo, puedan desempeñarse en la actividad.
“Separar la Federación y la ANFP no es el principal problema”
Creo que hay que seguir incentivando la misión deportiva de los clubes. Por ejemplo, en los reglamentos se mantiene como requisito para participar en la ANFP tener divisiones de fútbol joven. ¿Pero, qué tipo y calidad de divisiones? ¿Es suficiente que subcontrate a un tercero, para que se me permita cumplir con esos requisitos, “parando” equipos que el reglamento me pide sin un control mínimo de calidad? ¿O debiera hacer lo que hacen muchos clubes, invertir en cuerpos profesionales e infraestructura de calidad para esas divisiones?
Ese aspecto deportivo es lo que hemos descuidado. Y no sólo en el fútbol profesional, en todo el deporte chileno. Hay que imponer requisitos cualitativos, estándares mínimos de las prestaciones deportivas que se les exigen a los clubes.
Con una mirada larga, más allá de la contingencia y el objetivo de esta reforma puntual a la ley de SAD, también invito a reflexionar sobre la separación entre la Federación de Fútbol de Chile y la ANFP. Son dos personas jurídicas distintas. Están separadas.
Vuelvo a preguntar: ¿Cuántas personas jurídicas son administradas por uno de sus socios? Muchas. ¿En cuántas personas jurídicas distintas coinciden los directores? En muchas. Hay leyes que regulan la administración y cuidan que no se sea desleal en perjuicio de la entidad y de los restantes socios. Leyes que protegen los conflictos de interés. Sin embargo, pienso que ahí no está el problema principal.
Más que separar absolutamente la Federación de sus socios, el foco debiera estar en la claridad de los objetivos de cada institución, y en regular y fiscalizar sus cumplimientos. Y potenciar las sinergias que, desde la mejor y más dotada infraestructura material y ejecutiva de la ANFP, pueden aprovecharse en beneficio de la ANFA y de la propia Federación.
Y ahí, por la propia naturaleza aficionada de los clubes asociados a ANFA, el Estado tiene mucho que hacer en su beneficio. Apoyarlos para potenciar sus gobiernos corporativos, sus funcionamientos y financiamientos de sus mejoras institucionales y deportivas y de sus torneos locales y nacionales. Los clubes de fútbol asociados a ANFA muchas veces existen por la voluntad de dirigentes que dedican su vida a la institución, pero están huérfanos de apoyo público.
También hay un fenómeno que ocurre en muchos deportes chilenos afectando la robustez y sostenibilidad deportiva de la disciplina respectiva : ¿controlamos el uso abusivo de la libertad de asociación que genera tantos clubes deportivos o asociaciones como medios para dirimir diferencias internas que deberían resolverse en el seno de la entidad histórica?
El tema, en consecuencia, apunta fundamentalmente a que nos ocupemos del deporte y de los fines deportivos. Que nos preocupemos que en los clubes, sean corporaciones o SAD, haya una finalidad deportiva clara y fuerte. Y que apoyemos y derechamente subsidiemos adonde sea necesario.
“En el fútbol chileno nos están empezando a faltar regulaciones”
Yo soy contrario a las regulaciones. Los burócratas de Bruselas nos tienen locos con las normas regulatorias de ESG que, como reclaman muchos grandes empresarios, ya afectan la eficiencia y eficacia de las entidades reguladas.
Pero aún así, creo que en el fútbol chileno nos están empezando a faltar regulaciones que busquen potenciar el deporte como el principal fin de cada club. Que se asegure una práctica y desarrollo deportivo de acuerdo a unos estándares comúnmente aceptados. Con más obligaciones en infraestructura, en gestión, en personal y recursos deportivos. Estimo que con estas cargas se interesarán por la actividad los inversionistas que realmente buscan el desarrollo deportivo del club.
De esa manera, tener un club con otra finalidad -para hacerse conocido, para visibilizar jugadores como si fuera una verdadera corredora de talentos e incluso para tener multipropiedad- probablemente no va a convenir, porque para conseguir fines deportivos robustos hay que dedicar esfuerzos e inversiones importantes que son de largo plazo y con un retorno financiero muy escaso, si es que lo hubiera.
Lo que sí que comparto es la preocupación por los conflictos de interés. Y tenemos varios riesgos al respecto que debemos vigilar de partida con los recursos que actualmente disponemos: el oficial de cumplimiento, los estatutos nacionales e internacionales de la actividad, la legislación nacional, y por cierto, la autorregulación a la que invita el sentido ético de cada persona.
Ejemplos de riesgos: libre competencia, los amaños de partidos y las apuestas. Respecto a la libre competencia, los acuerdos de los 32 clubes agrupados en la ANFP podrían afectar temas de libre competencia (como ya ocurrió). Entonces, deberíamos estar obligados a tener, como tienen las asociaciones gremiales, un observador de libre competencia, papel que cumplen habitualmente las universidades.
Respecto a los amaños de partidos, la multipropiedad genera desconfianzas cuando equipos de los mismos propietarios se enfrentan en instancias decisivas. Las apuestas involucran no solo a los clubes, sino que a todos los actores que, individual o colectivamente, pueden influir en un resultado o en un hecho del juego sobre el cual hay apuestas.
En resumen, la naturaleza jurídica de los clubes no es lo más relevante para mí, aunque es importante y hay que ir siempre regulando, buscando la mejora continua.
Nos hemos quedado atrás en darnos una regulación para que efectivamente el deporte y la excelencia de su práctica sea el objetivo más relevante de los clubes. Una finalidad deportiva que va mucho más allá del domingo y 22 jugadores. Un fin que abarca aspectos mucho más amplios y que inciden en la formación del deportista, el crecimiento de la institución y la satisfacción emocional del hincha. En suma, autoimponernos la obligación de una gestión impecable en lo institucional y deportivo, a la altura de la relevancia que tiene el fútbol en Chile para las personas y la sociedad.