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“No todo es ganar y participar en los Mundiales”

Clarence Acuña, el ex mediocampista de la Selección Nacional, Newcastle, Rosario central y de numerosos clubes chilenos, oficia actualmente como gerente de Desarrollo de la Conmebol. Instalado en su oficina en Asunción, Paraguay, repasa su carrera, los hitos que la marcaron, y ahonda en una necesidad vital para el fútbol chileno: trazar objetivos de mediano y largo plazo.

Clarence Acuña El ex volante de la Selección Nacional en Francia '98 es hoy gerente de Desarrollo de la Conmebol.
  • “Hay que tener estructuras sólidas, organigramas con la gente que corresponda, planificación, respetar los procesos y tener una estrategia de lo que uno quiere conseguir, con objetivos. En la Adulta, en la 20, en la 17, en el femenino”

La oficina de Clarence Acuña (50) en las dependencias de la Conmebol huele a fútbol, pero también a planificación. Calendarios, un televisor sintonizado con programas deportivos que no cesan, algunas réplicas de trofeos y canchas, muchas canchas, que se observan desde el ventanal que da a una carretera.

El ex volante de O’Higgins de Rancagua, Universidad de Chile, Newcastle, Rosario Central, Palestino, Unión Española, Deportes Concepción y Deportes La Serena es el chileno mejor ubicado en la estructura del fútbol sudamericano. Hoy le duele el momento de la Selección Nacional, pero también el deterioro que todos constatamos. Desde su cargo de gerente de Desarrollo, recuerda cómo le picó el bichito de la gestión.

“Estaba en las cadetes de O’Higgins y a veces me citaban a entrenar al primer equipo, con Manuel Pellegrini. También me llamaban a las selecciones Sub 17 y 20. Cuando entrenaba con los profesionales había una cancha buena, buenas pelotas, buena ropa, todo lo que necesita un jugador profesional. Cuando iba a Pinto Durán, lo mismo. Pero en el mismo O’Higgins, en las cadetes, la ropa era mala, no teníamos balones o estaban malos, la cancha era un desastre. Yo pensaba cómo podía ser tanta la diferencia, si estábamos en el mismo club. Ahí me comencé a cuestionar. Era un cabro chico, pero no me cuadraba”.

En el año 2000, el rancagüino se sumó al Newcastle de la Premier League. Ahí confirmó todo lo que pensaba sobre el fútbol y el alto rendimiento. La improvisación y el “ahí vemos” no existen. La organización y la planificación le apasionan. Clarence Acuña explica este proceso que marcó su visión del fútbol profesional.

“Desde joven me empecé a involucrar en la gestión y administración. Creo que tengo muchas habilidades para buscar soluciones, soy muy bueno para resolver problemas. Todo esto me empezó a gustar a partir de las necesidades que veía cuando era joven. Los equipos estaban con dificultades, acogotados, con infraestructura mal hecha, con gente que no estaba capacitada. Creo en dos palabras fundamentales: la educación y la estrategia”, dice con énfasis.

-Eso lo obligó a estudiar.

Empecé a educarme, saqué varios diplomados en Chile y acá acabo de terminar uno de coaching ontológico. También tengo cursos de gestión, psicología, sociología, marketing. Soy entrenador, he perfeccionado el inglés, me falta estudiar portugués, porque tengo muchas reuniones con gente de Brasil. Encontré un nicho que creo hacía falta, sobre todo con la mirada del jugador de fútbol. Estar en la Conmebol, que maneja todo el fútbol sudamericano, es un privilegio.

El ex futbolista es uno de los frecuentes expositores de los proyectos de desarrollo que tiene Conmebol en diversos países sudamericanos. Su conocimiento de la gestión de cada país lo hace tener una mirada global y analítica.
Clarence Acuña en ConmebolEl ex futbolista es uno de los frecuentes expositores de los proyectos de desarrollo que tiene Conmebol en diversos países sudamericanos. Su conocimiento de la gestión de cada país lo hace tener una mirada global y analítica.

-Usted se formó en O’Higgins, un club que sacaba muchos jugadores, pero que tenía enormes problemas económicos. ¿Eso lo forjó?

Yo conviví con los problemas económicos. Veía que mis compañeros siempre hacían reuniones, hablo de jugadores de prestigio, Juvenal Olmos, Pato Mardones, Pancho Ugarte, Roque Alfaro, Gustavo De Luca, Luis Ceballos, Lucho Casanova, Mauro Meléndez, tipos de mucha trayectoria, que siempre se juntaban por los problemas de pago.

-¿Qué le pasaba?

Se convivía con eso, pero era un club de mucho prestigio. Era contradictorio, porque se vendían muchos jugadores. Había un mal manejo administrativo, era un desorden, no existía claridad sobre quién era la cabeza. Entrenaba en el primer equipo, pero a veces no me citaban y el fin de semana jugaba por mi categoría de inferiores y no había agua, la ropa no estaba lavada, las pelotas sucias. Yo decía acá no hay ninguna inversión. Entonces, bueno, ahí empecé ya el crecimiento personal. Algo que me ayudó fue estar en todas las selecciones menores, una posibilidad que no todos los jugadores tienen.

-¿En qué le marcó estar en las selecciones menores?

Yo iba a la Selección y tenía asistente social, un psicólogo, buena alimentación, un nutricionista y después volvía a entrenar y los domingos no teníamos nada para comer, no teníamos agua ni luz. Yo decía ‘¿por qué existen estos contrastes?’ Ahí empezó mi búsqueda, mi historia de poder gestionar y darle al fútbol la calidad que se merece. El dinero existe, la profesión ya está estable, entonces, hay que tener buena gente para poder administrar todo esto como corresponde.

-Desde sus inicios en Rancagua, ¿quiénes fueron sus referentes, los compañeros que lo marcaron?

Fui un privilegiado de muy joven, desde que empecé a jugar con el primer equipo. Me formaron, tomé hábitos de ellos, vitales para un profesional, pero también para la vida.

-Tuvo a Manuel Pellegrini.

Me acuerdo de que llegaba en la mañana y estaba con un lápiz rojo y otro azul. Llegaba como tres horas antes y miraba el peso. Él decía que el peso era fundamental en un jugador de fútbol. Ahí tengo una anécdota buena, pero una lección para toda la carrera. Manuel nos daba un rango de un kilo, para arriba y para abajo. Si llegabas para arriba o para abajo te ponía rojo. Un día llegué, no sé por qué, con sobrepeso de un kilo.

-¿Y?

Me queda mirando y me pregunta ‘¿qué hizo anoche?‘. Le respondí ‘nada, comí nomás’. ‘Esto es grave’, me dijo. Yo tenía 17 años y pensaba que... ‘si ni juego’. Después hicimos fútbol y perdí un par de pelotas. Y ahí Manuel me empieza a gritar: ‘Ahí está el kilo, ahí está el kilo, perdió esas pelotas por el kilo’. Ahí dije, miércale, la importancia de los detalles. Ahí empecé a formarme, en los detalles. Se me hizo un hábito el cuidarme, respetar eso, porque después traía consecuencias.

El cargo de gerente de Desarrollo de la Conmebol le ha dado posibilidades al chileno de interactuar con la elite de los técnicos sudamericanos.
Acuña, entre Gabriel Milito y Sergio BatistaEl cargo de gerente de Desarrollo de la Conmebol le ha dado posibilidades al chileno de interactuar con la elite de los técnicos sudamericanos.

-Clave tener buenos referentes al inicio de la carrera.

Por supuesto. Fui compañero de Juvenal Olmos, Malcom Moyano, Gustavo De Luca, Roque Alfaro. Una vez Pancho Ugarte me invitó a comer a la casa. Él tenía una pesa, entonces me pregunta: ‘¿Cuánto tienes que comer?’ ‘No sé‘, le dije. ‘Es que yo como 200 gramos de carne’, me dice Pancho. Agarró la carne y la pesó. Y yo dije, miércale. Ahí vi que él estaba a otro nivel, que tenía una vida profesional intachable.

La calidad, sobre todo

Clarence Acuña es de los que cree que la diferencia la hacen los buenos futbolistas. No está entre los que piensa en la fortaleza de los grupos. En 1997 pasó de O’Higgins a Universidad de Chile y en el 2000 al Newcastle. A su juicio, equipazos, donde no se destacaban por las buenas relaciones fuera de la cancha.

“Los grupos son grandes por la calidad de los jugadores que existen dentro del campo de juego, afuera hay que tener una buena convivencia. No existe eso de que aaah, son ganadores, son buenos, porque se llevan bien. En la U no teníamos una muy buena relación entre todos, con algunos no hablaba, pero en la cancha era un equipo ideal, un ejemplo. A alguien lo tocaban y salía todo el equipo. Una vez íbamos perdiendo 2-0, no sé si fue en Antofagasta o en La Serena, y después dijimos, muchachos, vamos a darlo vuelta, esto depende de nosotros. Ganamos 4-2.

-¿En Newcastle era parecido?

Teníamos un nivel increíble. Estábamos los sudamericanos, el paraguayo Diego Gavilán, Christian Bassedas, el “Lobo” (Carlos) Cordone, Nolberto Solano. Después había de todo, el Reino Unido, Gary Speed era tremendo; tenía compañeros franceses, españoles, del Congo, Marruecos, Nueva Zelandia, de Australia, idiomas diferentes, pero ese fue uno de los mejores años del club, participamos en la Champions. No teníamos una buena comunicación, pero en la cancha era un equipazo.

-¿Cómo fue llegar a la Premier League? ¿Muy distinto a lo que vivía en Chile?

Una de las cosas que me marcaron fue la preparación física. En las pretemporadas me mataba, yo era un privilegiado, pero todos teníamos que correr 20 vueltas a la cancha de golf. Unos llegábamos primero, unos al medio, unos atrás, otros más atrás, y uno que no llegaba. Cuando llegué a Inglaterra me encontré con tres preparadores físicos, ahí me di cuenta de que estaba en otro nivel. ‘Tú no tienes que correr 40 metros, tus distancias son cortas. Tienes que trabajar en 10 metros, cinco para acá, cinco para allá. Ese es tu trabajo constante’, me dijeron. A los laterales, y a los que jugaban por banda, les hacían distancias largas. Ahí dije, miércale, por fin, empecé a trabajar lo mío. Por eso empecé a jugar cada vez mejor, porque el potencial mío no era desgastarme, sino que buscar mis cualidades y habilidades.

-El técnico era Bobby Robson.

El gran Bobby Robson. Me contó dos historias que nunca me voy a olvidar. Me dijo: ‘Yo estuve en Rancagua’. Me había contado que estuvo en el Mundial del ’62, que jugó en Rancagua. Ahí me dice que estuvo en ‘Coia, Coia’. Que jugó golf en ‘Coia’. ‘Ahhh’, le digo yo, ‘en Coya’. ‘Sí, Coya’, me dice. Y viene y me pregunta por el estadio. ‘Era antiguo’, me dice. Y yo me pongo a reír, porque El Teniente estaba igual que cuando él había jugado. Me dice que recordaba que era de madera. ¡Qué vergüenza!, pensé. No había cambiado nada. Me comentó que la ciudad era linda. Me dijo que la pasó bien y se acordaba de los vinos.

El mundialista chileno llegó a la Premier League y estuvo tres temporadas. En la fotografía, ante el Everton y Wayne Rooney.
Clarence Acuña en NewcastleEl mundialista chileno llegó a la Premier League y estuvo tres temporadas. En la fotografía, ante el Everton y Wayne Rooney.

-¿Y cuál fue la otra historia?

En las reuniones que teníamos, yo le decía que hablaba muy bien español. Ahí me dice que Mourinho, su traductor en Barcelona, le enseñó a hablar. Yo no sabía quién era Mourinho. Ahí me cuenta que estaba en el Porto y que era un tremendo entrenador. Una vez se perdió como tres días. En Inglaterra el entrenador es mánager, entonces ve las compras de los jugadores y a veces no estaba en las prácticas. Ahí me cuenta que con Alex Ferguson tuvo que ir a ver un jugador, que se llamaba Cristiano Ronaldo, que tenía como 16 o 17 años. Ahí llamé a Rodrigo Tello, que jugaba en Sporting.

-¿Y qué pasó?

Robson explicó que era un extraordinario jugador, pero que costaba mucho dinero y que se iba al Manchester United. En el viaje, Ferguson le habló de Marcelo Salas, que lo había venido a ver al partido con Bolivia (última fecha de las eliminatorias de Francia ’98) y que también le había gustado el 8. Ahí dije, ¡wow!...

-¿Qué les faltó en la U para dar el salto internacional? Tenían casi la base de la Selección, más Sergio Vargas, Flavio Maestri, Richart Báez.

Entender mejor lo que era la competencia, valorizarla. Yo siempre hablo de los objetivos y creo que ahí nos faltó ponernos una meta, no ir a participar. Tratemos de llegar lo más lejos posible. Nunca llegó ese mensaje de liderazgo de la institución o del entrenador. Te doy un ejemplo. Acá en Paraguay está Olimpia, que fue tres veces campeón de la Copa Libertadores, y Cerro Porteño, que no ha podido, pero que siempre se pone como objetivo ganarla para igualar al rival clásico. Entonces ahí tú tienes que planificar para ir por algo grande. Por eso una vez dije que me gustaría ir a la U a un proyecto para salir campeón de la Libertadores, pero tiene que ser con una planificación, un camino de tres o cuatro años.

-No es fácil.

Hay que invertir. Botafogo compró jugadores para ganar la Libertadores. Fue a buscar al Betis a Luiz Henrique, trajo a Thiago Almada. Hizo una planificación para la Copa. En nuestro caso, nunca estuvo claro el objetivo de ir a pelear la Copa Libertadores.

El gol del siglo de Marcelo Salas

Acuña vivió la etapa final de la clasificación a la Copa del Mundo de Francia ’98, donde fue titular en los cuatro partidos que disputó la Selección Nacional. En la gira de preparación, Nelson Acosta lo puso en el once inicial frente a Inglaterra. En la memoria colectiva quedaron el primer gol de Marcelo Salas en la victoria 2-0 en Wembley, sobre Inglaterra, y el 2-1 parcial del Matador frente a Italia en el estreno en Bordeaux. En ambos tantos, el rancagüino fue un actor de reparto. En Asunción lo recuerda con frescura, pero retrata su visión del juego. “Muchos dicen que el de Marcelo es el gol del siglo en Wembley. Yo lo cuento en algunas presentaciones que hago. Ahí se ven las habilidades, la inteligencia de los jugadores. A mí nunca me robaban la pelota; jugaba a uno o dos toques. Mi gran habilidad era ir mirando qué iba a hacer. Dos o tres segundos antes, tenía resuelta la jugada. Y eso lo cuento en mis charlas, identificar tus virtudes y tus defectos”.

-¿Qué pasó en esa jugada?

Cuando salgo con la pelota, veo a Marcelo corriendo, y en un segundo miro para el lado y veo al Coto Sierra. En un par de segundos identifico que jamás le voy a meter el pase a Marcelo Salas, no tenía ninguna posibilidad. Si no hubiera sido inteligente, le pego yo o me quiero pasar a uno y la jugada termina en cualquier otra acción. El jugador de fútbol tiene siempre tres o cuatro opciones, en tres segundos, y en ese momento tiene que tratar de tomar la decisión correcta. Ahí veo al Coto, que es más genio que yo. Por eso, cuando tú identificas tus virtudes, el objetivo se cumple. Trabajo en equipo, no hay nadie ni bueno, ni malo.

El Matador convierte de penal el 2-0 a Inglaterra en Wembley. Acuña, en segundo plano, lo grita tanto como el zurdo.
Clarence Acuña y Marcelo SalasEl Matador convierte de penal el 2-0 a Inglaterra en Wembley. Acuña, en segundo plano, lo grita tanto como el zurdo.

-Después de Francia ’98, vinieron las Eliminatorias de 2002 y salimos últimos. ¿Qué pasó?

Lo repito. Es calidad de jugadores.

-Pero para Japón-Corea eran casi los mismos.

Pero la mayoría estaban pasados de los 28 años, no era la misma curva de rendimiento. Con Marcelo (Salas) éramos los más jóvenes, teníamos una diferencia de edad con Iván Zamorano, Fabián Estay, Nelson Tapia, Ronald Fuentes, Javier Margas.

-Hoy estamos casi fuera del Mundial. ¿Cómo se ve desde el exterior el fútbol chileno?

Cuando miras la tabla de posiciones, cuando no ganas partidos, es porque existe un problema. Hay que identificarlo, ordenar esto, para un nuevo ciclo, porque esto sigue.

-¿Qué es lo que sugiere desde su experiencia?

Hay que tener estructuras sólidas, organigramas con la gente que corresponda, planificación, respetar los procesos y tener una estrategia de lo que uno quiere conseguir, con objetivos. En la adulta, en la 20, en la 17, en el femenino. No todo es ganar ni participar en los Mundiales, porque ya nos pasó que fuimos y tuvimos que convivir con huelgas, problemas económicos, se cambiaron los formatos de los torneos. ¿No es mejor a veces convocar a una mesa de trabajo, donde participen todos los actores? Mauro Silva lo hizo en la federación paulista. Todos fueron partícipes y tienen que respetarlo. Hubo huelga y no tiene que haber huelgas. ¿Por qué hubo huelga de los jugadores? Porque nunca los involucraste. Llega a acuerdo, a todos les favorece.