- ”Jorge Sampaoli fue el técnico que más recuerdo porque fue quien mejor rendimiento me sacó, con el que más cómodo me sentía dentro de la cancha, con el que entraba a jugar y disfrutaba de hacerlo”.
- “Un entrenador le da un plus al jugador más con el tema personal que con el tema técnico táctico, por ejemplo, cuando es cercano al jugador, lo defiende en las conferencias de prensa o muchas veces se hace responsable del resultado”.
En su paso por Chile, Gustavo Lorenzetti (39) tuvo numerosos entrenadores. Uno que lo marcó fue quien lo llevó a Universidad de Chile, Jorge Sampaoli. La opinión del rosarino sobre el técnico de Casilda revela el respeto por su rigor y la admiración por su visión. Sin embargo, decisiones como las que vio adoptar a su compatriota, lo tienen absolutamente convencido de que nunca se dedicará a la dirección técnica.
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-¿Cómo era su relación con Jorge Sampaoli? ¿Marcaba distancia con los jugadores?
Tenía sus momentos, había circunstancias donde él marcaba distancia y otras donde él se acercaba para qué sé yo, contar un chiste, para una joda. Pero a la hora de trabajar, sí lo hacía enfocado ciento por ciento en el laburo. Un técnico muy inteligente. La verdad que uno cuando tiene a un entrenador así, empieza a confiar en él; cuando va detectando cosas antes de los partidos, se gana el respeto del equipo. Sampaoli era un técnico que te decía ‘el rival nos va a atacar por este lado o por acá nos puede ganar el partido... Nosotros vamos a atacar por acá y por acá vamos a ganar el partido’. Y durante el partido se daban esas situaciones, entonces el jugador empieza a confiar en su entrenador. Un técnico que no dejaba nada librado al azar, que estaba en todos los detalles. Y, bueno, con una intensidad muy alta, porque lógicamente para estar en el nivel que estaba esa U, había que ser intenso. No había tiempo de descansar, había que jugar como estuviera cada uno. La verdad que ese fue un gran equipo de la U, que por ahí con otro entrenador a lo mejor no hubiera llegado tan lejos.
-¿Cuánto juega en la cabeza de un jugador que un técnico, llámese Sampaoli o el que fuere, muestre en la semana o antes un partido una lectura de juego acertada respecto de lo que va a pasar?
Yo creo que un entrenador le da un plus al jugador más con el tema personal que con el tema técnico táctico, por ejemplo, cuando es cercano al jugador, lo defiende en las conferencias de prensa o muchas veces se hace responsable del resultado, aunque él sepa que no lo es. La verdad es que que con la U de Sampaoli nos fue tan bien que no hacía falta salir a defender al jugador. Pero yo lo viví con otros entrenadores que, a lo mejor, tácticamente no eran como Sampaoli, pero tenían ese otro lado personal que hacía que el jugador entregara ese plus. Y nos fue bien también. Jorge, en ese sentido, era un tipo más frío, ¿viste? Si bien hacía chistes, era un poquito más distante. Por ahí el profe (Jorge) Desio, el preparador físico, era el más cercano, y Seba (Becaccece) también tenía sus momentos de proximidad con el jugador.
-¿Sufriste mucho la intensidad de Sampaoli? ¿Hay algún episodio que recuerdes?
Bueno, lo de mi llegada a la U es algo conocido. Podría haber estado seis meses antes, pero el que me bajó la negociación fue Sampaoli, que en ese momento no me quería y prefirió a Mati Pérez García. Yo tenía todo cerrado, o sea, contrato hecho, todo listo. Los clubes se habían puesto de acuerdo, y Jorge en ese momento me baja. Me lo comunicó mi representante, y bueno, perfecto... El fútbol es así. Seis meses después llego a la U y voy a la primera charla con él. Sin decirme nada de lo anterior, me convence ahí que era mi momento, que esto, que lo otro. Y me dice que me va a ocupar de extremo por izquierda. Yo nunca había jugado de extremo por izquierda. Entonces quedé con una sensación muy extraña ¿viste? Con el tiempo, digamos que le pude torcer la mano y jugar más en mi posición tradicional. Y tener un muy buen recorrido por la U.
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-¿Alguna vez hablaron de por qué no te quiso antes?
No era necesario. Después, en la semifinal de la de la Sudamericana en Brasil, cancha de Vasco, Jorge plantea un partido de una manera y Vasco nos sorprende y cambia la formación. Nos estaban ganando el mediocampo, con cinco volantes en el medio. Nosotros éramos tres. Sampaoli hace un cambio defensivo a los 30 minutos del primer tiempo y me saca para poner a Matías Rodríguez y armar una línea de cuatro atrás. La verdad es que yo sentí una impotencia bárbara, prácticamente ni festejé el empate, estaba poco menos que llorando en mi asiento. El profe Desio me decía ‘tranquilo, Gustavo, no es responsabilidad tuya, vas a tener la revancha en la final’. Yo no quería saber nada. Después de ese partido, Jorge nunca me dijo nada y yo tampoco le pregunté... Y bueno, semanas después, en la final de la Sudamericana, me tocó entrar y hacer el segundo gol contra Liga.
-¿Ustedes entendían en ese momento que eran las reglas de juego?
Sí, sí, sí. Jorge no te iba a decir ‘ché, te tuve que sacar por esto’. No era así, él era seco. Sabíamos que con él podía pasar eso, que por ahí otro entrenador, sobre todo uno que hubiese sido jugador de fútbol, manejaría esas situaciones de manera diferente. Con Sampaoli sabíamos que no, porque durante esos años a varios compañeros también les tocó salir a los 30 o incluso 25 minutos del primer tiempo.
-Marcas la diferencia con el entrenador que fue jugador de fútbol y el que no. ¿El que fue futbolista tiene otro tipo de conducta hacia el jugador?
-Sí, totalmente. Yo por eso no soy entrenador. Porque veo ese tipo de cosas y no las podría manejar. Yo no podría sacar un jugador a los 30 minutos. Aunque sé que estaría perjudicando al equipo si no lo saco. Por eso me costaría mucho ser entrenador.
-¿De todos los técnicos que tuviste, con cuál te quedas?
El primero es Sampaoli, porque fue el que mejor rendimiento me sacó, con el que más cómodo me sentía dentro de la cancha, con el que entraba a jugar y disfrutaba de hacerlo. Y porque me enseñó también, a cómo moverme, dónde esperar la pelota, aspectos que por ahí yo desconocía. Hasta los 27 años era el típico enganche que iba y le sacaba la pelota al volante de contención para tratar de jugarla yo. Con él entendí otras facetas del juego que no las tenía aprendidas.