- “Evalué a Joaquín Niemann cuando todavía no era lo que es. Me emocioné al encontrar un cerebro tan pro y también por tener el privilegio de ver a alguien que silencia tanto la cabeza”.
- “Eufóricamente, (en Chile) deseamos ser campeones del mundo, pero nos cuesta poner la alarma a las 6 de la mañana para entrenar ese extra que se necesita”.
- “Queremos que siempre haya alguien junto al deportista que ponga límites en momentos crisis, sobre todo cuando hay poco tiempo, viajes, popularidad, y a veces una base cultural débil”.
El psicólogo Eugenio Lizama (45) se especializó en neurociencia aplicada al deporte y en la actualidad está terminando de cursar un doctorado en España. Es, a su vez, uno de los chilenos que más ha convivido con deportistas de élite mundial. Trabajó con Carlo Ancelotti en un Milan plagado de estrellas, pasó por la Fórmula Uno en la escudería Ferrari, y hoy sigue asesorando a pilotos de motos GP, a jugadores del PGA Tour y del LIV Golf y a numerosas figuras internacionales y chilenas.
¿Qué hace? En palabras simples, analiza las ondas cerebrales de los deportistas, para tratar de que enfoquen sus mentes y silencien sus cabezas cuando están en competencia.
-Partamos por una definición. ¿La neurociencia deportiva se puede entender como una rama de la psicología deportiva?
En Europa existen las carreras de psicología y la de neuropsicología. En simple, el psicólogo es el profesional que va a escuchar mis problemas. El neuro psicólogo va a evaluar mi cerebro, me hará un diagnóstico y me va a entrenar las capacidades neurobiológicas. Con los deportistas, yo trabajo en conjunto con un psicólogo. Cuando tenemos dificultades emocionales con los deportistas, o presentan nudos personales, como cualquiera de nosotros, se los refiero al psicólogo. Y ellos trabajan esos problemas que impactan en el rendimiento. En mi caso, yo entreno las variables neurobiológicas asociadas a la performance, por ejemplo, la capacidad de percibir la información, cómo tomar decisiones y, finalmente, cómo ejecutarlas. Son disciplinas complementarias, que creo a futuro van a converger.
-El modelo que usted aplica trabaja sobre la base emocional de un deportista, la construcción de relaciones positivas con su entorno y las capacidades del deportista. ¿Hay alguna más importante que otra?
Trabajamos sobre cuatro factores: la estabilidad o balance emocional, que son los que contempla la pregunta. Pero después están: hábitos del alto rendimiento, entrenamiento del cerebro y ahí recién hablamos de performance. Cuando tenemos todo esto en pie, podemos fijar qué objetivos de rendimiento nos ponemos.
-¿Por dónde empieza el trabajo de la neurociencia en un deportista?
Por el sueño del deportista. ¿Dónde está su hambre, su deseo? Yo no olvido nunca a los deportistas que me han dicho ‘yo quiero ser campeón del mundo’. La primera vez que se lo que escuché a alguien, no lo podía creer. Porque en Chile no escuchamos ese tipo de deseos. Me lo dijo un piloto de moto GP, en la época que Valentino Rossi dominaba la categoría. El hambre y el deseo del deportista es el timón de una embarcación. Después viene la construcción de relaciones saludables alrededor del deportista, donde tratamos que el equipo y las personas que lo rodean sepan decirle que no, cuando se desata alguna crisis. Algo que parece muy simple, pero que en la medida que el deportista tiene fama, dinero y poder, es tremendamente complejo. Tratamos que los amigos, la familia y el entorno profesional no sean ‘yes men’, sino que le digan en qué se está equivocando. Los deportistas, en realidad todos nosotros, necesitamos un cable a tierra.
-¿Ese cable a tierra se lo suele dar mayormente la familia o al contrario, lo saca del centro?
Buscamos tres anillos: el íntimo, los cercanos y el equipo. Nosotros queremos que siempre haya alguien en cada uno de los anillos que sepa decir que no, que ponga límites, que lo ayude a aterrizar en momentos crisis, sobre todo cuando hay poco tiempo, viajes, popularidad, y a veces también una base cultural débil. La poca lectura es un factor que siempre va a jugar en contra.
-¿En ese plano cómo ve al deportista chileno hoy, porque el ‘sueño de ser’ y el hambre pueden tenerse en cualquier parte?
Hay dos puntos que se me han hecho difíciles de trabajar, más que con chilenos, con deportistas de cultura latina, los que no somos de países fríos. Normalmente, recibo llamados de personas que me dicen ‘juego bien, pero no puedo concretar, no puedo ganar campeonato’, por ejemplo. Suele tener relación con la gestión del estrés en situaciones límite. Cuando hacemos el diagnóstico, nos damos cuenta de que esto obedece siempre a dos factores: un desbalance emocional o malos hábitos. El primer factor que yo veo en los deportistas chilenos, y de las culturas más latinas, es que deseamos todo muy fuerte -el deseo que nos quema o el desiderio bruciante, como se dice en italiano-, pero a la hora de tener la paciencia para construir los hábitos, ahí nos caemos. Eufóricamente, deseamos ser campeones del mundo, pero nos cuesta poner la alarma a las 6 de la mañana para entrenar ese extra que se necesita para llegar.
-La perseverancia... ¿eso nos falta?
Que aparece solo una semana antes del torneo... mientras que el deportista que está en Alemania persevera una mucha mayor cantidad de horas hace largo tiempo. ¿Cuántas horas dedico a la semana por cada variable, en las tres o cuatro áreas que ponemos en el deporte: técnica, física, mental y agregaría, alimenticia y de hábitos invisibles? Hay que pensar que mientras en Chile estamos acá, al otro lado del mundo hay un chinito que está entrenando más. Yo vengo del enfoque de la Fórmula Uno y las MotoGP, donde la gente arriesga la vida. Si veo que este deportista no está trabajando lo suficiente, es mi responsabilidad hacérselo ver. Es decir, la cantidad de horas dedicadas a cada unidad, es la única manera de romper con los gaps que puedan existir.
Las disímiles percepciones entre europeos y latinos
-¿Qué otras diferencias ha captado entre los deportistas latinos y europeos?
Hay una diferencia importante con el uso de la tecnología ligada al rendimiento, por ejemplo, con esos relojes que usa Cristiano Ronaldo. Todos estos dispositivos que miden cuánto duermes, cómo recuperas y otro que se llama HRV (Variabilidad de la frecuencia cardíaca), que muestra cuánto reposa una persona a nivel físico y también a nivel emocional, es decir, si yo duermo tranquilo o si estoy durmiendo mientras mi cabeza está pagando cuentas. En Europa, todas estas herramientas son muy bien percibidas por el deportista para mejorar su rendimiento; en otras latitudes, muchas veces se perciben como un mecanismo de control.
-¿Qué se hace con todos los datos que va acopiando de cada deportista?
En mi equipo trabajamos con un data science. Es un proceso bastante técnico. En resumen, hacemos los cruces de datos y calculamos cuántos están relacionados con performances. Hay ciertas condiciones que se repiten cuando los deportista están en su auto estado máximo, por ejemplo, si estaba tranquilo, si había dormido bien, si se había preparado de una forma determinada, si tenía su esquema de competición, y otras variables. Yo me dedico a ver cómo cada deportista tiene fórmulas personales de funcionar bien bajo presión.
-¿Algún deportista con los que ha trabajado y que le haya llamado la atención?
Varios. Por ejemplo, yo trabajo con el motociclista Superbike español Álvaro Bautista, que salió campeón del mundo 2022 y 2023 y tercero en 2024. Me llama la atención como alguien que ya tiene 40 años, ha entrenado tanto las partes mental, física y técnica, que sus parámetros no envejecen como los de una persona normal. Un día me llamaron los médicos y me preguntaron qué estábamos haciendo con él. ¿En qué momento la capacidad del ojo seguía estando igual o mejor que antes?, fue una pregunta que hicieron. En su caso, me impacta hasta hoy cuánto del hábito del día a día tiene un peso en la dirección de su proyecto deportivo. Cómo, con esa edad, sigue performando a ese nivel. Seguramente, la gente que trabaja con Cristiano Ronaldo, por ejemplo, puede decir lo mismo.
-También hay mucha pasión por lo que se hace. No es solo una cuestión de preparación física, mental y técnica.
Claro, el desiderio bruciante o el hambre, como decimos por acá. El deportista que deja de tener hambre, baja de inmediato. Es el motor de todo.
-¿Se hace más fácil trabajar con un deportista consagrado, que ya ganó todo, pero que quiere seguir compitiendo, que hacerlo con uno que quiere llegar a ser un gran deportista?
Respondo con algo que me dijo mi mentor y amigo, el neurocientífico italiano Bruno Demichelis: “Nunca mires lo que te dicen, mira lo que hacen”. En el hacer, yo miro a los deportistas. Cuántas veces hizo los ejercicios del área mental, física y técnica. Eso me demuestra su motivación, no cuando declara lo cuánto que está motivado. Me tocó trabajar en 2023 con el golfista colombiano Camilo Villegas. Él había ganado en 2014 su último torneo en el PGA Tour, había descendido al Korn Ferry y estaba teniendo un año pésimo, porque además estaba haciendo cambios técnicos. Hasta fines de 2023, su balance en números era malo. Pero es un deportista con excelentes hábitos, y todavía con hambre. Sus variables neurobiológicas son perfectas. Pero no lográbamos encajar en performances. Como equipo, durante seis meses no pudimos dar en el clavo. Hasta que de repente, al término de la temporada del PGA, cuando quedaban dos torneos para el final, lo invitaron a jugar esos últimos campeonatos. Salió segundo y a la semana siguiente, ganó. Y consiguió la tarjeta para el PGA Tour. Fue el resultado de un trabajo sistemático. Nuestra pega es trabajar con quien tiene “hambre” de hacer cosas, no con quien haya ganado más o menos.
-Usted ha dicho que a los deportistas top es muy difícil decirles “piensa positivo” o “confía en ti que todo va a salir bien”, porque ellos ya han pasado por esa etapa. ¿Qué es entonces lo que ellos necesitan aa esa altura o cómo la neurociencia los puede ayudar?
En el modelo que tenemos, trabajamos el ‘cómo’. El ‘qué’, ya lo saben. ‘Tienes que ganar’, ‘tienes que calmarte’, ‘tienes que enfocarte’, eso es materia pasada para ellos...
-¿Pero todos los deportistas, cual más o menos, siguen teniendo estrés?
Definamos estrés. Para el deportista, es cuando tiene la sensación subjetiva que algo se le escapa de control. Voy a contar una anécdota. Año 2010 o 2011, me contactan porque había un motociclista que se estaba estresando mucho, y en los boxes era muy evidente su conducta. Una moto destrozada son dos o tres millones de dólares, además que los motociclistas están asegurados por cada uno de los miembros que tiene el cuerpo, así que el cuadro era complejo. Lo llenamos de sensores para medirlo -tensión muscular, estrés, adrenalina, ritmo cardíaco, vasodilatación, etc.- y así valorar con datos si la hipótesis de que se ponía nervioso cuando entraba en la pista, era cierta. La medición duró como una hora en pista. Cuando empezamos a ver los resultados, nos percatamos que tenía los peak de estrés cuando hablaba con los ingenieros, al entrar en boxes. Cuando iba a 300 o 350 kilómetros por hora, su estrés bajaba. Conclusión general: lo que estresa al deportista no es hacer algo difícil, sino que sentir la sensación subjetiva que no controla lo que está haciendo.
-Sin embargo, frente al manejo del estrés hay distintas reacciones entre deportistas experimentados. ¿Hay otros factores asociados que jueguen un rol clave?
Estoy haciendo mi tesis de doctorado en neurociencia, y lo que me interesó estudiar es por qué algunas personas bajo presión se ‘lanzan’ y enfrentan lo que venga, aunque no tengan las herramientas, mientras que otros se apocan, se ‘achunchan’. La pregunta de por qué algunos bajo presión sacan el liderazgo y otros no, tiene al parecer respuestas relacionadas a dos hormonas ligadas al estrés. La más conocida es el cortisol, que a todos los deportistas les ayuda a estar alertas. Pero lo que va a marcar la diferencia entre ir a enfrentar lo que me está amenazando versus no hacerlo, es la hormona dehidroepiandrosterona (DHEA), que es la que dice ‘filo, aperro, me lanzo’, y lo que aparece como una amenaza, mi cabeza me lo empieza a contar como un desafío. Y por esa razón el cuerpo reacciona con esta modalidad de ‘ataque’, de ‘challenge’, en comparación a otro que lo ve solo como amenaza, que es al que le sube el cortisol y le baja la DHEA. Este descubrimiento es fantástico, porque nos abre una puerta tremenda. Yo a los deportistas con los que trabajo, les digo: ‘Si tú, en una situación compleja, logras ver el sentido del humor, de curiosidad o de desafío, tu cuerpo te va a responder con DHEA’.
-¿La experiencia de haber enfrentado una competición como un desafío es algo que influye positivamente en la mente respecto del estrés?
Depende. Si tu cuerpo responde generando DHEA, claro, va a ser distinta. Pero si un deportista está lleno de ruido mental la hormona del estrés hará que mi cabeza agrande la amenaza. Cuando estoy en la otra sintonía, la actitud es otra. Es como lanzarse a una piscina cuando ya lo hiciste antes, sabes que eres capaz. Es algo parecido a ‘la memoria del coraje’. Algunos sicólogos deportivos lo llaman la auto eficacia.
-¿Entonces la solución para enfrentar el estrés deportivo pasaría por inocularse DHEA?
Es que el aspecto biológico es algo más complejo que eso. Hay mecanismos del sistema nervioso central que no se pueden intervenir con tanta facilidad. Si a nosotros dar abrazos nos genera oxitocina, que nos da una sensación de felicidad, no es que podamos consumir un chicle de oxitocina para andar felices. Sería muy simple tomar una pastillita de coraje para enfrentar los desafíos de la competencia deportiva.
“Me emocioné al evaluar a Joaquín Niemann”
-Mencionó el ruido mental que todo deportista tiene al enfrentar la competencia o durante ella. ¿Usted evaluó a Joaquín Niemann y se llevó una sorpresa al respecto?
Me emocioné al encontrar un cerebro tan pro. Evalué a Joaquín cuando todavía no era lo que es. Recién daba luces de lo que sería. Me emocioné por tener el privilegio de ver a alguien que silencia tanto la cabeza. Porque antes solo había leído de algún caso, era como un mito. Para el golf esa variable tiene un peso específico muy alto. Si yo tuviera que hacerles un regalo a los golfistas que quieren ganar, ese sería el silencio mental. Todo el resto se puede armar.
-¿Cómo se define el silencio mental en el deporte?
En palabras simples, es hacer algo sin juzgar cómo lo estoy haciendo. Es como ir a una fiesta y dejarse llevar por la música, sin pensar cómo estoy bailando. Lo que hace extraordinario a Niemann es que en su lugar los otros dicen ‘tengo que hacerlo bien’ y comienzan a juzgarse, con el riesgo de bloquearse y producir una cadena neuro hormonal que hace que se pierdan.
-El golf tiene, además, la característica de que transcurre mucho tiempo entre golpe y golpe, aumentando el riesgo de ruido mental.
Pensemos que entre golpe y golpe puede haber de 5 a, incluso, 10 minutos, dependiendo de la ronda y ritmo de juego. Son 5 minutos en que si el jugador se equivocó, tiene para masticarlo mal; aunque lo mismo ocurre en contrapartida, si es que le pegó bien. Nosotros trabajamos en otra línea, donde el score va en un carril paralelo. Tratamos que cada golpe sea lo más parecido uno a otro. Hay jugadores que cuando entran en ese estado, logran resultados extraordinarios. Se me viene a la mente otro golfista chileno, Cristóbal Del Solar, “Míster 57”, el mejor registro histórico mundial en una vuelta de un torneo PGA. Cuando le preguntas cómo lo hizo, él responde que no tenía claro cuánto iba mientras pasaban los hoyos. Ése es el ejemplo de dónde hay que estar, por lo menos en el golf de alta competencia. O si vamos a un deporte colectivo, en el fútbol tu le preguntas a un jugador cómo hizo esa jugada fuera de serie, te dice ‘ah, no sé, me salió’.
-¿Y qué pasa con los deportistas que están demasiado concentrados en cada detalle de su performance?
Se puede producir el efecto contrario, que se llama parálisis por análisis. Piensan tanto, se juzgan tanto, que se bloquean.
-Lo que sucedió con Mito Pereira, otro golfista con el que trabaja, en aquel último hoyo del PGA Championship 2022, cuando falló el drive de salida y tenía ese Major en sus manos, ¿fue un bloqueo?
El análisis que hicimos en ese momento fue si Mito cambió lo que tenía que hacer. En muchas ocasiones, el deportista, por exceso de emoción, no sigue el plan, tiene un sobre pensamiento que traiciona la estrategia. El típico caso del pateador de penal que sabe que el arquero tiene un lado débil y, pese a lo estudiado, termina pateando al centro y no adonde debía. Esa vez nos preguntamos con Mito: ¿Era lo que había que hacer? “Sí”. ¿Se siguieron los pasos planificados? “Sí”. ¿Y cómo estás? “P’a la escoba”. Fue durísimo. Yo, en lo personal, me puse a llorar, porque le tengo un gran cariño. Imagínate cómo estaba Mito. Pero no hubo reproches sobre su decisión, porque siguió el plan.
-¿Cómo se trabaja todo los aspectos de la neurociencia aplicada al deporte con los entrenadores de los deportistas o de los equipos?
Cada vez los técnicos nos ven como un coach más. Ya no sucede como era antes, cuando yo partí. Normalmente cuando se parte en un club o trabajando con alguien específico, hacemos sesiones con los entrenadores, para que sepan qué estamos haciendo. A mí me encantaría que fueran todos como Carlo Ancelotti en el Milan, pero en general los técnicos ven nuestro trabajo como una ayuda para los otros, no para ellos. Pero vamos avanzando.