-Hoy que está sentado ahí en la casa de su hija Claudia en La Florida, al lado de su hijo Hernán, observando el mundo con 83 años, rodeado de nietos, de cariño, ¿qué opina de la vida?, ¿qué reflexión nos puede regalar?
-Bueno… La vida está difícil, uno no se da cuenta cuando van pasando los años, vas perdiendo fuerza… (Silencio) La máquina es como un motor y empieza a fallar. Lo peor es que te sorprenda y no estar preparado. Uno cree que nunca se va a enfermar. Eso.
Hernán Godoy, de 83 años, se emociona con la pregunta hasta tal punto que la responde, pero le indica a su hijo menor, Hernán, que no puede seguir hablando. No es que no quiera conversar, pero pasa que la emoción se le instaló fuerte en la garganta y le impide hilar palabras. Está cansado.
AUDIO: El último mensaje de Clavito Godoy
La voz de Clavito era pequeña y gastada, tal como lo evidencia este audio del jueves 13 de marzo. Quién más desearía sentarse a conversar en torno a un café como siempre lo hizo y contar esas historias que solo él podía entregar con gracia y una cantidad de detalles que bien podrían sacar aplausos en cualquier standp-up comedy. Hoy Clavito Godoy ya no está, falleció producto de un cáncer hepático que lo vivió en su fuero más interno, desde donde también día a día le nacía el convencimiento de que debía dar la pelea.
Fue todo repentino para la familia, para él. Hay un antes y un después del 14 de febrero. Ese viernes, el ex delantero y técnico no se sintió bien, pues sufría de hipertensión y diabetes, y su hijo Hernán lo llevó a la urgencia del Hospital Clínico Dra. Eloísa Díaz, en La Florida.
Lo sometieron a diversos exámenes. “Como a las ocho de la noche, el médico de urgencia me llama para un costado y me dice que mi papá tenía un tumor al hígado y que era complejo, porque tenía un deterioro por la metástasis. En ese momento se me vino el mundo abajo”, recordó Hernán, el menor de cinco hermanos y que es ingeniero en informática.
Era cáncer al hígado, en términos técnicos, un hepatocarcinoma. “¿Qué tengo, hijo?”, le preguntó al entrar a la habitación. “Papá, hay algo complejo, pero te tienen que volver a verificar”, le respondió. Clavito era un viejo zorro. Siempre lo fue. Guardó silencio. Intuyó. “Sea lo que sea, lo voy a enfrentar”, sentenció desde la cama.
Mientras Godoy permanecía internado, con el oncólogo se barajó la posibilidad de quimioterapia, pero a su edad era complejo porque el cuerpo muchas veces no resiste tal carga. Otra opción era intervenirlo y evitar la hemorragia del tumor. Su costo era altísimo.
En la casa, con su familia y el afecto de sus amigos
El sábado 22 de febrero, ya de vuelta en la casa de su hija Claudia, en La Florida, tras ocho días internado, cambió la vida de la familia. Entre sus cuatro hijos residentes en Santiago -Marcela, Claudia, Johana y Hernán (Jacqueline vive en Arica)- comenzaron a llevarlo al médico y fueron haciendo coincidir sus trabajos y obligaciones con los cuidados al papá. Sus nietos (13) también sumaron manos.
“Da pasitos lentos del bergere al baño y a la cama. Está cansado”, apuntó Emmanuel, su nieto que lucía una camiseta del Audax Italiano, porque su abuelo fue delantero y entrenador del club. Él quiso estar presente en el evento en ayuda que se realizó el sábado 15 de marzo, en el Bicentenario de La Florida.
Hernán, el hijo menor de su matrimonio con Bernarda Núñez, de quien está separado (antes estuvo casado con Juana Paredes), también fue delantero y lo apodaban El Monito. Llegó al estadio con su familia. En sus brazos cargaba a Leonor, una pequeñita de apenas un año, la nieta menor de Clavito, y que quedó con la ropa sucia de tanto colgarse en las graderías, muy libre. “Mi papá juega con ella siempre, se divierten. Ella lo hace reír. Él riega y Leonor lo acompaña”, contó el padre, que por esos días denotaba cansancio y preocupación.
Por esos días sabía Hernán, quien dejó el fútbol y hoy es ingeniero informático, que su papá iba hacia abajo. Esa madrugada de sábado, de hecho, Clavito la pasó mal, apenas pudo dormir por los dolores. Algo impensado antes de aquel 14 de febrero fatídico.
“Pedí vacaciones para ampliar las piezas de mi casa, para que mi papá se viniera a vivir conmigo”, recordó Hernán sobre sus planes con su viejo.
A él nunca se le olvidó una frase que su padre le dijo tras un partido: “Nunca hay que bajar los brazos, lucha hasta el final”. Clavito entrenaba a Arica y el joven fue de público al estadio. Se fue enojado porque el equipo caía 3-0. “Cuando volví al segundo tiempo, el partido iba 3-3. Nunca se me olvidó. Eso tiene mi padre, es un luchador”.
Casi medio siglo de corto, o con impecables trajes
Godoy es uno de los técnicos más longevos del fútbol chileno. Las nuevas generaciones probablemente lo reconocerán por sus frases épicas, divertidas o porque Audax Italiano o a Santiago Morning siempre lo llamaban de urgencia para tratar de enmendar una mala campaña o sencillamente como bombero, para que salvara al equipo del descenso. Él aparecía bien de terno y corbata a dirigir, y siempre acompañado de su pizarra donde les explicaba a sus pupilos cómo moverse en la cancha. Era un personaje.
Sin embargo, su currículum es extenso. Nació en las inferiores de La Serena, debutó en 1958 y jugó hasta el ’65, con una Copa a Chile en su palmarés (1960). Se fue a Wanderers (1966), Palestino (1967) y de ahí se fue al extranjero donde deja huella: fue tricampeón nacional en Guatemala con el Comunicaciones (entre el ’68 y el ’71) y goleador el primer año.
Siguió al Motagua de Honduras (1970), regresó al Comunicaciones (1971), y entre el ’72 y el ’74 fichó por Alianza en El Salvador, Magallanes, Trasandino, Unión Magdalena de Colombia. Se retiró en Audax el ’74 y ese mismo año se puso a entrenar hasta el 2018. Deportes Arica fue su último club. Fueron 44 años como DT, donde cuentan Audax, Naval, Trasandino, Ñublense, San Luis, Deportes Concepción, Fernández Vial, Regional Atacama, Puerto Montt, San Marcos de Arica, Antofagasta, Wanderers, Linares, Melipilla, Santa Cruz, San Antonio Unido, San Felipe, Iquique, Santiago Morning, Quilpué.
Sus amigos cosechados en este largo recorrido, se movilizaron desde que supieron que necesitaba ayuda. Amigos de la vida, del fútbol y tantos que formó, dirigió y con los que jugó. Como el Colegio Profesional de Entrenadores y la Corporación de ex Jugadores de Audax Italiano, Tanos por Siempre, liderada por Marcelo Zunino, donde hubo partidos y se vendieron camisetas a $20.000 que tenían estampadas la pizarra del DT.
“Clavito fue mi formador y yo le tengo que devolver la mano, por todo lo que ha hecho por mí. Me dio disciplina, enseñanzas, peleas, alegrías, todo, todo lo que rodeaba al fútbol en la cancha, un técnico que nos apoyó de jóvenes, es como un papá que está enfermo y uno le tiende la mano, lo acompañas, lo cuidas y no solamente lo hago yo, sino que 50 jugadores”, dijo.
Jorge Martínez, preparador de arqueros de Colo Colo, trabajó con Godoy en Santiago Morning el 2015 y 2016: “Dos días antes de ese día, sin saber que estaba enfermo, lo llamé, porque siempre lo llamaba, y ahí me dijo que estaba dictando cursos de la ANFA. Le dije me alegro siempre de verlo en la tele, usted sabe lo agradecido que estoy de usted, todo lo que lo quiero. Y le tengo una camiseta de Colo Colo de regalo, firmada, para que se la pase a alguno de sus nietos. ‘Hágamela llegar pues mijito’, me dijo. Lo noté mal. Recuerdo que corté y le dije al Luciano, al utilero”.
Martínez, agregó: “Cuando terminé de trabajar en el Chago, recuerdo que nos fuimos a almorzar juntos a una picada en Estación Central, al frente del terminal de Santiago, donde van los choferes. Comimos guatitas a la jardinera. Fue la última vez que estuve con él”.
Su forma de trabajo marcó a Martínez y siempre se lo dijo a Clavito: “Tenía la inteligencia del barrio, sacaba ventaja de cosas reales. En la cancha me dejó muy marcado la letra preciosa que tenía el Clavo Godoy para escribir en sus libretitas, con una ortografía, todo ordenadito lo del rival, sus fortalezas y debilidades. Lo minucioso que es para estudiar al rival, algo natural, sin video, sin nada, todo con un lápiz, un apunte, diciendo te toca marcar a tal central. Usaba lápiz pasta y los apuntes los ponía en una hoja con carpetitas, levantaba una hoja y mostraba a tal jugador, como el profesor Salomón y Tutu-Tutu. Decía este es rápido, tiene técnica en velocidad, no engancha hacia afuera. Me doy por pagado de haber trabajado con él”.
El histórico Mario Soto, con sus 74 años a cuestas, saltó a la cancha sintética del Bicentenario para ayudar a su amigo Clavito. No lo pudo ir a ver, como la mayoría de sus amigos y conocidos, porque Clavito ya no tenía ánimo para recibir a nadie. “Fuimos compañeros en Magallanes, cuando regresó de Centroamérica”, dijo sobre el año 1972, cuando el delantero venía de hacer goles en el Comunicaciones de Guatemala y antes en el Motagua de Honduras.
“Era goleador y para ser bajo, entraba de cabeza. Y lo más destacable del Clavo Godoy es que era valiente, él ponía la cabeza a ras de piso, no le importaba que un defensa fuera fuerte, metiera, era muy dado a la lucha y entrar en combate con el cuerpo al rival. En los entrenamientos no iba fuerte con el Clavo, yo nunca entraba en conflicto con los compañeros. Si me hacían un túnel y me pasaban, me daba lo mismo, pero la cosa era diferente en los partidos”, contó el seleccionado chileno, ex Cobreloa.
Hay una anécdota que describe el defensa central, de cuando ambos viajaron a Salamanca, pero Godoy no jugó, iba de acompañante: “Termina el partido y en la cena vemos a un señor en el bar, un caballero solo y pasado de copas. Llama al Clavo, va a la mesa y le dice ‘Hernán Clavo Godoy, extraordinario’ y Clavito lo saludaba amable. ‘Extraordinario, extraordinario, pero nunca le ganaste a nadie’ y el Clavo se paró para ir a pelear, jajajaja. Eso pasa muchas veces, te motivan y te bajan”.
“Su especialidad eran los jugadores conflictivos”
Juan Carlos Román (73) fue kinesiólogo por 43 años del Audax Italiano, llegó a trabajar con las cadetes el ’75 recomendado por su compañero de carrera, Hugo Tassara, hijo del entrenador, y luego se pasó al primer equipo. Ahí Clavito ya era DT, en la primera pasada por el club (1974-1977). “Trabajé con técnicos como Pedro Morales, Caupolicán Peña, pero el mejor que tuve fue el Clavo Godoy, porque en la parte técnica-táctica se ganaba al jugador de una manera impresionante, su especialidad eran los jugadores conflictivos, los tomaba y les sacaba un provecho máximo, como el Indio (Hernán) Castro, fallecido que le sacó lo máximo”, rememoró Román, quien llegó al evento en La Florida.
-El Clavo fue, de hecho, quien le advirtió al Indio delante de todos que, si seguía portándose mal, terminaría en la calle y moriría solo.
-Eran jugadores que lamentablemente tomaban el camino equivocado, teniendo condiciones extraordinarias. Él nunca rechazó a ésos, les gustaba y los tomaba. Además, era un estudioso terrible, en una charla técnica previa mostraba una biografía de cada uno de los rivales, todo escrito a mano en su pizarra y su libreta.
Román recordó que su amigo siempre aparecía bien vestido para dirigir. Impecable. De hecho, fue en el país uno de los primeros entrenadores que se impuso con sus trajes: “Siempre iba de terno y corbata a todos los partidos, toda la vida. Él era regalón de don Juan Scappini, que era un dirigente de Audax que tenía tiendas, y de la tienda de Tito Solari, Falabella, otro magnífico dirigente, también sacaba ropa. Lucía nuevo terno todas las semanas prácticamente, era muy preocupado de su facha. Era un turroncito de amor, jajajajaja”.
-¿A usted Juan Carlos lo hacían reír sus historias?
-Me hacían reír. Algunas las amplificaba, pero son reales, la del loro con Pititore Cabrera o la de Zunino, cuando le decía “Zunino grande, valiente, fuerte, pero malo pa’ la pelota el weón”.
Román mantuvo con Godoy la amistad y siempre se veían en eventos, donde se daban un gran abrazo. Hablaban de sus descendencias (Román tres hijos, cuatro nietos), recordaban sus vidas y lamentaban esa final de la Copa Chile del ’81 que perdieron ante Colo Colo por 5-1.
También Renzo Gamboa, ex delantero del Audax y hermano del mundialista Miguel Ángel Gamboa, veía al Clavito en eventos de fútbol: “Lo vi para los dos beneficios a Sandrino Castec, las dos veces estaba, me vio y me dijo ‘Care Chala’, jajajaja, así me apodaba. Se veía bien. Nos abrazamos. Yo al Clavo lo amo”.
-¿Por qué tanta admiración?
-El ’77 yo tenía 18 años y él me hizo debutar. Yo jugaba de 10, de 11. Le agradezco mucho al Clavo lo poco que llegué a ser. Ahora que pasaron los años, yo me doy cuenta del error de no haberle hecho caso al profesor sobre el esfuerzo y cómo un jugador es profesional. Él me enseñó muchas cosas, la principal, la disciplina, el correr, la garra. Uno puede tener la parte técnica, pero luego vienen otras cosas, como el ser responsable en la vida privada, era muy estricto.
Fabián Cabot (82), ex puntero izquierdo profesional, es amigo de Clavito, lo conoció como rival cuando él jugaba en Santiago Morning (del ’63 al ’76) y Godoy vestía los uniformes de La Serena, Palestino y Audax: “Era un toro con la pelota, era terrible. Era goleador, diestro. Yo lo veía dentro del área contraria y era tremendo”.
-¿Cómo era su carácter?
-Sabe qué, era jodido, porque cuando iba a entrenar había un jugador argentino, creo que se apellidaba Lucco, y que no quería ponerse la inyección, la neurobionta, porque le tenía miedo a las vitaminas. Y el Clavito le dijo “así se pone” y se pinchaba él mismo la pierna. El argentino se fue.
Cabot, que alcanzó a jugar un amistoso por Chile ante México en 1968 (3-1), observó el partido en La Florida desde su silla de ruedas. Perdió las piernas desde la rodilla hacia abajo, pero no su sentido del humor: “Se me gastaron los pies de tanto patear tiros de esquina, jajajaja”, dice y explica: “Es por la diabetes. Me gustaría caminar, pero no tengo prótesis. Del fútbol nunca he tenido una ayuda, nada. Yo tengo mis moneítas, no soy tan pobretón, pero necesito ayuda. Vivo solo, estoy solo, estoy tranquilo. Me cuida mi hijo Fabián”.
El homenaje que en vida le dio Candonga a Clavito Godoy
Los amigos de Godoy, horas antes de su deceso, se seguían movilizando por él hasta que recibieron el llamado que nunca quisieron recibir: Clavito murió. En pocos días, se apagó.
Juan Candonga Carreño puede decir al viento que fue uno de los que pudo disfrutar a Clavito durante los últimos años y que precisamente a comienzos de febrero, lo invitó a un asado en San Vicente de Tagua-Tagua y allá mismo le hizo un reconocimiento en vida.
“Le hicimos una despedida acá con la gente de San Vicente hace un mes y medio. Como jefe de Deportes de la Municipalidad quise reconocer la trayectoria del fútbol, lo invité al escenario y le hice un homenaje como amigo, como persona, para darle un reconocimiento en vida por su carrera y tuve la suerte de hacerlo”, explica el ex goleador, afectado por el fallecimiento de quien él consideraba su abuelo.
Nunca lo dirigió, pero Candonga siempre lo admiró: “Hace dos años llegó a mi cumpleaños, a mi casa, y ahora vino a un asado en la parcela de un amigo, pero yo ya lo noté diferente, cansado, porque no comió mucho. Acá conoce a mi familia, mi mujer, mis hijos, lo quieren mucho. Se fue y pasaron dos días cuando me avisaron que había caído al hospital”.
“Hablábamos siempre, fue un privilegio para mí tenerlo de amigo, porque tuve la suerte de disfrutar estos últimos años con él, compartimos eventos futbolísticos, fuimos a Pichilemu juntos. Fue una bendición para mí haber conocido al Clavo como persona, y no era el técnico con la coraza que todos veían. Quería seguir enseñando”, dice Candonga.
-¿Qué descubriste de Clavito como persona?
-Descubrí que era un tipo que, a pesar de su carácter como técnico, como jugador, según Elías Figueroa uno de los delanteros chilenos más guapos que le tocó enfrentar, era un ser humano espectacular, sólido, sensible como él solo, realmente un tipo fuera de serie. No es porque hoy haya partido, pero es un ser humano que me sorprendió, y me alegra que haya compartido con mi familia y amigos.