Marcelo Salas cumplió 50 años el pasado 24 de diciembre. Selló su apellido para siempre en la Selección Chilena, en Universidad de Chile, en River Plate, en Lazio y Juventus. Y quienes alguna vez lo vieron jugar en cualquier cancha, pueden sentirse afortunados. Fueron testigos de una leyenda del fútbol chileno. De aquellas que aparecen, para nuestro infortunio, muy de tarde en tarde.
Los siguientes extractos son una selección de definiciones de Marcelo Salas sobre distintas épocas de su notable trayectoria, a partir de una extensa entrevista que le concedió a la revista digital Tribuna Andes.
Su mejor versión
“Creo que mis mejores versiones fueron el segundo semestre del ’97 y el primer año en la Lazio (‘98). La eliminatoria del ’98, con el término de mi primera etapa en River. El ’99 también fue bueno, el 2000 fuimos campeones y mantuve el nivel. Además, todo se cerró con títulos y premios. Cuando llegué a River el ’97 fui al banco, estaban por la cuarta o quinta fecha. Debuté con Huracán, jugué como 20 minutos en Parque Patricios. Era un equipazo, campeones de la Copa Libertadores, había llegado el Jardinero (Julio) Cruz, que hacía goles todos los partidos. Yo estaba fuera y veía que River generaba seis, siete situaciones de gol y hacía tres o cuatro. Sabía que en los 20 minutos que jugara iba a tener una o dos opciones. Estaba con mucha confianza”.
El golazo en Wembley
“Con el Coto Sierra era algo parecido a lo de Víctor Hugo (en la U), venía de los entrenamientos. Estoy más o menos en la mitad y cuando veo que Clarence (Acuña) se la toca, le marqué con el pique a la espalda. Muchas veces no es necesario gritar. Tú picas y el otro ya sabe. Obviamente fue la perfección de la jugada completa, porque piqué a la espalda del central, pero la pelota del Coto va donde tiene que ir. Obviamente, fue todo perfecto: el pase, el control y la volea al mismo tiempo. Lo primero es que salí corriendo para la foto de Pepe Alvújar. Escuchaba los gritos nuestros, el gol, pero el estadio estaba en silencio. Me abrazaba con todos. Era algo muy especial”
Los “socios” preferidos
“Iván (Zamorano) y (Christian) Vieri fue con los que mejor me complementé. Eran 9, pero no eran 9 fijos, parados al medio, tenían la opción de salir, de aparecer por la derecha o por la izquierda. Con Vieri en la Lazio, él era centrodelantero, pero si revisamos las imágenes, me habilitó en varios goles. Lo mismo con Iván en la Selección. (Con Iván) Tuvimos sintonía del primer partido, con México en Los Ángeles. Me adaptaba a jugar por fuera, generar una pelota, engancharme, aguantar la pelota e Iván era más 9, estaba más cerca del área. Era importante la personalidad y el espíritu que teníamos cada uno. Iván no tenía problemas en ir a apretar al central o el lateral, hubo sinergia”.
La mayor tristeza en el fútbol
“El descenso de Deportes Temuco (2018), muy triste. No lo esperábamos, la intención siempre fue refundar el club. Cuando lo tomamos estaba casi desaparecido. Nuestra idea era llegar en cinco años a Primera División y lo logramos en tres. Clasificamos a una Copa Sudamericana histórica, algo que nunca vivió el club. Nos dolió porque estábamos compitiendo en una Copa internacional y acá peleando el descenso. No bajamos por un problema de plantel o recursos. El equipo entró en un mal momento, Miguel Ponce -entrenador del plantel- fue muy porfiado en cuanto a continuar con un equipo, cuando podría haber hecho cambios. Faltó haber renovado un poco y caímos en un pozo en el que no podíamos salir, lo que sucede en estas circunstancias. Después viene la obligación de ganar y no se lograba. Es parte del proceso de aprendizaje. (Hablamos con Miguel) varias veces. Él seguía con un equipo y nosotros le decíamos que probara con gente que estaba fuera y esperaba su oportunidad. Lo hizo al final, en los últimos tres partidos, donde ganamos dos y perdimos uno, con la Católica, que fue campeón, en la última fecha. El cambio fue tarde”.
El primer gol a Boca Juniors
“El de la Bombonera fue especial, porque estaba mi familia. Era mi primer partido como titular y es el primer gol que hago por River (30-9-1996). Mi familia no lo pudo celebrar, porque estaban en algo así como la tribuna Andes, entremedio de pura gente de Boca. Yo estaba vuelto loco, no sabía para dónde arrancar. Me acuerdo de que Ariel (Ortega) viene por la derecha, mete dos enganches a (Néstor) Fabbri, tira el centro, quedé pasado del primer palo. Controlo y quedo listo para pegarle con la derecha. Cuando voy a celebrar viene Hernán Díaz y me dice que haga el gesto. Él, hasta el día de hoy, ve mucho fútbol. Y me tenía visto, que cuando yo celebraba hacía así (mueve el índice de la derecha hacia arriba). Ahí me arrodillé y él se arrodilló al lado mío”.
Sus ex compañeros hoy DTs top
“En River fui compañero de Marcelo Gallardo, en las dos épocas. Nunca lo hablamos tan directamente, hablábamos mucho de fútbol, pero no lo asociaba a que fuera entrenador después, como sí lo hacía con Hernán Díaz o Leo Astrada, que veían y analizaban todo. Con Marcelo veíamos fútbol todo el día. Después fui compañero de pieza dos años con (Diego) Simeone en la Lazio y antes con Roberto Mancini. Ahí también, todo el día fútbol y estaba claro que el Cholo iba a ser técnico. Mancini igual, era el “ayudante” de (Sven Goran) Ericksson, hablaban todo”.
El epílogo en la Selección
“Un día estaba concentrado (por Universidad de Chile) y me llama (Eduardo) Berizzo. No me acuerdo si estaba con Pedro Morales o Felipe Seymour en la pieza, o Miguel Pinto, que fuimos harto tiempo compañeros de pieza. Ahí me dice que está en México y que Bielsa tomó la selección chilena. ‘¡Qué bueno!’, le digo. ‘Cómo estás’, me dice. ‘¿Qué pasa?’, le pregunto. Y me cuenta que Bielsa le dice que viajara de inmediato a Chile, porque quería que fuera su ayudante. Ahí me comenta que le pidió que hablara conmigo, que cómo me sentía, que le gustaría que estuviera en el camarín, en las citaciones, que liderara un poco este proceso que se iniciaba. Ahí le dije, ‘Toto, feliz. Me siento bien para ir, pero no sé si llego al Mundial. Si vas a estar tú y Bielsa, vamos’. Y así fue, la primera citación al aeropuerto y luego a Austria”.
Su relación con Bielsa
Para mí es uno de los mejores entrenadores que tuve. Yo venía de Europa, de estar con (Marcelo) Lippi y una hora táctica, de Ericksson, de otra hora de táctico, con movimiento para acá y para allá. Entonces para mí no era algo nuevo, pero si tienes que evaluar a un entrenador por su trabajo, era uno de los mejores. Me dejó mucho, aprendí mucho. Lamentablemente fue al último, quizás si hubiera sido un poco antes nos podríamos haber sacado provecho mutuo. Si llegaba un par de años antes, perfectamente podría haber llegado al Mundial. Yo ya estaba con la lesión de la rodilla, del tobillo, estaba muy averiado. Quizás podría haber llegado al banco, para 20 o 30 minutos, pero en mi cabeza la idea era estar entrenando siempre, más con Bielsa, que no puedes no entrenar, entonces era una exigencia que no podía cumplir.
Yo tenía conocimiento de lo que él estaba haciendo, en cuanto al trabajo táctico. Con nosotros no hablaba nada. Te daba las instrucciones, se daba vuelta y se iba. Te preguntaba si entendías. Te podía explicar una vez más y si no, chao. Se enojaba o cambiaba de ejercicio. Es un adelantado, sobre todo en la parte táctica, que es fundamental. La parte táctica que él le dio a esta generación fue fundamental para lograr lo que se logró, porque en el fondo te ordenó. Más allá de cambiar la cabeza, que a todos les gusta hablar de que cambió la mentalidad, lo que hizo Bielsa es que te ordenó en la cancha. Te dio armas, porque a todo lo bueno que somos, le dio la otra parte, lo físico, el meter y atacar sin miedo. O sea, cuando dicen que Bielsa no dejó nada -varios han dicho eso- es porque no lo tuviste o estai cagado de la cabeza".
Su último gol por la Roja
“Habíamos tenido un partido difícil, no es fácil jugar en Uruguay. Los comentarios nos estaban matando. En el segundo tiempo salimos medio enojados, medio picados en el orgullo, al menos yo. Eran mis últimos partidos en la Selección y quería terminarlos bien. Salimos con todo, por eso, cuando veo la pelota ahí, que era una jugada preparada -ustedes vieron los entrenamientos-, el desborde por la izquierda, el centro y el delantero tiene que llegar. Marcelo lo recalcaba: ‘Villanueva, usted tire el centro, el 9 tiene que llegar al primer palo o el punto penal. Usted tírelo’, decía. Yo sabía que mi responsabilidad era llegar. Sabía que, si el Piña le pegaba bien, la pelota iba a llegar ahí. Cuando Hugo (Droguett) abre a la izquierda yo estoy en el medio, aguantando un poco, entre el punto penal y el área. Cuando veo que el Piña hace el movimiento, meto el pique y por eso anticipo a Godín. Él esperaba el centro o aguantarme, pero yo voy porque sabía que tenía que ir y por eso me tiré con todo”.
La estación final con la U
“Me habían llamado del Chicago Fire de Estados Unidos, viajé, me ofrecieron quedarme, pero no quise. Enero y febrero de 2007 descansé, las vacaciones que no había tenido nunca y en marzo me puse a entrenar. No tengo claro las fechas, pero me llama Arturo Salah y me pregunta qué voy a hacer. Le digo que nada. Ahí me dice que él iba a volver a la U. Me dice que quiere hablar conmigo, verme. Yo creo que quería ver cómo estaba físicamente... Don Arturo no da puntada sin hilo. Llego a su casa y me dice “ah, estái bien”. Ah, me quería ver, le digo. Le conté que estaba entrenando hacía tres meses. Ahí me dice que mi carrera no podía terminar como estaba terminando. Le dije que pensaba lo mismo, que tenía ganas, que quería cerrar bien mi carrera y feliz si era con él. Sabía que iba a estar todo en orden, planificado y me dice que me necesitaba en el camarín para refundar la U después de los años malos”.