Sandrino Castec debió haber ido al Mundial de España ’82. Pero no lo hizo. Primero, porque el enorme respaldo que le dio Luis Santibáñez se fue disipando ante la falta de gol. Tras la notable chilena en el empate 2 a 2 frente a la Argentina de Maradona y César Luis Menotti, que hacía ostentación de su título mundial, era titular en las clasificatorias. Fue el acompañante en ofensiva de Patricio Yáñez en el triunfo frente a Paraguay en Asunción. E hizo dupla con Carlos Caszely en el cuarteto ofensivo ante Ecuador para abrochar el pasaje a la Copa del Mundo.
Sin embargo, no volvió a festejar con la Roja después de Mendoza. Tampoco en los amistosos previos al Mundial. Hasta que se rompió la rótula de una rodilla en enero del 82. Santibáñez, con la esperanza de tenerlo, lo incorporó a la nómina de 40 preseleccionados, pero ya en mayo estaba claro que no se recuperaría. Cuando se dio a conocer la lista de los 22 mundialistas -donde quedaron fuera Orlando Mondaca, Héctor Puebla, Armando Alarcón y Héctor Díaz- Castec integraba, junto a Óscar “Jurel” Herrera, el listado de los jugadores que irían por invitación a concentrarse en el Colegio Meres.
Pero Fernando Riera no lo autorizó. La lenta recuperación de su rodilla, los indicios evidentes de indisciplina (tuvo un volcamiento en un balneario costero cuando conducía en estado de ebriedad) y la baja en rendimiento habían molestado al técnico de la U, quien, sin embargo, lo mantuvo en la titularidad en el torneo que arrancó tras el Mundial. La irrupción de Martín Gálvez lo relegó en la segunda parte del campeonato. Y nada volvería a ser igual para el Bombardero Azul.
Un joven cuya vida quedó marcada tras la separación de sus padres, cuando tenía 15 años. Hijo único, resintió fuertemente la partida de su progenitora a Alemania. Bajó las notas en el colegio y, cuando parecía todo perdido, Dante Pesce, el veedor de los azules, lo vio defendiendo los colores del Manuel de Salas. Llegó a la U a los 16 y debutó a los 17, con un gol ante Santiago Morning.
Salvado del bochorno
Fue el mismo Fernando Riera quien impidió a los jugadores de Universidad de Chile integrarse a la selección Sub 20 que adiestraba Pedro García para el Sudamericano de Paysandú. Uno de los rivales de Castec, Juan Carlos Letelier, quedó involucrado en el caso de los pasaportes falsificados, que terminó con el entrenador y varios futbolistas en la cárcel de Santiago. Ni Sandrino ni Héctor Hoffens, otro de los pre nominados, se incorporaron al trabajo.
En 1988, cansados de las indisciplinas, los directivos azules lo cedieron a Cobresal, por especial pedido del entrenador Manuel Rodríguez. El técnico buscaba un reemplazante para Iván Zamorano, quien a mitad de temporada partiría al fútbol suizo. Un notable equipo con Ronald Fuentes y Gustavo Huerta de centrales, el aporte de Franklin Lobos (luego uno de los 33 mineros atrapados en la mina San José) y la dupla goleadora de Sergio Salgado y Rubén Martínez. Castec jugó apenas dos partidos, no se ambientó y fue devuelto a los azules, que en el último partido de esa temporada empatarían con Cobresal decretando su primer descenso en la historia.
En la Segunda División, el aporte de Sandrino fue escaso y sin tantos a favor. Al igual que en Deportes Valdivia, cuadro al que fue cedido y donde se retiró en 1989, agobiado por la falta de gol. El último lo había marcado en 1985 en el Audax Italiano, incluyendo un fallido paso por el Cruz Azul, donde tuvo problemas, también disciplinarios.
Quedará para siempre el registro de sus primeros años en la U, su gol a Ubaldo Matildo Fillol y la publicidad para los zapatos Pluma, flexibles y livianos, que encontraron en su carisma e idolatría la mejor manera para promocionarse. Porque nadie pensaba que el enorme futuro de Sandrino duraría tan poco.