El 20 de septiembre de 1924 nació en Santiago don Exequiel Ramírez Valero, ciclista chileno que desde pequeño mostró toda su pasión por esta disciplina heredada en gran parte por su padre, Elías Ramírez.
Sus primeros pasos los realizó a los ocho años en el club Ferroviarios, donde Ramírez padre lo inscribió. Luego a sus 13 decidió cambiarse al Green Cross, decisión que tomó después de ver que los dirigentes no quisieron pavimentar el velódromo.
La relación padre e hijo también funcionó como entrenamiento. Ambos viajaron al país trasandino en bicicleta, cuando Exequiel era solo un adolescente. Como primer destino se localizaron en Mendoza. Posteriormente, y luego de 19 días, llegaron a Buenos Aires.
Todos sus éxitos no fueron producto de la suerte. Cuando tenía 17 años, y en ese mismo viaje al otro lado de la cordillera, se contactó con entrenadores españoles e italianos, con el fin de proyectar su carrera y saber más sobre sistemas de entrenamientos.
Tal magnitud alcanzó su vínculo con la bicicleta, que gracias a este deporte pudo representar a Chile en distintos campeonatos internacionales. Sin ir más lejos, estuvo presente en la edición de los Juegos Olímpicos de Londres en 1948.
Ramírez formó parte de la delegación chilena junto a Mario Masanés, Renato Iturralde y Rogelio Delgado. Desgraciadamente no pudo terminar la carrera, producto de un pinchazo en la ruta Windsor Great Park, cerrando de esta manera su participación en la cita olímpica.
Este suceso no frenó la carrera del oriundo del barrio San Eugenio. En 1949 batió el récord de velocidad en 25 kilómetros. Ramírez logró ganar El Gran Criterium de Aces que se realizó en Perú, donde en dicha competencia derrotó al local y favorito, Hernán Llerena.
En ese mismo año y producto de sus buenas actuaciones y su prominente carrera en ascenso, la Revista Estadio lo calificó como el deportista del año. De hecho, al año siguiente se coronó campeón del torneo sudamericano que se realizó en Chile, donde obtuvo el oro en la prueba de los 50 kilómetros.
Pero fue en los Juegos Panamericanos de Argentina 1951, donde Exequiel Ramírez escribió con letras doradas su nombre en la historia del deporte nacional, al conseguir el primer oro de Chile.
El velódromo de Palermo fue testigo de cómo el ciclista chileno se coronó vencedor de la Australiana (40 vueltas), sacando alrededor de 100 metros de ventaja a sus contendores, los locales Alfredo Hersch y Elvio Giacche, siendo la única competencia en la que los trasandinos no fueron victoriosos.
La revista Estadio fue un espectador de lujo de la victoria del ciclista chileno. En sus páginas, expresó cómo fue ese momento donde se da a conocer uno de los gritos típicos de la deportividad chilena, que por primera vez sonó en suelos argentinos y extranjeros: “Cómodamente y con más de cien metros de ventaja, Exequiel Ramírez se clasificó campeón de australiana en los Primeros Juegos Panamericanos. ¡Qué silencio impresionante confirmó esa victoria! Un silencio enorme, de plomo. Un silencio de caras mustias y brazos caídos… Tan grande, que parecía homenaje. Aislado, en medio de la noche porteña un grito: ¡Ceacheí, chi! Ele-e, le! ¡Chi-chi-chi-le-le-le! ¡Viva Chi-le!…”.
Chile ha participado en todas las ediciones de los Juegos Panamericanos. Antes de la última versión de Santiago 2023, la delegación chilena tenía en su haber 57 oros. Luego del mega evento deportivo realizado en el país, quedó con un total de 69, pero la primera no se olvida y esa es de don Exequiel.
Su segunda participación en la cita de los cinco anillos se vio truncada por un accidente en el velódromo del Estadio Nacional en 1952, cuando competía contra su compañero en los Juegos Olímpicos, Mario Masanés, en busca de la clasificación al Sudamericano de Uruguay.
La gravedad de este suceso fue un condicionante para el resto de su carrera. Sufrió múltiples fracturas, el corte de un tendón facial que inmovilizó el costado izquierdo de su cara, el oído de ese mismo lado sufrió la rotura del yunque y el martillo, además de que se le perforó el tímpano.
Este hecho fue un antes y un después. Si bien intentó retomar su nivel y volver a la máxima exigencia, el daño provocado en su oído le afecto de sobremanera en su equilibrio. Por eso, en el año 1956 decidió retirarse de las competencias.
Pero dejar de competir no era sinónimo de olvidarse de su fiel compañera, la bicicleta que lo acompañó a lo largo de su vida. Incluso en este medio de transporte se movilizaba para visitar a sus familiares y amigos. El accidente frenó su carrera, pero no el vínculo con el ciclismo.
Cuando tenía 60 años, tomó la decisión de volver a competir. Se inscribió en las pruebas de ciclismo laboral, donde destacó su presencia y su estampa de campeón.
Viviana Ramírez, la menor de sus hijas, nació cinco años después de la hazaña de su padre en tierras argentinas y no pudo verlo competir. En cuanto a los éxitos deportivos de su progenitor, reveló que el triunfo más importante y que atesora con mayor cariño, sin quitarle méritos a los otros, es el de los Panamericanos de 1951.
Lamentablemente don Exequiel perdió su medalla producto de un incendio. Lo que sí pudo rescatar fue un diploma que acredita su hazaña firmado por el Presidente argentino de la época, Juan Domingo Perón, y por la primera dama, Eva o “Evita” como era llamada de forma popular.
Viviana se ha transformado en la cara visible de la familia cuando se trata de recordar la memoria de don Exequiel. Recuerda a su padre como un hombre humilde que no era de sacar pecho por sus triunfos y éxitos, pero que sí era muy orgulloso de la carrera que construyó y los logros que obtuvo.
Su gesta fue en 1951, pero los homenajes para don Exequiel han sabido perdurar. Viviana Ramírez no niega que uno de los sueños que tiene para honrar la memoria de su papá, es que el velódromo de Peñalolén lleve su nombre, considerando que eso no pudo ser con el recinto del Estadio Nacional.
Su hija también destaca con orgullo que la pasión por el ciclismo no fue algo que quedó solo en don Exequiel. El gusto por la bicicleta fue heredado por toda su familia y reconoce que todos son fanáticos por este deporte. Inclusive, la menor de sus hijas declaró que uno de sus nietos, de tan solo dos años, demuestra una gran conexión con la disciplina en la que su padre supo triunfar.
Sus cercanos revelaron que don Exequiel Ramírez siempre quiso morir arriba de una bicicleta. Al parecer el destino del ciclista nacional no podía ser de otra forma. El 9 de mayo del año 2000, luego de un accidente de tránsito arriba de su compañera, falleció en el hospital Barros Luco.
Para Viviana cada 20 de septiembre es especial. Reconoce que se le caen unas lágrimas cuando lo recuerdan, escuchando los tango que tanto le gustaba y que tan bien cantaba su padre, además de que se juntan en familia para rememorar a su padre.
El medallista panamericano fue acompañado por varias bicicletas que seguían su carroza, su cuerpo descansa en el Cementerio Metropolitano. A comienzos de siglo Exequiel Ramírez nos dejó físicamente, pero su hazaña de 1951 lo hizo eterno en la memoria del deporte nacional.