Columna Juan Cristóbal Guarello | Avanza

“Por primera vez más de una década, se gana un partido importante sin el protagonismo de los dorados”.

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El triunfo de Chile sobre Perú tuvo más angustia de lo necesario. Que la Selección sólo haya podido resolver en los últimos veinte minutos no se condice con el dominio y la desproporción de llegadas en un arco y otro. Era un partido que había que ganar, y se ganó.

Pero el escepticismo se mantiene. Hay argumentos, ya que el equipo chileno viene arrastrando hace años una pronunciada irregularidad y una falta de finiquito alarmante. Eduardo Berizzo heredó, y también profundizó por momentos, ese fútbol anodino, que intentaba ser y no era, lejos de cualquier contundencia. Luego, como consecuencia, la tentación permanente de seguir anclados a la generación dorada y que los históricos resolvieran.

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Pues bien, lo del jueves fue un paso importante. No sólo por los puntos, fundamentales, sino que, por primera vez más de una década, se gana un partido importante sin el protagonismo de los dorados. Incluso el equipo fue eficaz con un Alexis Sánchez algo desconectado y sin peso en el área. Y ahí estuvo Diego Valdés para tomar la batuta y hacer su mejor partido con la camiseta roja, Rodrigo Echeverría para meter la suela y pisar el área rival, Víctor Méndez para estar en las dos y dar equilibrio y Erick Pulgar bien parado en el centro del campo.

También notable lo de Ben Brereton, siempre al sacrificio, muy colectivo, que, cuando gana, siempre genera una jugada de peligro. Lo mismo los cuatro del fondo: Medel y Maripán se tragaron a Paolo Guerrero quien pareció un ex jugador en el Monumental; Paulo Díaz muy bien cuando le tocó ser lateral y sólido como defensa central. Último párrafo para Gabriel Suazo, contenido ante la amenaza de Advíncula, en el segundo tiempo rompió líneas y provocó varias llegadas a fondo.

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Brayan Cortés tuvo una jornada tranquila: un par de centros y alguna tole tole. El resto de los minutos vio la pelota lejos de su posición.

Desde el banco Alexander Aravena respondió y fue imparable. Matías Fernández, por su parte, se vio algo nervioso. Hace una semana ni pensaba en jugar este partido.

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En definitiva, hay funcionamiento y, como consecuencia, llegó un buen resultado. Nadie está celebrando o vuelto loco, pero sería deshonesto no reconocer que el equipo avanzó. Ahora, esto debe consolidarse en Maturín contra Venezuela. No se trata sólo de ganar partidos, hay que hacer una campaña.

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