Se escapó del Marsella sin avisar alegando que los dirigentes no le trajeron los jugadores que había pedido; en Sevilla el plantel le hizo una cama King size y cuando lograron sacarlo, pasaron de ser candidatos al descenso al campeones de la Europa League; en Flamengo sus horas están contadas, la infinidad de peleas, escándalos y polémicas, además de resultados bajo las expectativas, lo tienen con un pie y medio afura, sólo el alto costo de la recisión de contrato lo mantienen con vida en la banca del mengao.
Jorge Sampaoli viene de tropiezo en tropiezo. Perdiendo valor en el mercado y ganando, de manera simétrica, fama de conflictivo, impredecible y poco rentable, para sus altos ingresos, en la cancha.
Feliz coincidencia. Azul Azul no ha pegado una desde que el grupo Sartor agarró las riendas hace dos años y medio, acumulando malos resultados y técnicos cesados.
Es el momento.
Alguien de ese club, los públicos o los escondidos, debe mandar a un intermediario, Cristián Aubert o Federico Valdés, a negociar para que Sampaoli vuelva como entrenador de Universidad de Chile en 2024.
Plata no hay. Y Sampa el mono le baila con una banana. Pero está el amor incondicional de los hinchas, un medio donde el técnico argentino está muy por sobre la exigencia y la posibilidad de dar un golpe de efecto beneficioso para los dos partes. El 2024 la U volverá al Nacional y podrá vender miles de abonos. Con Sampaoli en la banca, lo mismo ocurriría con los auspiciadores, se abrirían enormes perspectivas de hacer caja.
Claro, Don Sampa puede ir a forrarse a Arabia o algún destino así. Pero ya no lo vendrán a buscar de Europa o de un grande de Brasil o Argentina. Con esfuerzo de los dos lados se podría hacer. Peor que como están ahora es imposible.
Suena a quimera, a puro humo, pero al menos es una idea.