Postular que la Supercopa de Chile 2025 es “LA” copa de la vergüenza es qudarse bastante corto. Más preciso es decir que el choque que, se suponía, animarían este sábado Colo Colo y Universidad de Chile es “una copa más” que se une a los cada vez más habituales fiascos de la ANFP; claro, porque la edición pasada, que animaron los albos ante Huachipato, terminó también en un papelón de proporciones.
Este martes se supo que La Serena le cerró las puertas a la ANFP y que el partido, la decimotercera edición del certamen que proclama al campéon de los campeones, no se jugará en La Portada. Suspendido, hasta nuevo aviso. El duelo más tradicional de nuestro fútbol, una vez más, fulminado. Pero más allá del asunto puntual, la Supercopa 2025 hace tiempo que representa un verdadero dolor de cabeza para el muy escaso poder organizativo de la dirigencia del fútbol chileno.
Supercopa 2025: un camino marcado por los portazos
Apenas Universidad de Chile se proclamó campeón de la Copa Chile el 20 de noviembre pasado, se generó altiro cierto grado de expectación. Como Colo Colo había ganado hacia poco el Campeonato Nacional de Primera División, quedaba automáticamente pactado un Superclásico para la edición 13 de la Supercopa. ¡Bien! Un partido de lujo para dar inicio a la temporada.
Pero, casi al mismo tiempo que las esperanzas por la alarma de partidazo, comenzaron las preocupaciones. Principalmente, por la ya conocida incapadicidad de la dirigencia de Quilín -y de los propios clubes- de organizar cualquier evento que sea relativamente convocante. También, mucho recelo por el notorio gatillo fácil que han demostrado las autoridades gubernamentales a la hora de bajarles el pulgar a partidos con el clásico.
Se pensó y así nomás fue. La ANFP ha realizado un verdadero peregrinar por Chile en busca de un estadio para albergar la final y en todos lados ha recibido portazo. El primer recinto que se tuvo en mente fue el Ester Roa Rebolledo de Concepción, pero la tapa fue tan fuerte, que hasta hoy todavía se escucha.
Luego, Pablo Milad aseguró a los cuatro vientos que estaba todo listo para el Germán Becker de Temuco. El presidente del fútbol chileno dijo que incluso ya estaban en terreno perfeccionando los métodos de seguridad. None, el choque entre albos y azules tampoco fue autorizado en La Araucania.
“Listo, vámonos pa’ Coquimbo, entonces”. Por razones aún desconocidas, el recinto del Puerto Pirata, el Francisco Sánchez Rumoroso, fue descartado tan rápídamente que ni siquiera alcanzó a estar como opción verdadera.
Hasta llegar a La Serena. Todo acordado y en marcha para que la Supercopa se juegue en el feudo granate. Las partes de acuerdo y la ANFP que comenzó con bombos y platillos con la venta de entradas. Algo olía muy mal cuando de un minuto a otro la comercialización de boletos se cayó. El fútbol chileno se vio obligado a bajar la comercialización de boletos, en una señal más que avidente que algo no cuadraba.
Hasta que llegamos a hoy martes. En un comunicado público, en Quilín anuncian que bajaron la propuesta de partido, porque les fue denegado el permiso para realizar la Supercopa en el estadio que estaba acordado. Golpe al mentón, con que una vez más las autoridades de Gobierno le propinaban un nocáut al fútbol chileno.
Los partidos de ida y vuelta: una idea surgida en plena crisis y que podría reflotar
Mientras todos los involucrados daban vueltas en busca de una solución para la Supercopa, en noviembre del año pasado surgió una idea que comenzó a tomar vuelo: disputar la Supercopa en partidos de ida y vuelta. De esa manera, supuestamente, cada club respetaría su localía (se suponía, al menos).
Pero esa propuesta fue descartada. En declaraciones dadas en ese entonces, Milad dijo que “pretendemos que se juegue solamente un partido. Hay propuestas para jugar ida y vuelta, se ha barajado, pero hay problemas como, por ejemplo, cómo se entrega la copa, si gana uno o el otro, qué problemas podría generar”. En definitiva, partido único en cancha neutral era la única alternativa.
Ahora, en todo caso, con la cancelación de La Serena, esa idea podría retomarse. Al fin y al cabo, este partido, el dolor de cabeza por excelencia en la ANFP, cambia de sede y de formato en menos de lo que canta el gallo.
Quedó la grande con la suspensión de la Supercopa. Puede, incluso, que no se juegue nunca, ya que las posibilidades de que en la ANFP se amurren porque les dieron un nuevo portazo es bastante alta.
A todo lo anterior, se lo suma que el partido estuvo amenazado por el paro del SIFUP, que se dio un aforo ridículo para el duelo más importante de Chile y que la venta de entradas se suspendió sin aviso alguno. Por lo pronto, el partido que por excelencia inaugura la temporada del fútbol chileno, NO SE JUEGA. Un capítulo más para un evento que, por segundo año consecutivo, es un completo fiasco.