La búsqueda de la felicidad es una constante en la experiencia humana, arraigada en la naturaleza misma del ser humano. Desde tiempos inmemoriales, la raza humana ha anhelado comprender y alcanzar la felicidad, un estado subjetivo que va más allá de la mera satisfacción material. Este deseo ha sido tema de reflexiones filosóficas, religiosas y científicas a lo largo de la historia, evidenciando la diversidad de perspectivas y enfoques para entender qué significa realmente ser feliz.
La complejidad de la búsqueda de esta plenitud radica en su naturaleza multifacética. Para algunos, la felicidad se encuentra en el logro de metas personales o profesionales, mientras que para otros, está asentada en relaciones significativas y conexiones interpersonales. La ciencia psicológica también ha aportado a esta exploración, destacando la importancia de factores como la gratitud, el optimismo y la resiliencia en la construcción de una vida feliz.
Para entender mejor este estado, una extensa investigación llevada a cabo por la Universidad de Harvard, conocida como “El estudio de desarrollo de los adultos”, ha arrojado nueva información sobre el papel fundamental que las relaciones sociales desempeñan en la búsqueda de la felicidad a lo largo de la vida. Contrario a la creencia común, los resultados destacan que la clave para la felicidad no se encuentra en la riqueza material, sino en las conexiones interpersonales positivas.
La investigación, que se ha extendido por décadas y ha involucrado a 700 participantes y sus descendientes, revela que las personas que mantienen relaciones sociales sólidas, especialmente en sus años cincuenta, envejecen de manera más saludable y llegan a sus ochenta años con un mayor bienestar.
¿A que edad encontramos la felicidad según el estudio?
A partir de los 60 años, se observa un aumento en los niveles de felicidad, posiblemente vinculado a una mayor conciencia de la finitud de la vida y a una actitud más sabia hacia las relaciones interpersonales. Este período de la vida suele caracterizarse por menos obligaciones, amistades más profundas y una selección más cuidadosa de conexiones significativas.
La soledad no deseada es uno de los grandes enemigos de la felicidad y de la salud, ya que las enfermedades propias de la vejez se desarrollan antes y de manera más grave cuando se está solo. Al parecer, esto estaría relacionado directamente con el estrés y la imposibilidad de contar a alguien lo que nos pasa; por ello lo ideal es estar conectados a los demás. “Todos nosotros estamos conectados a todo el mundo y necesitamos de los otros”, dicen los autores del estudio.
Aunado a ello suelen tener menos obligaciones y amistades más consolidadas, desprendiéndose de aquellas que no les aportan nada. La calidad de las relaciones personales emerge como un factor crucial para una vida plena, ya que la soledad no deseada se identifica como un obstáculo importante para la felicidad y la salud, afectando el desarrollo de enfermedades propias de la vejez. En última instancia, el mensaje del estudio subraya la importancia vital de estar conectados con los demás para lograr un bienestar duradero.
Ahora ya sabes, según esta investigación la felicidad no está en el dinero sino en generar relaciones sólidas; buenas amistades, hablar sobre lo que te pasa, disfrutar de cada momento, viendo la parte buena de las situaciones cotidianas que vivimos, además de priorizar aquello que nos hace feliz.